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Política

Amelia Valcárcel: «No considero a Montero capaz de escribir nada, ni siquiera la 'ley trans'»

Charlamos con la filósofa, militante socialista y exmiembro del Consejo de Estado sobre feminismo y política

Amelia Valcárcel, que ha publicado recientemente La civilización feminista, considera, más que un movimiento social, un lobby al movimiento queer. En su opinión, dicho movimiento ha regido buena parte de las políticas puestas en marcha desde el Ministerio de Igualdad del Gobierno de Pedro Sánchez, con Irene Montero al frente.

Al grito de «Quitad las manos de los niños», la filósofa, considerada una de las voces autorizadas del feminismo contemporáneo, arremete contra la ley trans y sus efectos no deseados. Si la ley del solo sí es sí fue una mala ley, para Valcárcel, la ley trans es aún peor. Sin embargo, la filósofa prefiere que no cunda el pánico, porque está convencida de que estos movimientos, que han irrumpido en las políticas de no pocos Estados democráticos, obedecen más al patrón de una moda que a la existencia de un movimento social consistente, aunque no exento de provocar daños a la sociedad.

PREGUNTA.- ¿Le tranquiliza ver fuera de las listas electorales a Irene Montero, por lo que representa del lobby queer que usted describe en el libro?

RESPUESTA.- Ya están encontrando otro techo porque son rápidos. Vea las listas se Sumar, las ya votadas y las que están por votar… Montero debe sentirse bastante traicionada. Tanta inclinación y si te he visto…

«La ‘ley del sí es sí’ era simplemente mala. La ‘ley trans’ es peor»

P.- El presidente Sánchez ha dicho recientemente que la ministra Montero se equivocó con la ley del sí es sí. De algún modo, ¿cree que esas críticas de última hora vienen a reconocer algo que usted viene diciendo desde hace tiempo?

R.- No sólo yo, sino también las instituciones concernidas lo dijeron. Esa ley era, simplemente, mala. La trans es peor. 

P.- Una eventual victoria del bloque PP-Vox sería el desmantelamiento de las políticas contra las que usted ha alzado la voz. ¿Lo cree beneficioso para la sociedad o teme que un gobierno PP-Vox imponga otras políticas más perjudiciales hacia la mujer?


R.- Si fueran bloque, sería motivo para preocuparse, pero no creo que debamos confundir al PP con la extrema derecha. Eso son consignas. No es lo que está pasando.

P.- En su libro, recoge usted una cita que dice: «Ahí donde no hay democracia, no hay feminismo. Allí donde no hay feminismo no hay democracia». Y allí donde, como en España, el feminismo está a tortas, ¿qué es lo que hay?

 R.- No hay eso que dice…

«Para ser feminista no basta con decirlo»

P.- Bueno, digamos que hay muchas que se reivindican feministas y que están además a matar entre ellas, y que además hay una parte de ellas que niega el feminismo de las otras.

R.- El feminismo es una teoría y una situación política que exige cierto conocimiento de causa. Es decir, no es una actividad declarativa. Para ser feminista no hace falta decir: «Yo soy feminista», e inmediatamente paso a serlo. Eso suele ser normal en las religiones. Si tú dices: «Soy cristiano», mediante un pequeño rito posterior, lo eres, pero en el caso del feminismo, no se trata de decir, sino de hacer. Ser feminista significa la puesta en valor y el seguimiento de una determinada agenda. Quien no tiene esa agenda, no es feminista. Igual que, por ejemplo, un demócrata no sería jamás alguien que dice: «Detesto las elecciones libres y soy demócrata porque lo digo yo». No pasa en absoluto eso que se dice de que el feminismo está a tortas. Hay una pequeña minoría, que en realidad no es un grupo, es un lobby. Ellos quieren llevar adelante su propia agenda y quieren ocupar el término «feminismo» para llevarlo adelante. Eso sí pasa.

P.- Pues siendo una minoría tienen mucho poder, porque han conseguido colocar su agenda en la legislación española, por ejemplo, a través del Ministerio de Igualdad con Irene Montero al frente…

R.- Exactamente. Y no es la única legislación a la que han tenido acceso. A mí esto me preocuparía muy poco si sólo hubieran conseguido colocar su propia agenda y sus logros en la legislación española. Pero es que lo intentan en Alemania, o en la francesa. Lo han conseguido en la británica. Estuvieron a punto de conseguirlo en Suecia. Están decayendo en Noruega. Tienen una parte del poder interesantísima en Canadá, en Estados Unidos, más en algunos estados que en otros, y en México. Se están haciendo cargo del completo contexto. Es decir, que desde Alaska hasta Tierra del Fuego, y desde más o menos Noruega hasta Cádiz. Y desde Cádiz a más o menos Estambul, todo eso que podemos considerar que son sociedades abiertas y justamente democracias, tienen exactamente al mismo grupo haciendo lo mismo. Pero yo no lo llamaría división, es otra cosa. Cuando a ti te invade un virus, tu cuerpo no está dividido entre el virus y la salud.

