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Opinión

Ayuso, Liz Truss y las demás: el centro derecha europeo se lanza a por el voto femenino

«El centroderecha está captando a las mujeres en el momento en el que la deriva identitaria de la izquierda ‘brilli-brilli’ aterra al electorado femenino»

Ayuso, Liz Truss y las demás: el centro derecha europeo se lanza a por el voto femenino

La nueva líder conservadora y futura primera ministra del Reino Unido, Liz Truss. | Europa Press

Lo reconozco. Lo de poner a Ayuso en el titular ha sido puro y duro clickbait

Mi título original iba a ser In Liz We Truss, que le habría robado a Alejo Schapire. Lo admito. Este artículo va a centrarse mucho más en Liz que en Isabel, pero quizá lo importante, la moraleja de este artículo, es que cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar… y por eso creo que la ascensión de Liz Truss es un ejemplo muy interesante para los españoles. Especialmente para Isabel Díaz Ayuso.

¿Y quién es ella?

Truss es del norte de Inglaterra, conocido por ser más desfavorecido y también más izquierdista que el bastión tradicional de la élite conservadora de Gran Bretaña, en el sur más rico del país. Liz nació en Oxford y creció en Escocia, tradicionalmente feudo laborista y actualmente gobernado por el SNP que es, en teoría, un partido de izquierda. (Ejem, es un decir, ya sabemos cómo es la izquierda autosentida). Su padre era un profesor de matemáticas y su madre era enfermera y ambos eran de izquierdas. Ella misma admite que acudió a varias manifestaciones en contra de Margaret Thatcher, esa líder con la que actualmente la comparan tanto, y que cantaba a pleno pulmón Maggie Out. 

Liz cursó estudios en la escuela primaria West en Paisley, Renfrewshire, Escocia. Después asistió a la escuela Roundhay, en el noreste de Leeds. Es importante señalar que su educación fue pública y que ,a diferencia de la mayoría de los líderes conservadores, no asistió a un colegio privado.

Liz estudió Filosofía, Política y Economía en el Merton College de Oxford. Durante esta etapa fue presidenta de los Demócratas Liberales de la Universidad de Oxford (las juventudes liberales, para entendernos) y miembro del comité ejecutivo nacional de su ala juvenil y estudiantil. Después trabajó como gerente de ventas y economista contable en las compañías Shell y Cable & Wireless. Quizá deberían aprender todos esos políticos de nuevo cuño españoles que no han trabajado fuera de la política en los días de su vida y a los que tampoco se les conoce un currículum universitario interesante. 

En algún momento de su vida Liz no se cae de un caballo, pero sufre una llamada parecida a la de Saulo de Tarso cuando el señor le llama. En su caso le llaman los conservadores, no Cristo. Liz se da cuenta de que la izquierda se está moviendo hacia parámetros inconsecuentes (para ella al menos) y decide unirse a los Tories.

La primera vez que yo presté atención a Liz Truss fue en 2019 

Entonces Liz era la Ministra de Igualdad del gabinete de Boris Johnson. Fue Liz Truss la que frenó la GRA, la Gender Recognition Act (un equivalente británico a la Ley Trans de Irene montero) pese a que Teresa May había dejado claro que esa ley seguiría delante. En el 2019 Liz no se atrevió a decir lo que dijo hace unas semanas en la televisión: que las mujeres trans no son mujeres. Pero se enfrentó a las acusaciones de transfobia desde la izquierda y lo hizo con elegancia y desde una posición lógica al decir que defendía los derechos de las mujeres basados en el sexo. En aquel momento – aunque en España nadie prestaba atención a este tema, excepto cuatro gatas entre las cuales me incluyo-  muchísimas feministas laboristas tuitearon su agradecimiento a la ministra de igualdad conservadora. 

