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Riane Eisler: «En los sistemas de dominación, o dominas o eres dominado, y existe una alternativa que funcionó durante miles de años, la colaboración»

Capitán Swing reedita en español ‘El cáliz y la espada’, un texto revolucionario que hace 35 años demostró que, antes de imponerse el modelo dominante y patriarcal, diversas culturas neolíticas basadas en la colaboración prosperaron y convivieron de manera pacífica durante miles de años. Hablamos con su autora, Riane Eisler, de cómo se construyen los roles de género y las relaciones entre hombres y mujeres en ambos modelos para imaginar un futuro mejor

Riane Eisler: «En los sistemas de dominación, o dominas o eres dominado, y existe una alternativa que funcionó durante miles de años, la colaboración»

Maniraj Madishetty | Unsplash

En 1987 la académica y activista social Riane Eisler (Viena, 1937) publicó El cáliz y la espada, un ensayo multidisciplinar que a través de abundantes evidencias arqueológicas, antropológicas e históricas demuestra que las sociedades patriarcales, jerárquicas y violentas no son la única forma de organización posible entre los grupos humanos. Pues en la Prehistoria, y durante miles de años, prosperaron diversas y avanzadas culturas basadas en la cooperación, la inclusión y la participación: desde Hacilar y Catal Hüyük en la Península de Anatolia a la denominada Vieja Europa o la Creta minoica. 

Las numerosas imágenes de la deidad como mujer en el arte antiguo, los mitos que hablan de un tiempo anterior donde la Humanidad coexistía en armonía, los textos históricos y religiosos que posteriormente enfrentan esta realidad al nuevo orden y sus dioses, e infinidad de hallazgos arqueológicos sostienen las tesis de Eisler, que en su libro señala cómo y cuándo se produjo el cambio: hace unos 7.000 años, con la llegada de pueblos invasores que impusieron la guerra, la crueldad y la destrucción como métodos de dominación. 

Partiendo de estas evidencias, Eisler propone un nuevo marco conceptual centrado en los roles de género y cómo las sociedades construyen las relaciones entre hombres y mujeres, para examinar nuestra Historia: desde Mesopotamia y Grecia a la Guerra Fría. Su innovador análisis fue tildado por el antropólogo y humanista Ashley Montagu como «el libro más importante desde El origen de las especies de Darwin». Y 35 años después, El cáliz y la espada vuelve a las librerías con una nueva edición en castellano de Capitán Swing. 

Coincidiendo con la publicación, su célebre autora charla con The Objective sobre la expansión de sus ideas, los muchos descubrimientos que en estas tres décadas han cimentado sus propuestas, cómo durante años se nos ha hurtado este conocimiento, ya sea porque los intelectuales no eran capaces de verlo o directamente porque preferían ignorarlo, las tensiones o los avances que a lo largo de la Historia se han producido entre los sistemas dominantes y de colaboración y, quizá lo más importante: cómo es posible construir un mundo verdaderamente igualitario observando a las sociedades neolíticas que adoraban a las diosas y dedicaban sus recursos a la creación en vez de al caos y el sometimiento de los otros, ya fueran estos definidos por su sexo, su religión, su origen étnico, su orientación sexual o su identidad de género.

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Foto cedida por la entrevistada.

Después de leer su libro uno se siente engañado por los historiadores, los científicos y los biólogos que, todavía hoy, defienden que la violencia y la dominación son inherentes al ser humano e incluso la clave de nuestra evolución. ¿Por qué fue tan importante, y cuando publicó El cáliz y la espada también revolucionario, demostrar que se equivocaban con la enorme cantidad de evidencia que ofrece en su libro?

Realmente creo que hemos sido engañados, pero también creo que los propios historiadores han sido engañados. Yo recuerdo que un día me levanté y me di cuenta de que no había prácticamente nada en todos mis años de supuesta educación superior por, sobre o para personas como yo, mujeres. Eso para mí fue una señal de alarma de que algo no estaba siendo contado y, por supuesto, es la historia de la mitad femenina de nuestra especie. Y hoy sabemos que la historia de las personas que no se identifican con ser un hombre o una mujer también ha sido eliminada, aun cuando siempre han estado ahí. 

