El sanchismo, vario e interino
Con todo, lo peor del sanchismo no es Sánchez, sino las bases búlgaras que por menguantes que sean nos mangonean el poco futuro que tenemos
Con todo, lo peor del sanchismo no es Sánchez, sino las bases búlgaras que por menguantes que sean nos mangonean el poco futuro que tenemos
«Iglesias, Rivera y Casado han terminado haciendo lo mismo, pero peor: son meros aprendices de Sánchez. Es la ventaja que tiene Sánchez sobre ellos: entre todos los Sánchez, es ‘el’ Sánchez»
«De Ciudadanos ya no se puede decir que sea un partido primordialmente anti-nacionalista ni regenerador: Ciudadanos es, ante todo, anti-sanchista»
La lista de 2018 contiene cuatro palabras, ‘micromachismo’, ‘fake news’, ‘procés’ y ‘posverdad’, que ya figuraban en la de 2017.
El otoño catalán de 2017 constituye ya uno de los episodios más destacados de nuestra historia democrática y la mayor crisis institucional desde la aprobación de la Constitución, hace ahora 40 años.
Hace apenas un mes, el socialista francés Benoît Hamon, tras constatar los resultados de la primera vuelta de las presidenciales que le dejaban fuera de la contienda, y sabedor de la postrera dicotomía Macron o Le Pen, pronunció algo importante: «Hago una distinción total entre un adversario político y una enemiga de la República». Jean-Luc Mélenchon fue incapaz de decir algo parecido y enmudeció, como lo hicieron también, en España, los dirigentes de Podemos.
Acaso la clara victoria del sanchismo pueda explicarse recurriendo a los términos antropológicos utilizados por Freud: el tótem y el tabú. Lo que ha hecho Sánchez es invocar un tótem capaz de unificar a la tribu y denunciar la violación del tabú por parte de sus rivales internos. El tótem es la integridad ideológica del partido, definido por su oposición a la derecha; el tabú, el entendimiento con esa misma derecha.
Se trata de salvar al PSOE, se trata de salvar a España, y esta retórica legionaria es la que mejor le viene a Susana, Virgen de pescadores a la que le apuntan los milagros de que salga el sol y el viento se achante. Aunque no lo parezca, sí va llegar entre olas y delfines a un PSOE hecho su verbena. Tiene poder orgánico y simbólico: el de la federación más poderosa, el del último PSOE ganador que queda en el país, el de la dinastía de un socialismo como egipcio por lo antiguo y religioso.
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