El 25 de agosto, como he dicho, Liz Truss se atrevió a responder con un «no» tajante a la pregunta «¿las mujeres trans son mujeres?».  Lo hizo en televisión, en un talk show, en el marco de las penúltimas campañas de liderazgo tory. Eso habría sido impensable en el año 2019 y es impensable en España hoy porque te arriesgas a ser denunciada por delito de odio en virtud de las numerosas leyes trans autonómicas. Pero ya se sabe que España suele ir varios años por detrás del Reino Unido en muchas cuestiones. En el Reino Unido la fiebre transgenerista ya ha pasado y ya está cayendo: se está viviendo la reacción contra los axiomas queer y woke. No sólo Liz respondió «no» a esa pregunta, sino que también lo hizo el otro candidato a ser primer ministro, Rishi Sunak. 

La cuestión es que Liz había ido a televisión con unos pendientes de cuatro libras con cincuenta, de Claire’s, que no es una firma de lujo sino una franquicia de tiendas de bisutería low cost. Y Rishi se había presentado con unos zapatos de Prada de cuatrocientas cincuenta libras. 

Ambos contestaron «no» a la ya citada pregunta aconsejados por sus asesores. Porque lo que hizo caer en ratings de popularidad a Penny Mordaunt, que en julio se consideraba la favorita para suceder a Boris Johnson, fue el hecho de que todos los periódicos conservadores empezaron a recordar como Penny Mordaunt se había alineado con el transgenerismo. Y el establishment conservador sabe de sobra que no solo su electorado no está a favor de que les obliguen a creer que los hombres son mujeres… sino que gran parte del electorado laborista también está harto de eso. 

Yo hace poco hemos sabido que el partido laborista ha perdido cien mil afiliados y cinco millones de libras. Cinco millones que se pierden porque se han perdido las cuotas de afiliación de esos cien mil huidos. Y, como siempre, debo dejar claro que cuando hablamos de transgenerismo no hablamos de personas transexuales. Hablamos de personas que dicen que un hombre se convierte en mujer por el mero hecho de decirlo. De personas como Alex Drummond, esta adorable mujer lesbiana que va dando charlas pagadas a adolescentes en institutos galeses sobre qué es ser lesbiana.

Truss contra Sunak: los ‘tories’ a por la clase obrera 

Rishi Sunak es un hombre atractivo, carismático, ingenioso e… increíblemente rico. Se le ha incluido varias veces entre las listas de los más millonarios del Reino Unido, y eso ya es decir. Su fortuna se estima en 4 billones de libras. Han leído ustedes bien. Billones, con b.  Y si bien el hecho de que Sunak sea indio contaba en principio a su favor porque se suponía que eso atraía a votantes del partido laborista, también ha ido en su contra. Lo del «representante de la minoría oprimida que en realidad es hijo de su papá millonario» empieza a ser un cliché entre las imposturas woke. En España tenemos unos cuantos  ejemplos, pero puede que la más famosa fuera Daniela Ortiz, aquella artista peruana que se declaraba oprimida , migrante, anticolonial… hasta que se salió a la luz que era hija de millonario y que Daniela Ortiz era en realidad Daniela Ortiz de Zevallos Pastor, vástaga de una importante familia de Perú llegada en el siglo XVII, los Ortiz de Zevallos, con ramificaciones en la nobleza castellana. 

Resultaba insultante que una miembro de la oligarquía peruana, que tiene a la clase obrera peruana viviendo en uno de los países con mayor desigualdad de América, se permitiera insultar constantemente a la verdadera clase trabajadora.  

Bueno, pues algo parecido pasaba con Sunak…  No, Sunak no insultaba a nadie. Pero hubo quien creía que Sunak iba a atraer votos del partido laborista porque es indio. Y no los iba a atraer.  Porque es indio, y rico. Y tampoco los iba a atraer en el partido conservador… porque es indio, y rico. 