La gente que lee El cáliz y la espada me dice que tiene muchos momentos en los que piensa ¡ajá! cuando de repente lo que no tenía sentido, tiene sentido. Como el pasaje de La Biblia de Jeremías donde dice estar muy enfadado porque las mujeres de Israel están haciendo pasteles para la Reina del Cielo otra vez. Y la respuesta es, ¿por qué no iban a hacerlo si antes, cuando hacían esos pasteles, tenían más paz y prosperidad? Pero teníamos visión en túnel: nos habían enseñado a ni siquiera ver qué se nos está diciendo realmente. 

¿Y cómo comenzó usted a redescubrir o reinterpretar todas esas historias que apuntaban a un pasado donde las organizaciones sociales habían sido, utilizando su terminología, más colaborativas y menos dominantes?

Yo diría, primero, que teníamos pistas de estos tiempos anteriores, pero nos han lavado el cerebro, hemos sido socializados de forma que no podíamos verlas. Por eso cuando los arqueólogos encontraron las llamadas Venus, unas figuras estilizadas que no tenían cara, con cuerpos femeninos de grandes pechos, posiblemente embarazadas y con una vulva con forma afilada, tenían que encontrar la manera de que encajaran en la visión predominante. Entonces, al preguntarse qué eran, primero dijeron que era pornografía (ríe). Luego que quizá eran signos de un culto a la fertilidad, porque a los sistemas de creencias que no son los nuestros los llamamos cultos en vez de religiones. Y a continuación, que eran muñecas, y piensas, ¿realmente darías estas figuras a un niño? 

Además, hay figuras como la Venus de Laussel, que está tallada en la entrada de una cueva santuario, que cuenta una historia muy interesante. En una mano tiene un cuerno de bisonte con 13 muescas, que son los ciclos lunares, pero en la ausencia de luz son también los ciclos menstruales de las mujeres. Y con la otra mano está apuntando hacia una vulva muy afilada. Así que, evidentemente, no sabemos la naturaleza exacta de los ritos que tuvieron lugar en esa cueva santuario, pero tienen que ver con el poder de las mujeres para menstruar y proporcionar sustento a un niño recién nacido. Pero los arqueólogos no podían verlo. 

Los mitos o los textos religiosos muchas veces son menospreciados como fuentes históricas, pero usted también las utiliza, como en el pasaje que citaba de Jeremías, descifrando los significados que ocultan. ¿Qué historias le llamaban a usted la atención y por qué quiso investigarlas?

Recuerdo de niña que era muy curiosa y quería saber por qué en la historia de Adán y Eva, Eva pediría consejo a una serpiente porque normalmente no hacemos eso. Y nadie quería hablar de eso. Luego la Biblia dice, a partir de ahora las mujeres estarán subordinadas a los hombres, y yo quería saber cómo era la vida antes del a partir de ahora. Y nadie quería hablar de eso. Pero en mi investigación me di cuenta de que la serpiente no es solo un símbolo de la regeneración de la vida porque periódicamente muda de piel sino que también era un símbolo de la profecía oracular. En la Antigua Grecia, que ya era bastante androcrática y dominante, el oráculo de Delfos era todavía una sacerdotisa que trabajaba con una pitón, una serpiente. Y si miras las figuras minoicas [conocidas en castellano como la Diosa de las serpientes] ves exactamente eso: diosas o sacerdotisas con serpientes en los brazos en un oráculo. 

Todo eso respondía a mis preguntas: hubo un tiempo en el que las mujeres estaban consideradas muy importantes no solo porque podían dar vida, sino porque estaban asociadas al conocimiento oracular, entonces no era accidental, en términos de la antigua realidad, que Eva preguntara a la serpiente. La nueva realidad, por supuesto, también aparece reflejada en esa historia porque, de repente, es un pecado, un crimen terrible, que una mujer busque la sabiduría de manera independiente. Y nos dicen que tenemos que confiar en lo que nos dicen que tenemos que pensar y que no tenemos que buscar el conocimiento por nosotras mismas.

