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Cultura

Dellafuente, folclore atemporal y ritmos caribeños

El cantante lanza su EP ‘Lágrimas pa otro día’, un viaje musical con ritmos de varias partes del mundo y un manifiesto por la belleza de lo cotidiano

Dellafuente, folclore atemporal y ritmos caribeños

Dellafuente. | Twitter del cantante

El trapero granadino Dellafuente siempre ha definido su arte como «música folklórica atemporal». Su base es el flamenco y la música andaluza, pero su inquietud musical va mucho más allá; si por algo destaca en especial, es por su facilidad para adaptarse a otros estilos, por muy diferentes que sean, como el reguetón, el trap, el rock y un largo etcétera. Su último lanzamiento es el EP Lágrimas pa otro día —formado por ocho canciones y publicado bajo el sello discográfico MAAS—, donde esta vez ha decidido mezclar esa raíz folclórica andaluza con ritmos caribeños propios de la salsa, el reggae, la bachata, la bossa o los boleros. Este álbum, acompañado de contenido visual minimalista, se presenta con un dato llamativo como portada: es la primera vez que el trapero muestra su rostro en una carátula, borroso, pero sonriendo. Porque, como el mismo título indica, es un manifiesto al relajarse, al dejar los llantos para otro momento y valorar la belleza de lo cotidiano, a pesar de sus altibajos.

Carátula del nuevo álbum de Dellafuente.

Para conseguir estos ritmos se ha valido de la ayuda de artistas como el productor chileno Dinamarca y el cantante mexicano Vatocholo; también de músicos de la nueva ola urbana española como Rusowsky y Ralphie Choo. Tampoco ha dejado de lado la electrónica, de la mano de Gazzi, dj andaluz, y tampoco ha prescindido del flamenco, puesto que también aparecen Antonio Narváez, su productor de confianza, y Ané Carrasco –hijo del cantaor y compositor Diego Carrasco–. El disco se abre con el tema «Cuando la cosa no me va buena», un canto a la hipocresía dentro de la amistad: «El cora’ mío del dolor se va a romper, amigo mío, no supiste valorar […] Así que olvídame, no me mientas más». La segunda canción, «3 Caras», también trata el tema del desencanto, esta vez aplicado solamente al amor: «Tienen dos caras las monedas, no sé cómo tú tienes tres […] Eres más mentirosa que un adicto […] Eres la peor de todas tus enemigas». Un sentimiento negativo, pero abarcado desde una música bailable, que la convierte en una de las canciones más rítmicas y pegadizas del disco. 

Dellafuente contestó, mediante su cuenta de Twitter, a una ronda de preguntas sobre este álbum; uno de sus fans le preguntó, «¿Tienes alguna [canción] favorita tú personalmente?» A lo que el cantante respondió, «La que se llama como el nuevo disco de la Pastori». Niña Pastori ha publicado recientemente Camino (Sony Music, 2023), y es una de las artistas que han influido en Dellafuente; además, ambos colaboraron hace dos años en una nueva versión de «Ese gitano», con motivo del 25 aniversario de la famosa canción de la cantaora. Dellafuente incorpora en su nuevo disco «El camino», una canción más caribeña que flamenca, esta vez sí centrada en el amor. «Conozco el camino que me lleva a la puerta de tu mare […] Sólo tengo para darte calor». Para llegar a estos ritmos, se ha valido de la ayuda de Ralphie Choo y de Rusowsky; Ralphie Choo comienza cantando con un «Sin tu amor yo no existo», a lo que Rusowsky contesta, «Ahora me sé el camino». 

Ralphie Choo es uno de los artistas que más promete dentro de la nueva ola de música urbana experimental, y en especial destaca la reciente publicación de su sesión Colors, «Tangos de una moto trucada». Ralphie no sólo es voz; es teclado, es percusión, es ritmo nuevo, del que parece que «no se parece a nadie». Por su parte, Rusowsky –artista de raíces bielorrusas y formación en música clásica– ya colaboró con el popular C. Tangana en «Bien:(», la canción que dio nombre al misterioso EP publicado por el músico madrileño durante la cuarentena. Según contó Rusowsky, «durante la cuarentena me siguió en Instagram y al día siguiente me mandó un mensaje diciéndome que le molaba mucho la nueva escena musical que se estaba montando […] De C. Tangana he aprendido a ver cómo reacciona la gente a algo tan diferente al rollo al que tiene él acostumbrado a su público».

Dellafuente, que también ha mostrado interés por esa nueva escena, además ha contado con ella a nivel latino, colaborando con el joven mexicano Vatocholo en «Ni soy santo». Vatocholo es un trapero que abarca mayormente los llamados «corridos tumbados», un subgénero dentro de la música urbana que combina los sonidos tradicionales mexicanos con el trap y el hip hop. En esta canción, los estilos de ambos artistas se fusionan en una de las letras más potentes del disco: «Ni soy santo, ni me pongas como si yo fuera un diablo porque no pueda concederte milagros […] Tantos problemas son los que cabalgué que alguno seguro se quedó en mí». La canción termina con un ritmo por bulerías, donde se resalta la relación esa fusión entre esa música andaluza y mexicana: «De Graná a Guadalajara se vende la verdad cara, y la mentira si disparas, no hay chaleco pa’ esas balas».

Sin embargo, la canción más «desconcertante» del álbum –en cuanto al estilo– es «Carameloraro», en la que han aportado su granito de arena Rusowsky, Ralphie Choo, Gazzi, Dinamarca y Antonio Narváez. Este tema, más emparentado con la electrónica, puede que sea el germen clave en la evolución de Dellafuente, ya que, como ha dejado claro en más de una ocasión, entre sus próximas intenciones está el pasar por la electrónica algunos de sus temas más célebres –ya se atrevió a mezclar con la electrónica en «Algarabía»–. «Sharila», el primer tema que vio la luz de este álbum en forma de single, contiene la letra más romántica al más puro estilo Dellafuente: «Pa ti son mis ojos, mi luna y mi estrella, y tus labios son lo que yo quisiera […] Si es lo que los dos sentimos, ¿pa’ que dar explicaciones?».

El videoclip, además, muestra cortes de vídeos en un viaje a París con su pareja, lo que nos recuerda directamente a su colaboración con C. Tangana en «París», donde cantaba «Si quieres en abril al Caribe y huimos del frío, te llevo a París». El disco termina con el tema «No te lo niego, ma dolío», con una letra en la que muestra una desconfianza general hacia el hombre («Maldito el hombre, yo en el hombre no confío […] Yo no quiero un castillo ni tampoco monedas, quiero más enemigos de los que te ronean») y «Pa llorar», por último, donde se acompaña de la voz de Ané Carrasco («Yo no voy a estar pa’ llorar […] Porque sé que tú eres como el cristal: tienes miedo a caer, pero quieres brillar»).

Así, Dellafuente ha creado un disco a la vez melancólico y bailable, donde hay lugar para los ritmos latinos y electrónicos –también para las bulerías y los tangos flamencos–. Un álbum que habla de la traición en la amistad y el amor, pero también del amor por sí solo, que no tiene por qué ser idílico. Frente a todo ello, su antídoto: el dejar las lágrimas pa otro día y el disfrutar, el sonreír. Este disco no sólo se difumina en un plano visual, sino también en un plano estético-musical, llevándonos a la sensación de «no saber qué estilo de música es», pero donde él como artista sí es completamente reconocible. Sin duda, la fortaleza de Dellafuente como músico es el desenvolverse plenamente en distintos estilos y el saber dialogar con las nuevas voces emergentes, procedentes tanto de España como de Latinoamérica.

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