Y es que el resentimiento hacia un enfoque de la izquierda autosentida obsesionada con ver racismo en todas partes, y que te espetan a la mínima su cantinela de «blanco privilegiado» como comodín de la llamada cuando se quedan sin argumentos es «una de esas cosas que está llevando a los votantes laboristas al campo conservador», según ha afirmado Alexander Sttaford, que fue Secretario parlamentario privado del primer ministro del Boris Johnson. 

«No puedes decirles a los niños que crecen en Maltby que son privilegiados porque sean blancos» continuaba diciendo Alexander Sttaford. «No, no lo son. Están literalmente en el cuarto percentil inferior de todo el país en cuanto a pobreza». Maltby es un antiguo pueblo minero en el norte de Inglaterra. Y los conservadores, aunque antaño se dirigían a la clase media, ahora han puesto los ojos en la clase obrera, en gente como los padres de esos niños de Maltby. Rishi Sunak no era el candidato adecuado para captarlos. Demasiado rico. 

Liz Truss partía con todo en su contra

No era tan guapa como Penny Mordaunt ni tampoco tan culta. Mucho menos tan elegante. Ni tenía el glamour y el discurso florido de Rishi. Porque, como le sucedía a Thatcher al principio de su carrera, hablar en público no es uno de los puntos fuertes de Truss. De hecho, en la conferencia ‘tory’ de 2014, los clips de ella mirando torpe y robóticamente a la cámara mientras hablaba de los altos niveles de importación de queso se convirtieron en memes que hicieron las delicias de los humoristas de Internet durante semanas.

Pero de alguna manera Liz supo hacer de la necesidad virtud. 

¿No es tan elegante como Penny? Pues muy bien. Lo remarca y se presenta en televisión con unos pendientes de 4,50 libras. Es un statement: no soy elegante, porque soy como tú, compro en Claire’s.

¿No habla bien en público? No.  ero en su momento fue la única que defendió claramente sus ideas cuando era impensable defenderlas.

¿No es tan culta como Mordaunt o Sunak? Sí, pero es la única que se ha educado en la escuela pública. Es un mérito que haya llegado donde ha llegado sin ayuda del dinero de papá y mamá. 

El exdiputado conservador y ministro Paul Goodman, que ahora edita la revista Conservative Home, resume las virtudes de Liz, en una palabra: «adaptabilidad». «Ella es la ex Remainer (que quería quedarse en Europa) que ahora es la niña mimada de los Leavers (los favorables al Brexit). Ella es la ex Lib Dem (socialdemocrata) que ahora es la heroína de la derecha Tory. Y ella es la novedad conservadora, aunque en realidad haya estado en el gabinete durante ocho años«. Otros lo llamarían chaquetera, pero ahora lo llaman adaptable. 

Liz es adaptable porque es muy lista, y posee un instinto político muy agudos que la gente a menudo no siempre reconoce. Y fue ese instinto político lo que le llevo a posicionarse claramente contra la GRA, a adoptar una posición que ni siquiera Theresa May se había atrevido a defender. Liz sabe ver lo que el electorado quiere. 

Y volvamos a Ayuso

Y volvamos a Ayuso de quien hablaba al principio de este artículo. ¿Cuáles son las coincidencias entre Truss y Ayuso? La primera y obvia: ambas se llaman Isabel (Isabel Natividad y Mary Elizabeth, para ser exactos). Tanto la una como la otra no tiene pelos en la lengua. Tanto la una como la otra vienen de entornos normales y corrientes, y no de familias de alcurnia. Tanto la una como la otra fueron criticadas al principio porque no sabían hablar en público. Tanto la una como la otra han hecho guiños a las feministas desencantadas con la deriva identitaria de la izquierda (el último de Ayuso ha sido dejar claro que ella está a favor de que las chicas de 16 y 17 años pueden abortar sin el permiso parental).