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Venus de Laussel | Foto de la original exhibida en el Museo de Bordeaux | Wikipedia bajo CC BY 3.0.

En estas tres décadas nuevos hallazgos han venido a darle la razón, pero estos avances siguen siendo muy lentos.

Así es. Por ejemplo, cuando se reanudaron las excavaciones de Catal Hüyük el arqueólogo Ian Hodder escribió algo extraordinario en un artículo de Scientific American: que no había signos de que las mujeres estuvieran subordinadas a los hombres. Las universidades necesitan incluir esto en su currículum, pero no solo en una clase de arqueología, que poco a poco se está haciendo, sino que debería incluirse en sociología, ciencias políticas o psicología. Mi trabajo es muy multidisciplinario, que es la dirección en la que estamos yendo en las universidades, pero a un paso glaciar. Solo hace 50 años empezamos a tener estudios de la mujer, del hombre, de género o queer. Creo que estamos empezando a cambiar conciencias, pero no va a ser fácil. Y también debe haber una demanda de conocimiento por parte de la sociedad.

Justamente, este conocimiento no parece llegar al público en general y solo los académicos saben de muchos de estos hallazgos. Por poner un ejemplo extraído de su libro, ¿por qué los niños no aprenden desde el colegio que las mujeres fueron las autoras de las pinturas rupestres?

Ese es nuestro reto. Cuando estás en la universidad eres recompensado por aprender el antiguo canon. Por ejemplo, resulta extraño, objetivamente hablando, llamar Humanidades a una disciplina que excluye las voces de la mayoría de la humanidad, las mujeres y los niños. Estamos hablando de cambios en la percepción y la conciencia. Y las personas que crecen en ambientes dominantes, a través de la familia, la educación y la religión, realmente aprenden a negar estas posibilidades. Ahí tenemos el negacionismo del cambio climático, de los resultados de las elecciones o de la Covid-19. Y lo que yo llamo pensamiento dentro y fuera del grupo, que es la desviación del miedo y el dolor al grupo del otro, ya sea este otro de una raza o religión diferente o las mujeres. Como en las historias de Eva y Pandora, donde todos los males de la Humanidad son nuestra culpa. 

La cuestión es que llevamos miles de años siendo programados para someternos a estos sistemas y pensar no solo que son la mejor opción, sino la única posible. Siendo así, ¿cree que es posible transformar estas ideas y construir un futuro mejor?

Es muy difícil porque nos enseñan esto antes de que nuestro cerebro se haya formado completamente, mucho menos nuestra capacidad crítica, pero precisamente por eso es importante mantener el espíritu de este libro vivo. El mensaje de Cáliz no es solo que hubo un tiempo donde las sociedades estaban más orientadas a la colaboración, es que podemos cambiar. En los últimos siglos con las dislocaciones de la revolución industrial y ahora las dislocaciones hacia la sociedad postindustrial las personas están desafiando el pensamiento antiguo, y siempre es lo mismo, la tradición de la dominación. Las revoluciones del siglo XVIII desafiaron el derecho divino de los reyes a gobernar, el feminismo desafía el derecho divino de los hombres a gobernar sobre mujeres y niños, los abolicionistas, los defensores de los derechos civiles o el movimiento Black Lives Matter desafían que exista una raza superior sobre otra inferior, los movimientos ecologistas desafían la conquista y dominio de la naturaleza. La Covid-19 debería ser una oportunidad para no volver al terrible normal, sino construir un normal orientado a la colaboración.

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Imagen vía Capitán Swing.

En ese sentido, resulta muy ilustrativo cómo aplica el modelo dominación-colaboración a la Historia señalando cómo aquellos momentos en que las sociedades tendían hacia modelos más igualitarios eran también las épocas en que las mujeres disfrutaban de mayores libertades. ¿Por qué todos fracasaron o terminaron siendo absorbidos por la corriente dominante, como en el caso de las enseñanzas de Jesús?

