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Cagarse en Dios

«Que los ultras y un gobierno coincidan en lo concerniente a la libertad de expresión es la peor señal de los tiempos modernos»

Cagarse en Dios

Manifestación tras el ataque contra la revista Charlie Hebdo. | EP

El derecho a cagarse en Dios pone en valor el mérito de la crítica frente al inmovilismo de la religión, en este caso la musulmana, aunque todas caben en el texto. La firma Richard Malka, abogado de los supervienes del atentado contra la revista de sátira francesa Charlie Hebdo, acaecido el 7 de enero de 2015. Los yihadistas asesinaron a doce personas. Tres meses de juicio. La editorial libros del Zorzal ofrece al lector el alegato. 

El alegato bebe directamente del Yo acuso, de Zola, y del enciclopedismo francés al que cita. El viejo discurso de la libertad está siendo maniatado en las naciones liberales, desde el poder y solo al servicio del poder, el del gobierno y el de la oposición. Es una de las muchas lecciones que se extrae de la lectura del alegato. Ahora bien, el abogado aclara refiriéndose a uno de los asesinos: «Cuando Colubibaly mata judíos, mata al Otro. El judío es el Otro». Y prosigue páginas más adelante: «Lo nuestro es pelear, como dijo Riss, director de Charlie Hebdo, para seguir siendo libres. Nosotros y los que nos sucederán. Esto es lo que se juzga hoy». Libertad en este caso conculcada en base a una de tantas falsedades islamistas, perpetrada con anterioridad por los imanes islandeses afectos a los hermanos musulmanes. 

Los revolucionarios franceses eliminan el delito de blasfemia del código penal en 1791. El 20 de septiembre de 1994 el tribunal de Europeo de Derechos Humanos avala que los que expresen sus vinculaciones religiosas no sean eximidos de la crítica. Así que el alegato del juicio se ampara también en el derecho europeo. Malka dice en el juicio: «Las creencias nunca pueden exigir respeto. Solo los hombres solo tienen este derecho. Ninguna creencia, ninguna opinión puede exigir no ser debatida, criticada, caricaturizada».  En la oratoria del señor Malka resalta, entre otras, la oración:  «No se mata a una idea». Se puede matar a los que sostienen una idea, la abrazan o la proclaman, pero no a lo elaborado, así que los yihadistas juzgados y condenados no consiguieron su objetivo, acabar con la idea.

«Se puede matar a los que sostienen una idea, la abrazan o la proclaman, pero no a lo elaborado, así que los yihadistas juzgados y condenados no consiguieron su objetivo, acabar con la idea»

La izquierda gala es la que se ceba con la revista después de ser atacada. En esta caso los prebostes de esa izquierda parecen justificar el crimen, con Melenchon a la cabeza, el mismo Melenchon que avaló la revuelta de los chalecos amarillos, movimiento antisemita y violento.

Las viñetas de Charlie Hebdo levantan en 2012 declaraciones contrarias del primer ministro de Francia, el socialista Jean-Marc Ayrult, y del ministro de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius. Si el gobierno francés agita las brasas bajo artistas que ejercen el derecho a la discrepancia resulta una consecuencia indirecta que después los asesinos yihadistas quemen a balazos a los artistas. Los mismos políticos que llamaban a la auto censura y en cierto modo al boicot consiguieron sin pretenderlo avivar el fuego de la intolerancia. Los apaciguadores y los contemporizadores acaban por detonar los explosivos a distancia y por cargar los fusiles.

Además,  tras el crimen, la cineasta y escritora feminista Virgine Depentes aplaude a los asesinos. El icono de la izquierda o de cierta izquierda escribe: «Y yo también he sido uno de esos muchachos que entran con sus armas. Los que acaban de comprarse un Kalashnikov y habían decido a su manera morir de pie antes que vivir de rodillas. También a mí me han gustado esos que obligan a levantarse a sus víctimas pidiéndoles que revelen su identidad antes de pegarle un tiro en la cara. Me ha gustado también su desesperación».

La muy animal.

Observar que en las fechas previas al atentado no existen pronunciamientos de la derecha civilizada contra la revista. Observar que los liberales franceses no emitieron juicios de valor opuestos al derecho de la libertad de expresión de la revista. Las críticas vinieron de un gobierno moderado, de la extrema izquierda y de la extrema derecha.

Que los ultras y un gobierno coincidan en lo concerniente a la libertad de expresión es la peor señal de los tiempos modernos. Y así nos va.

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