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Israel: un milagro hi-tech que floreció en medio del desierto

El Estado de Israel celebra este año los 70 años de su fundación. David Ben Gurión solía decir “En Israel, para ser realista debes creer en los milagros”.

Israel: un milagro hi-tech que floreció en medio del desierto

Reuters

“En Israel, para ser realista debes creer en los milagros”. Esta afirmación, lanzada por el mítico primer ministro israelí David Ben Gurión, quien proclamó la independencia de Israel el 14 de mayo de 1948, es quizá sólo en apariencia paradójica.

Un país pequeño, relativamente joven, árido, sin recursos naturales, poblado con inmigrantes venidos de los más diversos confines, democrático y rodeado de dictaduras, con unas cuantas guerras a cuestas, una tensa calma con sus vecinos y un conflicto no resuelto con los palestinos ha sido considerado la octava potencia, de acuerdo con el ranking elaborado el año pasado por la revista The American Interest, por ser un “poder en ascenso con un impacto creciente en los asuntos mundiales”.

Hace 70 años no era más que un sueño; hoy, una nación start-up de tecnología y conocimiento. Los kibutz, comunidades predominantemente agrícolas y cooperativistas de producción y consumo en las que confluyeron el sionismo y el socialismo, tuvieron un rol esencial en el naciente Estado y forjaron su economía, basada fundamentalmente en la exportación de naranjas y en la actualidad impulsada por el mundo hi-tech.

Sabían que ese territorio largo y angosto, equiparable en tamaño a la Comunidad Valenciana, era en un 60% puro desierto. Por más creyentes que fueran, no podían esperan a que el maná cayera del cielo; había que arar, nunca mejor dicho, en el desierto hasta “milagrosamente” hacerlo florecer. 

Ante la carencia natural, se antepuso el recurso humano hasta lograr desarrollar el riego por goteo, que sería utilizado luego en todo el globo, así como la desalinización y la reutilización del agua.

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Una soldado israelí hace un saludo frente a los nombres de los soldados muertos en 1948 durante la guerra de fundación del Estado de Israel en el Cementerio Militar del Monte Herzl | Foto: Nir Elias / Reuters.

 

Israel, que según el calendario hebreo celebra en abril su setenta aniversario, ha sido creadora por igual del sistema antimisiles llamado Cúpula de Hierro, capaz de interceptar proyectiles y hacerlos explotar en el aire, que del gel antimedusas; de la mayor torre de energía solar que del “ojo móvil” de los coches que contribuye a evitar accidentes de tránsito; de la primera mensajería instantánea, la cual permitió chatear en internet, que de la variedad más pequeña del tomate cherry, apodado gota, menor en diámetro que un shékel (moneda israelí).

En esta tierra descrita en la Biblia como “de leche y miel” las vacas producen más leche que en ninguna otra parte, pero no por obra de gracia, sino por la investigación y aplicación de métodos de alta tecnología que han inspirado proyectos en naciones como China, India o Vietnam.

Son muchos los avances. El ser un país bajo constante amenaza, pues a lo largo de su corta historia distintos líderes árabes han lanzado su intención manifiesta de “borrar a Israel de la faz de la Tierra”, ha hecho que la ingeniería militar sea una prioridad.

Esta necesidad no ha impulsado sólo a Israel a transformarse en una potencia militar regional con uno de los ejércitos más avanzados tecnológicamente del planeta y en una de las pocas naciones dotadas, aunque no ha sido reconocido oficialmente, con armamento nuclear. También ha beneficiado el emprendimiento en otras áreas gracias, además, a que es permitido que los ingenieros apliquen sus tecnologías ideadas durante el servicio militar obligatorio a sectores “no conflictivos” y con uso comercial.

Tal es el caso de soluciones de la vida moderna inicialmente incubadas en las Fuerzas de Defensa de Israel o por expertos formados en sus filas, como los primeros lápices de memoria USB, el “cortafuegos” pionero de Check Point en seguridad informática o la píldora con cámara de vídeo que permite la visualización de los intestinos de un paciente y reemplaza a la molesta endoscopia.

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La Fuerza Aerea israelita se prepara para el show acrobático durante las celebraciones del 70 aniversario en Jerusalén | Foto: Ammar Awad / Reuters.

La herencia duradera

El mundo estaba en deuda tras el Holocausto con los judíos, un pueblo que vivió en el exilio durante dos milenios y que deseaba volver a la que considera su tierra sagrada, ancestral. Con un historial de expulsiones y tratados como parias, los hebreos sabían que lo único que podrían llevarse consigo siempre y que nadie podría arrebatarles era la educación, la misma a la que apostaron al levantar el país, al punto que el llamado “Pueblo del Libro”, que le dio un renacer al hebreo como idioma nacional, se ubica en la actualidad entre las naciones más alfabetizadas y con mayor porcentaje de universitarios.

No es de extrañar que su primer presidente y líder por años del Movimiento Sionista Mundial haya sido un científico: Jaim Weizman, fundador del instituto de investigación que llevaría su nombre y que junto con el Technion y la Universidad Hebrea de Jerusalem han sido responsables de buena parte de las innovaciones.