P.- Sí, pero el cuerpo infectado está luchando contra el virus.

R.- Exacto. Si tú tienes un agente de formación feminista, cuya formación política pudiera dejar algo que desear. Y a esa gente lo encargan nada menos que el gobierno completo de toda aquella agenda que compete a las libertades de las mujeres, ¿puedes esperar grandes resultados? Pues tenemos lo que tenemos…

La filósofa Amelia Valcárcel. | Víctor Ubiña

P.- ¿Se refiere a que tenemos a Irene Montero al frente del Ministerio de Igualdad y sus políticas? Y el Ministerio de Igualdad ha hecho unas cuantas leyes, desde luego, con esta filosofía que ella dice que es feminismo…

R.-Es que si no lo dijera, ¿dónde estaba la gracia?

«Lo que dice Irene Montero no forma parte de la agenda feminista»

P.- ¿Entonces Irene Montero es una impostora?

R.- Es una impostura todo ello. Que ella sea una impostora o no, lo dejaremos para talentos más afinados que los nuestros. Pero decir que los vientres de alquiler son respetables; que la pornografía, como todo el mundo sabe, es una actividad soberanamente creativa, algo perturbadora, pero realmente interesante y democrática; que la prostitución es un trabajo como otro cualquiera y que no tiene ningún problema; que la violencia contra las mujeres… Hay tanta violencia repartida en todas partes, que qué más da. Y todo esto, cuando se dice todo junto, no forma parte de ninguna agenda feminista. Es justo la versión invertida del feminismo.

Y ya de paso, dices que ser mujer o varón es una cosa interna que sólo el sujeto puede conocer porque es una verdad solipsista. Entonces, caes en algo que, sin exagerar, puede llamarse directamente un delirio. Es una pretensión de inoculación de un delirio. Y si este delirio, además, produce pésimos signos -entrar en los niños con cosas como mutilaciones quirúrgicas o envenenamientos hormonales-, entonces estás frente a algo a lo que se debe hacer mucho caso porque empieza a ser muy grave. Y a las personas que están detrás y propiciando que esto suceda, hay que hacerles sentir que no nos están engañando. Es muy importante que sepan que no nos están engañando.

Irene Montero y ‘Pam’: «No volveremos a oír hablar de ellas cuando estén fuera del poder. ¿Qué saben hacer?»

P.- Leyendo este libro pueden pensar que sí, que lo suyo es un engaño, pero no parece que vaya por ahí la cosa. O sea, más bien parece que ya se están convencidas de que todas las que piensan distinto y hacen las cosas distinto son una rancias. Ellas hablan del feminismo antiguo. A veces hablan de «feminismo clásico». Pero todo esto que apadrina la señora Montero y la señora Pam

R.- De las cuales no volveremos a oír hablar jamás cuando no estén en el poder. Porque, ¿qué saben hacer? ¿Qué capacidad de incidencia real tendrán en el momento en que no dispongan del poder que les ha otorgado toda la ciudadanía, y no para hacer,  precisamente, lo que están haciendo? En nuestro Parlamento hay 350 diputados, y hay menos de 37 imponiendo estas políticas.

P.- ¿Quién es el principal responsable de eso?

R.- Quien los deja gobernar…

P.- Se refiere a Pedro Sánchez…

R.- La democracia es un sistema presidido por valores. Lo cual quiere decir: no puedes ir más allá de lo que es razonable conceder por detentar el poder o por quedarse con el poder. Hay momentos en que hay que saber decir «hasta aquí he llegado», o «eso no se puede hacer, o no se debe hacer». Y si ni siquiera mutilar cuerpos sanos les preocupa, ¿qué más les va a preocupar?

P.- ¿Se ha sentido usted represaliada o acusada de LGTBIfoba por decir y escribir cosas como éstas?

