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¿Son los cursos impares de ESO y Bachillerato más difíciles?

Distintos factores explican que el paso a la adolescencia, los distintos modelos pedagógicos y las «dificultades inevitables» causan esa percepción

¿Son los cursos impares de ESO y Bachillerato más difíciles?

Shutterstock.

El cambio de etapa educativa genera preocupación en alumnos, familias y comunidad educativa. Probablemente, esa incertidumbre hace pensar que los cursos impares sean más difíciles, especialmente en secundaria y Bachillerato.

Curiosamente, esa idea no está igualmente extendida respecto a los cursos impares de primaria. ¿Qué es lo que nos hace pensar así de los cursos impares de secundaria y Bachillerato? ¿Realmente son más complejos? ¿Qué retos se presentan en esos cursos?

Para entender las posibles dificultades a las que se enfrentan los alumnos en esos cursos es necesario prestar atención a los estudiantes en este periodo. Porque quizás la dificultad no esté en los cursos impares, sino en una combinación de circunstancias internas y externas entre las que podemos destacar las siguientes:

Primero de la ESO y primera adolescencia

En primer lugar, el factor interno más destacado es el comienzo de la adolescencia. Es una fase del desarrollo humano especialmente compleja y afecta al comportamiento en el aula y en el contexto familiar. Es fundamental comprender los obstáculos a los que se enfrentan los alumnos que transitan por la adolescencia al tiempo que avanzan por el sistema educativo.

En este momento los jóvenes priorizan la relación con amigos y compañeros frente a las relaciones familiares. Concentran sus esfuerzos en diferenciarse de sus padres y en distanciarse del grupo familiar.

Los adolescentes buscan independencia y se cuestionan posiciones que antes aceptaban. Se despierta el interés por las relaciones de pareja y la preocupación por la orientación académica y laboral. No es extraño que la adolescencia y los conflictos asociados a ella afecten al rendimiento académico y a la actitud en el aula.

Es una época de cambios, sobre todo psicológicos y sociales, que se añaden a las exigencias que plantea el sistema educativo. Son frecuentes los conflictos en torno a la identidad y la pertenencia al grupo. Estos generan dificultades al individuo y tensiones a las que enfrentarse a diario.

Cambio de modelo pedagógico

En segundo lugar, el factor externo más relevante tiene que ver con la organización del sistema educativo y el currículo de Educación Secundaria. El comienzo de esta etapa implica la necesidad de adaptarse a distintos modelos pedagógicos. En muchos casos, a esto se une un cambio de centro que genera inquietud a estudiantes y familias. Esta preocupación lleva a que muchos vivan el primer curso de Secundaria como un curso difícil, especialmente al comienzo.

Sin embargo, terminada la etapa, la impresión en nuestra experiencia es que recuerdan peor el tercer curso que el primero. Atendiendo a la organización del currículo de secundaria, sí puede señalarse el elevado número de materias de tercero como una complejidad propia de este curso, especialmente a la hora de organizarse. Pero desde el punto de vista de los contenidos curriculares no hay más dificultad en los cursos impares que en los pares.

Bachillerato: nuevas preocupaciones

El Bachillerato supone un paso hacia la vida adulta. El cambio de etapa no implica necesariamente un cambio de docentes o de centro. Pero aparecen preocupaciones nuevas: la media, la elección de itinerarios, futuro profesional, etc.

Pese a las dificultades añadidas, nuestra experiencia es que ni los alumnos ni sus familias viven primero como el curso más difícil. En el caso del Bachillerato, las dificultades se mantienen o incrementan en segundo. Allí se añaden otros retos como la prueba de acceso a la universidad y la presión que generan las notas de corte o no tener claro qué estudiar después.

Dificultades inevitables

En definitiva, no parece ser que los cursos impares sean más difíciles que los pares. Al menos no considerando los cursos en sí mismos. Las dificultades surgen por la combinación de factores asociados al sistema educativo y otros tantos vinculados al momento vital de los alumnos.

Madurar implica asumir retos y afrontar responsabilidades. En su recorrido, los estudiantes van a encontrarse con dificultades que no podemos evitarles. Entonces, ¿qué podemos hacer desde los centros y las familias para ayudar a los alumnos?

Repensar objetivos

El sistema educativo debe repensar los objetivos de cada etapa educativa y su aportación a las competencias y habilidades de los estudiantes, para establecer los contenidos curriculares. En España, la Ley Orgánica 3/2020 modifica el currículo intentando atender a las necesidades del alumnado, pero este cambio no parece suficiente.

Es necesario facilitar la transición entre etapas educativas. Es preciso crear una red de apoyo entre las instituciones educativas, profesionales y las familias para dotar al alumno de herramientas para afrontar las dificultades.

Es importante reforzar el papel del Departamento de Orientación en todas las etapas. El plan de Acción Tutorial debe dar respuesta a los estudiantes, las familias y profesionales. Además, los profesionales deben tener formación específica para atender a los adolescentes.

La familia

La estructura familiar es un pilar básico en la formación del ser humano. Por eso, es fundamental la comunicación fluida con los centros educativos, estableciéndose la participación y la colaboración entre ambos.

Buena parte de las dificultades que aparecen en los cursos impares de ESO y Bachillerato se debe más a los cambios experimentados en la adolescencia. Los adolescentes necesitan del apoyo de los adultos para gestionar los cambios y retos que se les presentan. Por ello, el diálogo entre la institución educativa y las familias es la mejor estrategia de soporte para enfrentar los cambios en cada etapa.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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