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Sociedad

El rostro del hambre en Venezuela

El lado pernicioso de la dantesca realidad que es el hambre afecta hoy a millones de venezolanos. Algunos de ellos nos muestran su rostro famélico

El rostro del hambre en Venezuela

Daniel Hernández | El Estímulo

Los gravísimos estragos del hambre en Venezuela se reflejan en los cuerpos de millones de habitantes imposibilitados de nutrirse apropiadamente. En el último quinquenio el flagelo de la malnutrición va al galope, minando la salud de los ciudadanos y haciendo prever consecuencias desastrosas para las venideras generaciones.

Al menos 639.000 niños menores de cinco años padecen de desnutrición crónica. Una cifra alarmante y con tendencia acelerada de crecimiento, debido al deterioro económico generalizado.

El poder adquisitivo está en el suelo y las familias de escasos recursos sufren de malnutrición y, en el caso más doloroso, de desnutrición, en un país que hasta hace 20 años era una potencia petrolera por excelencia. La subalimentación en Venezuela pasó de 10,5 % en 2004 a 13 % durante el período 2014-2016. En 2017, 15,5 % de los niños de las comunidades evaluadas en un estudio padecía desnutrición aguda, y 20 % estaba en riesgo de desnutrición, según Cáritas.

Vicente Mijares. Vive en 5 de julio, Petare. | Foto: Daniel Hernández | El Estímulo

Más de seis de cada diez personas perdieron 11kg de peso involuntariamente en 2017, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi). 8,2 millones de personas ingieren solo dos o una comidas de mala calidad al día; 61 % de los encuestados se va a la cama con hambre y se reporta, adicionalmente, que 87 % de la población se encontraba por debajo de los índices de pobreza para el momento en que se hizo la encuesta. En sondeos más recientes, las cifras aumentan.

El consumo de proteínas y vitaminas es muy escaso, mientras se eleva la ingesta de carbohidratos. Ya resulta normal y cotidiana la compra de alimentos en dólares, lo que contrasta con la gran cantidad de familias que no perciben su salario en esta divisa. Sectores como la educación, la salud y los servicios públicos, remunerados en bolívares, son los grupos laborales más golpeados, porque son ingresos que no permiten comprar ni siquiera un décimo de un mercado familiar.

Genaro, vive en Yaracuy. Foto: María Mercedes Guevara. | Foto: Daniel Hernández | El Estímulo

Además de esta crisis económica, se suman las adversas condiciones generales de salud entre la población. Por ejemplo, la diabetes, que se ha incrementado debido al consumo desproporcionado y forzoso de carbohidratos.

Por otra parte, la situación de los ancianos que han quedado solos por la partida de sus familiares, que dejaron Venezuela en la diáspora, han quedado en situación de abandono, Muy pocos tienen garantizada la remesa para su manutención.

Ángel Escuela es un hombre de 59 años, trabaja como vigilante del urbanismo donde vive, en Paulo VI, municipio Sucre del estado Miranda. Es jovial y conversador. Vive solo y está desnutrido. En un tiempo, fue comerciante. Dice que pudo ver prosperidad en su hogar, pero así como conoció la buena economía, también vio llegar su declive con el gobierno de Nicolás Maduro. Cuenta que nunca tuvo sobrepeso, pero desde hace 4 años ha bajado 15 kilos. El sueldo no le alcanza para adquirir las proteínas necesarias para alimentarse bien. Su dieta se basa en carbohidratos. Ángel no es un adulto de la tercera edad,  todavía, pero su delgadez lo hace ver 10 años mayo.

El antes y después de Marcela Cisneros. Vive en Paulo VI

En el mismo sector vive una mujer de 60 años: Marcela Cisneros. Ella, sus hijas y nietos son de esas familias que no pueden comprar proteínas y llenan el estómago con carbohidratos. Algunos los obtienen de la caja CLAP, cuando les llega. Recibe una pequeñas ayuda del comedor de la escuela Raúl Leoni, de Paulo VI, por ser madre procesadora.  Marcela no tiene una desnutrición marcada en el cuerpo, pero no come bien. Dice haber perdido 15 kilos. Luce demacrada y sus ojeras son visibles. Una de sus vecinas, quién la ayuda en la comunidad, dice que la ha visto perder la velocidad mental que tenemos por naturaleza y eso es algo que le atribuye al hambre.

Vicente vive en la zona 5 de julio, en Petare, el barrio más grande de Venezuela

 

A ello se suman las enfermedades que aparecen durante la vejez, como le ha pasado a Vicente. Vicente tiene 73 años y vive solo. Su vivienda es una casa de bloque en el barrio 5 de julio de Petare. Utiliza una sonda uretrovesical posterior, pues presenta imposibilidad para orinar.  Debe practicarse un examen prostático  y no tiene el dinero para hacerlo.  «Todo es difícil y desde que llegó maduro al poder la cosa se hizo insostenible,  no me van a decir que no es así. Ese señor destruyó al país» dice Vicente con voz baja, pero llena de rabia y frustración.

No come bien. En realidad, casi no come. Cuando abre la nevera para mostrarla, solo se ve un huevo en ella y jarras con agua fría. El huevo lo conserva para el almuerzo del día siguiente.

Muchas personas intentan eludir el hambre levantándose tarde. Vicente no. Se para muy temprano, por su costumbre de hacerlo para salir a trabajar, como en  sus años productivos. Su desayuno es una taza de café. Ha perdido 17 kilos, siente una impotencia al levantar su camisa para mostrar su delgadez porque dice que no es justo que la mayoría de los ancianos venezolanos viviendo esta situación.

El antes y después de Antonio Quintana. Vive en Menca de Leoni, Guarenas

Antonio Quintana es un fotógrafo de prensa de Guarenas, estado Miranda. No es un anciano y trabaja para un medio nacional y para un organismo público. Sus ingresos no le alcanzan. En 5 años, su calidad de vida y la de su familia ha caído. Antes se redondeaba trabajando de noche en un puesto de comida rápida, pero eso ya no es rentable y ahora le toca más duro.

Pese a todo, dice conservar la fe. Ha rebajado 30 kilos. Relata que antes tenía un poco de obesidad, pero su cambio fue sorprendente. Ello se evidencia cuando muestra una fotografía de hace 10 años.

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