Era un movimiento que predicaba enseñanzas digamos femeninas o suaves: el cuidado, la no violencia, haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti, e incluyó a las mujeres y a los niños. Eso fue realmente revolucionario. Tuvo lugar, además, en una época en la que en el Imperio Romano hubo movimientos entre las mujeres más poderosas, que demandaban una educación, e incluso rebeliones de esclavos. El problema es que en esta y otras ocasiones hemos descuidado la construcción de unos cimientos sólidos para los sistemas de colaboración. 

¿Y por dónde cree que deberíamos empezar a trabajar?

No es simple, pero de algún modo sí es simple: una vez utilizas la lente de la escala dominación-colaboración y ves la importancia del género y la construcción de las relaciones sociales, el relato empieza a cambiar. No es coincidencia que en la España de Franco, la Alemania de Hitler, el Irán de Jomeini o el Afganistán de los talibanes siempre sea la principal prioridad imponer o mantener un modelo de familia rígidamente masculino, dominante, autoritario y muy punitivo en el que las mujeres y los niños no tienen voz. 

Una de las lecciones de este trabajo es que el estatus de las mujeres en una sociedad no es solo muy importante para las mujeres, sino que es un tema clave a nivel económico y social porque tenemos un sistema oculto de valores de género donde no solo las mujeres, sino cualquier estereotipo considerado femenino como cuidar o la no violencia, es devaluado. Los movimientos progresistas actuales se centran principalmente en desmantelar la cima de la pirámide de dominación, la política y la economía como son definidas convencionalmente. Pero he identificado cuatro pilares que debemos cambiar para realmente transformar la dominación en colaboración, ya sea en el este o el oeste, el norte o el sur, izquierdas o derechas. 

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Venus de Willendorf | Foto: Matthias Kabel vía Wikipedia bajo CC BY 2.5.

¿Y cuáles son estos cuatro pilares?

La infancia, el género, una nueva economía basada en el cuidado y la colaboración y, por supuesto, la historia y el lenguaje. Sobre la infancia, ahora sabemos, gracias a la neurociencia, que las partes de nuestro cerebro que nos permiten ver cambios están menos desarrolladas en las mentes de las personas que han sido socializadas en sistemas de dominación, es decir, terminan viendo los cambios, pero requiere mucho más tiempo. Por eso es esencial empezar por trabajar con los niños. Como comentaba antes, es evidente que los sistemas regresivos conocen la importancia de cómo se construye el género para mantener estos sistemas, pero la mayoría de los progresistas no tienen en cuenta estos temas y los consideran cuestiones de mujeres.

Luego, necesitamos movernos hacia una economía del cuidado y la colaboración. Nuestro objetivo debe estar en cuidar a las personas desde que nacen y cuidar de la naturaleza, y esto requiere que cambiemos nuestra forma de pensar y vayamos más allá del capitalismo o el socialismo, que no incluyen en el reino de la economía los tres sectores que sostienen la vida: la economía natural, la economía del voluntariado comunitario y la economía familiar. Y necesitamos un nuevo lenguaje porque canaliza nuestro pensamiento. Debemos centrarnos en estas cuestiones, como los regresivos hacen, por ejemplo, al hablar apropiarse de términos como libertad, cuando esa libertad es solo para aquellos en el poder, ya sea en la familia o en el estado para hacer lo que quieran. Esto se ve en la gente que no quiere llevar mascarillas o vacunarse: es una declaración política que dice no me importas, voy a hacer lo que quiera, eso es para mí la libertad. Resumiendo, necesitamos un nuevo sistema de valores y eso significa reexaminar los roles de género y las relaciones. Pero hoy el cambio se está acelerando.

En El cáliz y la espada ya anticipaba una encrucijada entre el avance de las posiciones colaborativas, por ejemplo, a través del feminismo, y la reacción de los sistemas dominantes para perpetuarse, ya sean los partidos de ultraderecha o los movimientos religiosos extremistas. ¿Cómo cree que deberíamos reaccionar a este violento contraataque?

