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Blood In Blood Out

«Es una peli de machos en un universo carcelario de machos, dentro y fuera de los muros, en las estrechas avenidas del arrabal angelino»

Blood In Blood Out

Benajmin Bratt, actor que interpretó a Paco Aguilar en 'Blood In Blood Out' | Europa Press

Resulta difícil encontrar en Youtube cine de altura. Aquí va uno de los pocos ejemplos, la cinta Blood In Blood Out, estrenada en 1993. Vale la pena retratarla, al ser de consumo gratis y capaz de alterar el ánimo. La misma noche del estreno de la película las bandas latinas de los Ángeles se liaron a puñaladas y tiros en las inmediaciones de la sala; no era para menos; por primera vez en el cine se mostraba la interioridad del crimen chicano. Taylor Hackford, el director, antes y después, firmaría cine melifluo, aunque con esta cinta se le perdona todo. La peli termina con el siguiente monólogo: «Somos eso, tres vatos locos repletos de carnalidad tratando de sobrevivir en una zona de guerra… Porque somos de East Los Ángeles; nacimos para ser perseguidos. Vamos y vamos a todos lados buscando una pata de conejo… Tenemos algo mejor que una pata de conejo, familia, raza».

De eso trata la película, de familia y de raza en las pandillas de chicanos. Tres son los protagónicos: Miklo, Cruz y Paco. Cruz se mete heroína durante diez años, mata sin querer a su hermano pequeño y se convierte en un pintor de renombre. El personaje se metamorfosea de bueno a menos malo, pero ha sido, como los demás, un joven y airado pandillero. Es al único que perdona la película su entorno, que es su alimento y su perdición.

«Antes de ponerse de moda el cine de latinos esta película los fotografiaba con un rigor de los que hielan la medula»

Miklo acaba en la cárcel y se transforma en el jefe de los criminales latinos. Pocas películas reflejan mejor el ambiente carcelario. Miklo resuelve el conflicto del talego con una matanza de supremacistas blancos y de negros. A nadie disculpa, salvo a sí mismo. En esta trama resalta la exaltación de la traición perpetrada contra la figura de su padre iniciático. Miklo ordena liquidarlo con tal de salvaguardar la esencia de la pandilla, el calco aquí de la familia, de la raza, que es la raza chicana en boca de los personajes. Antes de ponerse de moda el cine de latinos esta película los fotografiaba con un rigor de los que hielan la médula. 

Paco, que es un adolescente asesino, se hace marine y luego poli. Parece bueno, pese a perseguir a sus amigos mientras la culpa le consume. Amigos y primos de sangre. Nos tomaríamos un café con ninguno de los tres; rezuman violencia, ira a ratos contenida, sentido del honor basado en lo emocional, ansias de supervivencia al margen de la razón. Resumen el título de la película en español, Sangre por Sangre.

La cinematografía y actuación son crudas, pugilísticas, realistas, colocando al espectador dentro de la hostilidad mostrada. Las imágenes simbólicas iluminan temas como la identidad cultural, la lealtad y la redención, la mala, que también la hay. Los protagonistas comienza como jóvenes moldeados por su entorno que aún conservan algo de humanidad, la mínima; las diferencias se dirimen en la violencia. Aunque arrastrados por ella, los personajes retienen su propia moralidad y parte de una compasión malbaratada. Toman decisiones basadas en la familia y una justicia cautiva, que luego extrapolan a las reglas de la pandilla. Sin embargo, el despertar espiritual principia en las conexiones familiares que anclan sus identidades más allá de la vida pandillera, en el mundo expansivo de la familia latina, menos tradicional que la anglosajona, menos atada a la norma y más subalterna del afecto.  

Por eso, a causa del cariño, dentro del caos la compasión puede florecer entre amigos cercanos. Hay pocas mujeres, la madre, la hija y la hermana. Ni siquiera la pareja. Es una peli de machos en un universo carcelario de machos, dentro y fuera de los muros, en las estrechas avenidas del arrabal angelino.

No esperen ver una película llena de buen rollo.  Esperen ver cine mayúsculo en los sumideros de la condición humana.

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