La inversión en investigación y desarrollo en relación con el PIB de Israel sobrepasa al de los demás países, por lo que lo sitúa a la cabeza de las naciones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico; eso sí, los recursos son destinados sobre todo a un único rubro: la alta tecnología, sector que emplea a 9% de los trabajadores.

Desde instancias como la Oficina del Jefe Científico y luego la Autoridad de Innovación se ha fomentado el desarrollo tecnológico mediante el apoyo a emprendimientos, la inversión en investigación y desarrollo en el sector privado. El Foro Económico Mundial ha ubicado a Israel entre los diez países más innovadores.

La nación start-up

En Start-up nation: La historia del milagro económico de Israel, best seller publicado en 2009, Dan Senor y Saul Singer abordan las claves del exitoso modelo israelí que le ha permitido tener el mayor número de estas empresas emergentes per cápita en el mundo, superando a Japón, China, Corea, Canadá y Reino Unido.

Israel ha logrado convertirse en la segunda potencia tecnológica, después de Estados Unidos, tanto que se habla del Nuevo Silicon Valley, del Silicon Wadi e incluso del Silicon Valley de Silicon Valley.

La nación hebrea cuenta con más compañías de alta tecnología en el Nasdaq que toda la Unión Europea.

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Matam High-Tech Park es el parque tecnológico más grande y antiguo de Israel y está localizado en la entrada de Haifa. | Foto vía Wikipedia.

 

Ostenta la mayor tasa en inversión extranjera en comparación con el PIB, siendo Estados Unidos la fuente principal. IBM fue el primer gigante tecnológico que escogió Israel para abrir su primera instalación de investigación y desarrollo fuera de territorio estadounidense. Microsoft, Google, Apple, Intel, Motorola, Cisco, Daimler y General Motors, entre otros, también han dispuesto allí plantas o centros de este tipo.

A su vez, Israel exporta start-up tecnológicas. Entre sus grandes éxitos empresariales destaca Waze, la aplicación de tráfico en tiempo real, que fue vendida a Google por una cifra cercana a los 1.000 millones de euros en 2013.

Ese mismo año, por ejemplo, Apple adquirió por 245 millones de euros la compañía israelí PrimeSense, responsable del sensor 3D de Kinect; IBM pagó poco menos de 1.000 millones de euros por la firma de soluciones contra virus y fraudes informáticos Trusteer y Facebook adquirió por más de 110 millones de euros la empresa de análisis de consumo de datos móviles Onavo.

El récord fue batido el año pasado con la compra que hizo Intel, por más de 14.000 millones de euros, de Mobileye, empresa puntera israelí fundada en 1999 para el desarrollo de sensores y componentes electrónicos que facilitan la conducción de coches autónomos, pasando a ser la mayor adquisición empresarial por parte de una compañía extranjera en la historia de Israel.

De lo difícil a lo imposible

En una exclamación de júbilo encerrada en una sola palabra, bíblica por demás, “aleluya”, se enmarcan los festejos del setenta aniversario de Israel, para los cuales ha sido escogida la canción con ese nombre con la que Israel ganó por segunda vez consecutiva el Festival de Eurovisión en 1979, superando a su rival de España, Betty Missiego, gracias al voto final curiosamente dado por el jurado español y que tanta polémica despertó.

Una nueva versión de ese clásico será interpretada en la celebración oficial por la propia Gali Atari, aunque en lugar del grupo Milk & Honey estará acompañada por Eden Ben-Zaken, quien llegó en segundo lugar en la edición israelí del concurso Factor X.

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Celebraciones en Ashkelon. | Foto: Amir Cohen / Reuters.

 

Las 70 horas de celebraciones, cuyo costo ronda los 25 millones de euros, se inician el 18 de abril con el encendido de doce antorchas en el Monte Herzl, en conmemoración a las doce tribus de Israel, e incluirán un desfile de fuegos artificiales y una fiesta nocturna que se extenderá de Tiberíades a Eilat a lo largo de 70 kilómetros, así como danzas en las calles que rememorarán aquellos bailes espontáneos avivados al proclamarse el nacimiento del Estado.

La conmemoración no se ha visto exenta de cuestionamientos, como los suscitados en torno a la insistencia del gobierno por lograr que el primer ministro, Benjamín Netanyahu, ofreciera un discurso en la ceremonia inaugural, honor que tradicionalmente sólo es reservado al presidente del Parlamento (Knéset), o las críticas al logo de los festejos tachado por algunos de “old fashion” y que poco hace honor al eslogan de “un legado de innovación”.

Los notables avances de Israel en el ámbito de la tecnología contrastan con los desafíos que afronta, por ejemplo, con la creciente tensión en su sociedad polarizada entre ultrarreligiosos y laicos.

Además, debe acabar de resolver un problema fundamental: el conflicto con los palestinos, que hunde sus raíces en la fundación misma de la nación hebrea. Como también dijera David Ben Gurión, padre de la patria: “Las cosas difíciles las hacemos inmediatamente. Las imposibles tardan un poco más”.

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