Creo que deberíamos estar preocupados porque el verdadero problema para nuestro futuro, y esto está muy claro en Cáliz, no es entre derecha o izquierda, religioso o secular, occidental u oriental porque hay regímenes dominantes en todos los espectros. Estas categorías marginalizan o directamente ignoran a la mayoría de la Humanidad y son el producto del pensamiento dominante. Por eso es vital que reconozcamos que la verdadera lucha está en la configuración colaborativa. 

Respondiendo a tu pregunta, no creo que podamos ignorar estos movimientos regresivos, creo que tenemos que deconstruirlos y reconstruirlos. En estos sistemas la diferencia se equipara con ser el enemigo, con ser alguien a quien tienes que controlar, es parte de la mentalidad dominadora. Así que tenemos que trabajar juntos y la única manera de hacerlo es tener claras las configuraciones de dominación y colaboración. 75 millones de personas votaron a Donald Trump. Eso es algo preocupante, pero están jugando a seguir al líder. Si cambiamos a las figuras que ejercen el liderazgo, hay formas de intervenir.

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Foto cedida por la entrevistada.

¿Y cómo se imagina este futuro colaborativo?

En los sistemas de dominación solo hay dos posibilidades: o dominas o eres dominado. Y existe una alternativa que es la colaboración. Funcionó mejor durante miles de años y hoy hay un movimiento en esta dirección. El ecologismo, la justicia social, la justicia económica, los movimientos LGTBI, de mujeres o de liberación negra, todos forman parte de lo mismo: el movimiento hacia la configuración de colaboración y más equidad e igualdad en la familia o el estado. Por supuesto, no es necesaria la violencia y el abuso. Siempre habrá violencia y abusos, pero no serán necesarias para mantener unas jerarquías, basadas además en las diferencias. Tenemos que cambiar nuestra narrativa de manera que sepamos que hay una alternativa. 

Toda sociedad necesita padres, profesores, directores, líderes, pero tenemos una jerarquía de dominación donde la responsabilidad, el respeto, el beneficio o la transparencia solo fluyen de abajo arriba, no de arriba abajo; frente a un sistema basado en la colaboración, donde la jerarquía depende de la autorrealización [como en la pirámide de Maslow]. No solo tenemos que mostrar los problemas, sino que tenemos que ofrecer una alternativa. En tiempos de cambios rápidos la gente está más cómoda con lo conocido. Nuestro trabajo es mostrar que podemos construir algo mejor y que es posible, ese es el primer paso. Y el segundo paso es identificar los componentes que mencionaba antes. 

Tres décadas después de publicar su libro, ¿existen razones para mantener la esperanza?

Yo soy realista. Biden está hablando de infraestructura humana, un término que yo acuñé en 2007 con mi libro La verdadera riqueza de las naciones. Está hablando de la economía del cuidado, aunque sea apropiándose de él e ignorando buena parte de su contenido, pero al menos está usando el nuevo lenguaje. Estamos viendo incluso al nivel de liderazgo un pensamiento fresco. Y esto es un proceso. 

En mi último libro, Nurturing Our Humanity (2019), presento y detallo evidencia de la neurociencia que indica que no solo somos capaces de una gran consciencia, cuidado y creatividad, sino que las áreas del cerebro del placer se iluminan más cuando compartimos y cuidamos que cuando ganamos o dominamos. No solo nos han dicho una historia falsa sobre nuestro pasado, sino que también nos han contado una historia muy distorsionada sobre la naturaleza humana. 

Los sistemas económicos, sociales y familiares son creaciones humanas, así que podemos recrearlos con la configuración de la colaboración. Los jóvenes en particular, y gente mayor como yo, estamos empezando a ver el mundo de otra manera. Y esto es lo que hace mi trabajo: ofrece una nueva visión del mundo, una visión muy antigua realmente, pero una nueva posibilidad para nuestro futuro.

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