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Ritmo cardíaco bajo: los riesgos de que tu corazón lata despacio

Salvo que seamos muy jóvenes, estemos en reposo o seamos deportistas, nuestro corazón no debería estar bajando de estas pulsaciones

Ritmo cardíaco bajo: los riesgos de que tu corazón lata despacio

Un médico controla el ritmo cardíaco de un paciente con un estetoscopio | ©Freepik.

Tradicionalmente asociamos a las taquicardias, es decir, al ritmo cardíaco elevado, como uno de los grandes problemas de nuestro corazón. Sin embargo, no es la única arritmia que debe preocuparnos, pues también debemos echar un vistazo cuando nuestro ritmo cardíaco es más bajo de lo habitual y es lo que se conoce como bradicardias o bradiarritmias.

Menos conocidas, pero también con ciertos peligros para la salud, por lo que se debe conocer el porqué de la disminución de la frecuencia cardíaca. En circunstancias normales, un corazón humano presenta entre 60 y 100 latidos por minuto, considerándose arritmia todo lo que esté por encima o por debajo de esas pulsaciones, tal y como ya te explicamos en THE OBJECTIVE.

En este caso, como mencionamos, lo que nos interesa es saber por qué podemos bajar de esa frecuencia cardíaca, llegando el caso incluso a 30 pulsaciones por minuto, lo cual puede ser habitual en deportistas profesionales en reposo como los ciclistas, conocidos por tener pulsaciones en reposo excepcionalmente bajas.

Sin embargo, en circunstancias normales, tener menos de 60 latidos por minuto puede suponer ese riesgo de bradicardia que mencionamos y que se vincula con un ritmo cardíaco más lento de lo habitual que no permitiría un bombeo de sangre que asegure la correcta oxigenación del organismo.

Un médico toma el ritmo cardíaco a una mujer
Las personas mayores son más susceptibles de sufrir una bradicardia. ©Freepik.

Esto se produce porque nuestro corazón funciona a través de impulsos eléctricos que se generan en el nódulo sinusal, que es el que se encarga de poner en movimiento al nódulo auriculoventricular y es el que transmite ese impulso a través de diferentes tejidos, aún en el corazón, ejerciendo una especie de correa de transmisión que será la que ponga en marcha esta serie de conexiones. Por desgracia, debido a la complejidad de esta tarea, la bradicardia puede tener diferentes orígenes y encontrarse en el principio, como es el nódulo sinusal, pero también en las partes distales como pudieran ser la red de Purkinje o el haz de His.

¿Qué significa esto? Pues que cuánto más lejos del nódulo se produzca la disfunción, más difícil de detectar es y más peligrosa puede resultar, pues el diagnóstico se hace más complejo. Además, por desgracia, no es tan sencillo identificar las razones por las que el nódulo sinusal —que suele ser el que sufre la mayor parte de la anomalías vinculadas a la bradiarritmia— presenta una función anómala.

Entre lo más común, como citan desde Mapfre Salud, se puede encontrar la isquemia del tejido cardíaco secundaria a un infarto, enfermedades sistémicas o enfermedades relacionadas con la infiltración en el tejido cardíaco. Sin embargo, la mayor parte de los fallos son de origen desconocido.

Una doctora toma la presión arterial a un paciente
Es conveniente conocer nuestras pulsaciones tanto en reposo como durante la actividad física. ©Freepik.

El problema está, como veremos a continuación, en que considerar positivo tener bajas pulsaciones cuando no debemos tener motivo para ello como ser un deportista de élite o el vagotonismo, el estado fisiológico donde predomina la actividad nerviosa parasimpática y que se vincula con la calma, el descanso o el sueño (y que es la razón por la que nuestras pulsaciones se reducen durante la noche).

Las bradicardias: los riesgos de un ritmo cardíaco bajo

Es muy habitual que se confunda la sintomatología de la bradiarritmia o de la bradicardia con otros patrones que se vinculan también a una presión arterial anormalmente baja como pueden referirse en las lipotimias o el síndrome de hidrocución (el mal llamado corte de digestión) y que se suelen justificar a través de síncopes donde los síntomas son bien conocidos.

Un médico toma la presión arterial y mide el ritmo cardíaco de una mujer
Los hábitos tóxicos también se vinculan a la aparición de estas arritmias. ©Freepik.

Mareos, fatiga, cuadros de síncope (sin llegar al desmayo generalmente), apatía, cansancio o debilidad muscular están entre esos síntomas, todos ellos ocasionados por la falta de eficacia del bombeo. El problema, al contrario que pasa con las taquicardias, es que es poco frecuente que la persona que lo sufre sea tan consciente de lo que sucede.

Si en el caso de las taquicardias se puede notar una alteración del ritmo cardíaco elevada, sobre todo debido a las palpitaciones o incluso a cierta opresión en el pecho, en el caso de la bradicardia esto no sucede. Aún así, hay ciertas señales que sí dan pie a comprender que la bradicardia aparece, pues se percibe que ese ritmo cardíaco no se acelera con estímulos como la actividad física o la fiebre, momento en el que se es consciente de que la reacción del latido no está acompasada con el estímulo. Por eso, debemos ser conscientes de que esta situación aparece cuando no reaccionamos a esos estímulos y además van acompañados de los síntomas anteriormente mencionados

Como también puede resultar evidente, la bradicardia también se puede ver aumentada por ciertos hábitos, pero también venir dada por ciertas patologías previas, además de por el envejecimiento. Sin embargo, cualquier afección cardíaca (miocarditis, defectos cardíados congénitos, daños del tejido cardíaco…), hipotiroidismo o el consumo de ciertos fármacos, además de un desequilibrio de sustancias químicas como el potasio (hiperpotasemia) o el calcio (hipercalcemia) se pueden vincular a su aparición.

Entre otras evidencias, como es habitual en todo lo relacionado con el sistema cardiovascular, hay ciertos factores que pueden agravarla o fomentar su aparición como es el tabaco, el consumo de alcohol y drogas ilícitas, además del estrés, la ansiedad o tener la presión arterial alta, que puede venir además propiciada por algunos de los ejemplos anteriores, como explican desde Mayo Clinic.

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