THE OBJECTIVE
Opinión

La cancelación y otros chicos del montón

¿Qué extraña interpretación del feminismo es esa que lo confunde con santurronería y cotilleo de patio de vecinos?

La cancelación y otros chicos del montón

Europa Press

En mi libro Por qué el amor nos duele tanto narro una relación que yo mantuve con un señor francés muy conocido en Francia y muy prestigioso en círculos culturales franceses. Esta relación fue como el Guadiana, aparecía y desaparecía , pero se mantuvo durante más de 20 años. Explicaré más tarde que yo soy una experta en mantener relaciones muy largas pero muy inestables. Soy la reina de las relaciones Guadiana.

Una productora española, ya fallecida, y entonces esposa de un productor francés, decidió que me refería a su marido. (Spoiler: nunca tuve una relación sexoafectiva con aquel señor). Se lo contó a medio Madrid, y medio Madrid estaba convencido de que yo me había beneficiado a aquel tipo y, ya de paso, de que yo era una casquivana, una furcia y una roba maridos, que eran los epítetos que su legítima me dedicaba. 

Hasta tal punto corrió la falsa historia y se dio por cierta que en una cena en Altea ella se levantó y empezó a increparme por ello, entre los aplausos de la concurrencia. Cuento esta anécdota para ilustrar cómo a veces alguien se puede ver reflejado en un texto cuando ese texto no se refiere en absoluto a esa persona.

Hace muchos, pero muchos años, yo mantuve una relación con un señor al que llamaré Juntaletras Primigenio. Al poco de iniciar nuestra relación alguien me llamó y me explicó que Juntaletras estaba casado. Y yo recordé aquella canción de Rocío Jurado que decía lo de «cuando supe que existía usted, señora, ya era tarde para echar atrás, señora». 

Pero lo fuerte no fue que me enterara ese día de que estaba casado sino que me enteré de que estaba casado y, además, y por encima, de que su mujer estaba embarazada. La que tuvo a bien informarme era una amiga de su mujer. Me dijo además que su mujer no quería tener dos hijos, pero que él había insistido en tener el segundo.

Cuando le pregunté a él de forma directa si era verdad que estaba casado y que su mujer estaba embarazada me dijo que sí, que vale, que era verdad, pero que vivían separados y que su mujer se había quedado embarazada «solo para pillarle». 

Si alguien ha leído el libro del que hablaba antes verá que está ilustrado por mí misma. Siempre he dibujado y siempre he querido ilustrar mis propios libros, pero nadie lo consideró procedente porque se suponía que no era muy buena. En aquel momento, Juntaletras me ofrecía un trabajo en el que yo podía también ilustrar además de escribir. Obvia decir que cuando salió a la luz toda la historia de su mujer embarazada, Juntaletras desapareció de mi vida y nunca más se supo ni de él ni del trabajo prometido.

 ¿Nunca más? No. Desapareció durante unos años. Hasta que me lo volví a encontrar en una fiesta y me contó que se había divorciado. Les he dicho ya que soy la reina de las relaciones Guadiana así que la cosa se reinició. Y duró unos años más.

Estaba yo escroleando en Twitter cuando empezaron a salirme mensajes de Juntaletras. El Juntaletras del que no sabía hacía tantos años pero al que, vete tú a saber por qué, sigo en Twitter.

Él ahora tiene un puesto de poder (no diré si en Madrid, Bilbao, Barcelona o París, tampoco diré sí es director de una editorial o de un periódico, o de una cadena de televisión, o de una empresa de publicidad), y ese puesto de poder es afín a un espectro político. 

Flipé cuando vi que Juntaletras tenía el descaro de dárselas de feminista (debería yo decir feministo) y de progresista, y de que encima pretendía darnos lecciones a nosotras las feministas. Digo yo que no tiene nada de feminista lo de conseguir favores sexuales a base de mentir. Por supuesto que lo de mentir a tu mujer embarazada a la par que a tu amante no es ilegal y no es un delito. Sí que es delito lo de romperle la mano a tu novia en una discusión (también lo he contado en un libro y en infinidad de artículos). Pero yo no le denuncié porque tenía miedo.

