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Análisis

No esperen una paz justa en Ucrania

Pase lo que pase, Rusia seguirá siendo una potencia nuclear con el mayor ejército convencional de Europa

No esperen una paz justa en Ucrania

El jefe del Estado Mayor ruso, el general Serguéi Rudskói, declaró el pasado viernes que la «primera fase» de la llamada «operación militar especial» en Ucrania había sido «mayormente completada» y que a partir de ahora las fuerza rusas se concentrarían en «la liberación plena del Donbás»,  la región del este del país ya parcialmente ocupada por Moscú desde 2014. Sus palabras fueron interpretadas de inmediato como una rebaja de los objetivos de Rusia ante el estancamiento de sus tropas sobre el terreno. Una conclusión tal vez demasiado apresurada. El Kremlin no ha hecho pública de momento ninguna reevaluación general de la invasión y no se puede descartar que esa supuesta reducción de las operaciones solo sea una coartada para rearmarse, reagruparse y mejorar sus oportunidades para acabar con el enemigo o un simple intento de justificar ante los rusos su fracaso en el progreso de los combates. Rusia libra en Ucrania  una guerra de desgaste y no hay que olvidar que la I Guerra Mundial alternó periodos de estancamiento con otros de inusitada violencia. 

Ventaja de Ucrania

En cualquier caso, el conflicto entra en su segundo mes con una clara ventaja de Ucrania. El secreto de su éxito puede resumirse en la mayor moral y motivación de sus tropas y ciudadanos; la superioridad del liderazgo del presidente Zelenski y de sus jefes militares frente a la descoordinación del mando ruso y la falta de iniciativa de sus oficiales acostumbrados a esperar órdenes desde arriba; su mejor táctica tanto en el uso de las armas, desde el empleo combinado de misiles Javaline y Stinger y drones a francotiradores, como del terreno, buscando los puntos más vulnerables del Ejército ruso y, por supuesto, su victoria en la batalla de la información y de la narrativa internacional del conflicto. 

Sin embargo, la heroica resistencia ucraniana necesitará más y más armas de Occidente como clama cada vez con mayor desesperación Zelenski y el apoyo de sus opiniones públicas para sobrevivir como Estado independiente. Pese a que el presidente Biden haya calificado a Putin de «criminal de guerra» y afirmado que «no se puede permitir que permanezca en el poder»,  declaración corregida y matizada horas después por la Casa Blanca y su propio secretario de Estado, Antony Blinken, parece mucho más probable que en 2024 el dictador ruso siga en el Kremlin que la reelección del líder demócrata. Pase lo que pase en Ucrania, Rusia seguirá siendo una potencia nuclear con el mayor ejército convencional de Europa.

Es incierto si la reanudación de las conversaciones de paz como las mantenidas este martes en Turquía darán fruto, si Rusia continuará bombardeando ciudades como Kíev o Lviv y amenazando con emplear químicas y biológicas  o si efectivamente concentrará su ofensiva en el Donbás, en cuyo caso, de tener éxito, dejaría a Ucrania sin sus fuerzas regulares mejor preparadas. ¿Sería éste suficiente para que Putin salvara la cara, decretase un alto el fuego y se mostrase dispuesto a iniciar negociaciones para llegar a un acuerdo de paz?

El secretario general de la ONU, António Guterres, dijo recientemente que era imposible que esta guerra tuviera un ganador. «Tarde o temprano», dijo, «tendrá que pasar de los campos de batalla a la mesa de paz».  Tal vez sea así visto que no parece creíble que Ucrania logre una victoria total ni que Rusia sufra una derrota completa ni que Estados Unidos y Europa puedan dictar nada a Putin, más allá de prestar asistencia militar y económica a Ucrania.

Objetivos inalcanzables

Los objetivos de los dos contendientes parecen inalcanzables e irreconciliables. Brevemente, del lado ruso, formalizar la incorporación de Crimea a Rusia, la anexión del Donbás, la creación de un corredor terrestre desde Moldavia a Mariupol, la neutralidad de Ucrania, es decir, el compromiso de no ingresar en la OTAN, su desmilitarización y el bloqueo de cualquier intento de integración del país en las instituciones europeas y la UE. Por parte ucraniana, la retirada las de las tropas rusas de su territorio, la plena soberanía del país, la devolución de Crimea y la libertad para profundizar en sus relaciones con Occidente. Es decir, unos fines solo realizables por ambas partes con la completa derrota del otro.

¿Entonces, cómo sería posible esa paz?  Los investigadores Liana Fix y Michael Kimmage en un reciente artículo titulado What If Russia Makes a deal? y publicado en Foreign Affair dan algunas pistas. Tras recordar la frase de Cicerón de que «una paz injusta es mejor que una guerra justa» y asegurar que al final de este conflicto «no habrá ni un Múnich, ni un Núremberg ni un Versalles», argumentan que llegará un momento en el que Zelenski tendrá que encontrar un compromiso entre lo que puede ceder y los ucranianos aceptar, «entre los imperativos de una paz injusta o los de una guerra devastadora»,  y por parte de Putin reconocer, como se ha demostrado en estas semanas, «que sus fines superan a sus medios» y frenar la ofensiva antes de que las sanciones económicas impuestas por Occidente debiliten su posición interna. Esa «paz insatisfactoria», añaden, tendría que implicar necesariamente una fuerte garantía de seguridad para Kíev por parte de Estados Unidos, una fórmula lo más parecida posible al Artículo 5 de defensa mutua de la OTAN, en la que estuvieran involucradas además Rusia, Europa y Turquía.

La guerra ha entrado en una fase de estancamiento. Rusia hasta ahora ha pagado un alto precio en bajas y prestigio sin haber logrado un solo objetivo estratégico. Ucrania de momento resiste heroicamente  en un océano de escombros, desplazados y refugiados. Es imposible saber si la paz está cerca o lejos, pero una cosa sí está clara. Fuera un lapsus o no, Biden tiene razón: no volverá a haber una paz verdadera en Europa mientras Putin siga en el poder.

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