R.- La fobia es una enfermedad, dentro de un orden. Hay fobias que puedes ver en bebés, por ejemplo.  Si les enseñas algo que tenga apariencia serpentina, se desatará una conducta de pánico, miedo, gritos. Una fobia es algo muy parecido a eso. Los síntomas de las fobias son los siguientes: temblor de rodillas, sudoración de manos. La gente que, por ejemplo, tiene fobia a los aviones es fácilmente distinguible. Eso es una fobia. Ahora, cuando en publicidad usamos la palabra fobia, eso es la utilización retórica de ese término. Y empezó con el término islamofobia, inventado por un gabinete de comunicación pagado por los ayatolás de Irán. Yo no me dejo engañar por según qué cosas y todo lo que acaba en ‘fobia’ me da igual, porque sé que es una manera de decir: «No quiero discutir, quiero que te calles, yo no voy a pelear». En cuanto a que las cosas tengan precio, pues claro que sí. Cuando uno hace cosas o toma posturas, sabe que arriesga cosas, pero hay que arriesgar, porque la democracia es muy exigente. No se puede contentar con ciudadanas y ciudadanos dispuestos a pasar por todo.

P.- ¿Qué ha arriesgado usted?

R.- Alguna que otra cosilla…

P.- ¿Por ejemplo, su salida del Consejo de Estado diría que es una represalia por su posicionamiento en contra de la ley trans?

R.- Usted nunca lo va a encontrar firmado de esa manera por quien podría hacerlo. Yo digo que yo sabía lo que era y que decidí que me daba igual, y que estoy muy orgullosa de haberlo hecho. Serví hasta allá donde pude. Y di siempre mi opinión hasta donde yo lo creía solvente. Sigo teniendo la misma opinión.

La filósofa Amelia Valcárcel. | Víctor Ubiña

P.- Por no hablar en nombre propio… Hay otras personas represaliadas por posicionarse contra la ley trans… Lidia Falcón es un ejemplo de ello… Expulsada de IU, con alguna que otra querella interpuesta contra ella por llamar ‘señor’ a un trans.

R.- Eso que llaman tránsito es absurdo. Es como si no hubiera esa cantidad de maneras en que cada individuo se expresa y que son tan distintas, sino que solo existieran las maneras tópicas. Si esa persona nos dijera: «Por favor, simplemente para mí, para no entrar de nuevo en el disconfort, quisiera ser llamada de otra manera», probablemente le diríamos que sí, que sería una razón entendible y compasiva. Pero decirle a alguien: «Cree en lo que no ves. Llámame lo contrario de lo que tienes delante»… Esto es antietológico. Es más fácil creer que se puede andar sobre las aguas que creer que no estoy viendo lo que veo. Y a mí no me gusta andar sobre las aguas, y a la mayor parte de la gente tampoco. Tenemos a un grupo que no está aceptando el debate, que se está comportando como un lobby, un lobby poderoso y a veces violento, que no quiere el diálogo común, quiere imponer su punto de vista. Y como demócratas, no hay que aceptar eso.

P.- ¿Cree usted que hay vuelta atrás a esas políticas como la ley trans?

R.- Desde hace largo tiempo, creo que fue necesario ver que las leyes que se hacen sin verdaderos fundamentos acaban sin ser usados.

‘Ley trans’: «Quitad las manos de las criaturas»

P.- En el caso de España sí se están usando

R.- Ya veremos cuánto, hasta dónde, cómo y con qué resultados. En este momento me paro solo en un sitio: «Quitad las manos de las criaturas». A mí que una persona de 18  años en adelante se declare lo que sea, me guste o no me guste, lo entiendo. Pero ¿qué pasa cuando compruebas que ha subido un 5.000% el número de niñas que dicen necesitar una mutilación? ¿Qué es esto? ¿No sabemos lo que es el contagio social? ¿Dónde se han ido a parar todos aquellos casos de anorexia? Ya no está de moda la anorexia. Tenemos un buen sustituto. Hay que estar mucho más vigilantes. La democracia es lo más precioso que tenemos.

P.- Entonces, ¿esta generación, o parte de ella, está sometida a la «moda» del género y la autodeterminación del mismo? ¿Entiende que la cuestión de género es algo equiparable a la época de los hippies, de las drogas, de la anorexia…?

R.- Esta generación cree -y cree, con razón- que el sexo no es una horma cerrada que no quepa interrumpir y que cada individuo humano en una sociedad abierta tiene derecho a manifestarse como quiera en relación a sus preferencias sexuales, a su capacidad de amar a alguien y en las formas que desee, siempre y cuando se cumplan dos condiciones: la edad requerida y el consentimiento. Antes de la edad requerida, no. Sin consentimiento, tampoco. Eso es el consenso al que yo creo que henos llegado. Esta generación cree que eso es verdad, sí. Pero lo que el lobby queer cree no es eso.