Tanto la una como la otra no le prestan excesiva importancia a la forma en la que visten. Pero visten de manera parecida, que recuerda un poco a la de Thatcher. Blazers rojas, blancas, azules, lisas, sin estampado. Tanto la una como la otra se presentan como mujeres muy independientes y que lo hacen todo por sí mismas.  Ayuso es soltera y sin hijos. Truss está casada y tiene dos hijas, pero ha insistido siempre en hablar poco de su marido y en no exponer a sus hijas a la visibilidad pública. De hecho, no he encontrado una sola foto de sus hijas por mucho que la he buscado en internet. 

No es solo que las dos Isabeles compartan rasgos, sino que también los comparten con otras mujeres del centro derecha europea.

El centro derecha, a por el voto femenino

A mediados de 2019 la única mujer que  ostentaba uno de los llamados topjobs o altos cargos de la cúpula europea era la italiana Federica Mogherini, que fue Alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.

Dos años y medio después, en tres de las cuatro presidencias de la Unión Europea se sientan tres mujeres. Y las tres conservadoras. Ahí están la presidenta de la Comisión, la alemana Ursula Von der Leyen; la del Europarlamento, la maltesa Roberta Metsola, y la del Banco Central Europeo, la francesa Christine Lagarde

Actualmente, 13 de los 26 miembros del colegio de comisarios del Ejecutivo comunitario son mujeres. El 48% son mujeres que ostentan carteras de peso. Margrethe Vestager, por ejemplo, es la Comisaria Europea de Competencia. Además, más de una docena dirigen o lideran agencias y organismos europeos como la Junta Única de Resolución (con la alemana  Elke König al frente),  la Defensora del Pueblo europea (la irlandesa Emily O’Reilly), o la agencia de cooperación policial, Europol ( liderada por la belga Catherine de Bolle).

Todas conservadoras. 

Otras líderes del centro-derecha son las dos ex primeras ministras polacas, Kopacz y Szydlo; la presidenta de Croacia, Kolinda Grabar-Kitarovic, la lituana Dalia Grybauskaite, la rumana Dancila y las presidentas de Malta (Marie-Louise Coleiro Preca) y Eslovaquia (Zuzana Caputiva).

Ursula von der Leyen

El centro derecha europeo apuesta definitivamente por el liderazgo femenino frente a los machos alfa.

 ¿Y por qué? Porque el centroderecha está captando a las mujeres en el momento en el que la deriva identitaria de la izquierda ‘brilli-brilli’ aterra al electorado femenino. 

Es necesario entender que la presencia de las mujeres en las instituciones ha dejado de ser un fin en sí mismo y se ha convertido en un medio para la transformación de la vida política en general. Las mujeres, todas las mujeres, me atrevería a decir, buscamos igualdad en oportunidades, buscamos la desaparición de la discriminación y de los prejuicios. Pero cada vez somos más conscientes de que las diferencias residen en cada persona individualmente, y que las características que nos asocien como colectivo en realidad no son «de derecha» o «de izquierda». Si la presunta izquierda se empeña en eliminar la categoría sexo y mientras tanto el centro derecha aparenta (repito: aparenta) tomar más medidas para traspasar las barreras en los puestos de toma de decisiones, lógicamente el electorado femenino se inclinará hacia el partido que parezca tratarle con más respeto, más allá de que tradicionalmente se supusiera que se trataba del partido que las menospreciaba. 

Esta misma mañana una periodista me preguntaba: «¿Pero ¿cómo puede ser que tenga a tantas amigas que me dicen que van a votar al PP que ha sido siempre antifeminista?».

Pregúntenselo, señores del PSOE. Pregúntenselo. Pregúntense cómo ha perdido 100.000 afiliados el Partido Laborista británico, y eso mientras se sabía que Boris Johnson hacía fiestas en pleno confinamiento. Y pregúntense cuántos más perderán ahora que Liz Truss va a ser primera ministra.

Escuchen a sus militantes. Y quizá deberían decirles a determinados de sus cargos públicos que dejen de insultar a feministas por redes o de utilizar el infame acrónimo TERF.

 Y, en fin, qué quieren ustedes que les diga: cuando las barbas de su vecino vean cortar, pongan las suyas a remojar.

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