P.- El lobby queer plantea que tú decides cuál es tu género y además eres la máxima autoridad a la hora de certificarlo jurídicamente…. ¿Es así?

R.- Tampoco exactamente… Pero la ley, tal como salió aprobada con este Gobierno que tenemos actualmente, solo exige que alguien vaya y proclame que es una cosa u otra, lo cual no pasaría de ser bastante extraño, si eso no tuviera consecuencias. Me explico: si yo -hombre biológico- me autoproclamo mujer, y por lo tanto, quiero entrar en las competiciones deportivas de las mujeres con una evidente ventaja física; entrar en los puestos reservados para mujeres en las listas políticas; puedo entrar en los espacios de seguridad y reserva de las mujeres, tanto en espacios públicos como institucionales, desde cuartos de baño a cárceles. Esa parte segunda del programa no ha sido hecha explícita y nadie lo ha firmado. Y no se sigue de la primera.

P.- ¿No es la consecuencia lógica, si alguien tiene la potestad jurídica de autodeterminarse?

R.- El asunto es quién ha presentado una ley que es como es, y quiénes han ayudado a que esa ley se apruebe. Tiene todavía mucho que pensar…

P.- La ley la ha hecho la señora Irene Montero,  ministra de Igualdad hoy en funciones…

R.- No creo a la señora Montero capaz de escribir nada, ni siquiera la ley trans.

P.- En todo caso, quien la ha amparado es el PSOE de Pedro Sánchez, ¿no?

R.- Da la impresión…

P.- Usted como socialista, que ha sido y es. ¿Es de las que piensan que este PSOE ya no es el que fue, con Felipe González, por ejemplo?

R.- A lo largo de la historia del PSOE, el partido ha tenido muchas incidencias notables y algunas han sido, por raro que nos parezca, peores que ésta todavía. Por lo tanto, en la capacidad de ajustarse lo justo… ésta no ha sido una de sus mejores decisiones. Pero toda decisión es reversible.

«El feminismo no tiene más remedio que entrar en el debate trans, porque es un intento de suplantación»

P.- Recomendaría usted la lectura de su libro La civilización feminista a esas chicas jóvenes adolescentes…

R.-No es un libro para principiantes. Por lo tanto, su recomendación no puede ir al sector al que corre más peligro. El feminismo no tiene más remedio que entrar en el debate trans porque es un segurísimo y serio intento de suplantación del feminismo por otra cosa que no lo es, cuya la agenda es contraria. Pero lo que yo quiero marcar con este libro es que estamos en un trance de cambio civilizatorio. Y en este trance, ¡claro que estas turbulencias se pueden dar! De hecho, se están dando, pero eso no es lo que marca el tiempo que estamos, sino la enorme capacidad de innovación que la libertad de las mujeres introduce en nuestras sociedades.

Esther Jaén y Amelia Valcárcel. | Víctor Ubiña

P.- Quizás España va un poquito por detrás de otros países…

R.- España ha padecido una dictadura relativamente larga donde hubo un gobierno prácticamente católico. Venimos de ahí y ya tenemos una cierta experiencia acumulada. No pasa nada. Hay sucesivas ofensivas contra el feminismo. Hubo una gran ofensiva intelectual contra el feminismo, que se llevó a cabo nada menos que con la irrupción del psicoanálisis como forma de explicar el «yo». Eso sí que fue verdadera irrupción intelectual. Esto ahora no tiene la categoría de una irrupción intelectual. De hecho, si la tuviera, no se vería el feminismo prácticamente teniendo que abaratar el discurso para que lo puedan entender los cabecillas del delirio.

«El feminismo no es solamente una rebeldía»

P.- Pues ese discurso lo han comprado más gente de la que quizás podríamos imaginar, ¿no?

R.- Pero la sociedad camina por otro sitio. La mayor parte de los verdaderos problemas que las mujeres tienen siguen abiertos, y es voluntad de las mujeres como ciudadanos y de muchos varones que eso se cierre bien. La democracia o avanza o no es capaz de superar estrés. El feminismo se juega globalmente. Es nuevo y es civilizatorio. El feminismo no es solamente una rebeldía, es una manera de entender los fines sociales generales. Y desde luego, no es transhumanismo. Es un humanismo informado, pero ahí se tiene que quedar.

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