Juntaletras feminista, lo que se dice feminista, no es. Como ya digo, yo estaba muy irritada por la muerte de mi perra (la irritabilidad es uno de los tantos síntomas de la depresión, también lo he dicho), me enroqué en un mecanismo de proyección y proyecté mi irritación en el Juntaletras , así que hice varios tuits contando la historia (No conté lo de que me rompió la mano).

Estaba muy enfadada con Juntaletras, aunque supongo que en el fondo estaba enfadada con el mundo por haber perdido a mi perra. Pero en mi historia, tal y como la relaté en Twitter, la engañada no era yo sino una tercera. 

Ahora puedo contar aquí que la historia se refería a mí y que aquella historia en su día me hizo llorar mucho, porque me sentía enormemente culpable, aunque yo no tenía la culpa de nada. Es común introyectar la culpa y la vergüenza que deberían, en puridad, sentir otros.

Cuando cuento la historia, inmediatamente me empiezan a llegar mensajes. Primero hay quien piensa que me refiero a otro Juntaletras muy atractivo prestigioso y conocido que es escritor y residente en Madrid, como dirían en Un, dos tresAl poco empieza a correr el rumor de que mi historia se refiere a a un tercer Juntaletras también residente en Madrid y también más joven que yo. 

Es más, me empiezan a llegar mensajes y mensajes y más mensajes, todos contando lo mismo: que Juntaletras Tercero mantuvo una relación con una ilustradora catalana estando él casado y con su esposa embarazada. Y es por eso, por la palabra «ilustradora», que yo incluía en mi historia, por lo que creen haberle reconocido.

«¿Desde cuándo es feminista exponer la vida privada de una mujer si ella misma no ha querido exponerla?»

E incluso hay quien me pasa el teléfono de la susodicha ilustradora catalana para que yo lo compruebe por mí misma  (spoiler: ni la he llamado ni tengo la intención. Y me da mucho miedo que te den el número de una persona si no te lo ha dado ella misma). Y ahora viene lo fuerte. Varias personas —no una, sino varias— me insisten en que yo debo «exponer» a este señor porque es «mi deber moral» como feminista. 

¿Perdonaaa? ¿Desde cuando el deber moral de ninguna feminista es sacar a la luz los trapos sucios de nadie, máxime cuando se trata de historias privadas que pueden ser moralmente muy poco edificantes pero que no constituyen un delito? ¿Qué extraña interpretación del feminismo es ésa que confunde feminismo con santurronería de beata y cotilleo de patio de vecinos?

Lo más curioso de todo el asunto es que estas personas están realmente convencidas de que debo hacerlo, y ni siquiera se dan cuenta de que: uno, no tengo ni puñetera idea de la vida privada de este tipo; y dos, incluso si esa historia fuera real yo estaría vulnerando la intimidad tanto de él como la de la presunta amante si la contara. ¿Desde cuándo es feminista exponer la vida privada de una mujer si ella misma no ha querido exponerla? 

No hay forma de que convenza a estas personas de que la historia que yo he contado no se refiere a ese señor. Ellas y ellos siguen convencidos de que en mi historia yo no hablo de mí, sino de una ilustradora y escritora que fue relativamente conocida hace unos años en Barcelona. La situación sería surrealista si no fuera porque no es nada surrealista.

 De cómo una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad

Gracias, Goebbels, por el aforismo. Por muy apócrifo que sea. Hace ya más de cuatro años una humorista de la que ya que nadie se acuerda pero que entonces era muy famosa y era muy afín al círculo Podemos empezó a subir mensajes en Twitter según los cuales yo había cometido un plagio. Estos mensajes los retuiteaba desde la cuenta de la que se suponía que era su novia. 

La novia organizó un crowdfunding para denunciarme por el presunto plagio. Un crowdfunding del cual obtuvo, según ella misma contaba, alrededor de 2.000 euros (lo que cuesta en España el abogado y el procurador). 2.000 euros que irían a su cuenta corriente, supongo, porque yo jamás recibí ni denuncia penal ni demanda civil a cuenta del tal plagio.

Repito: ni una sola denuncia penal ni una demanda civil . Sin embargo, ha bastado con un rumor esparcido por Twitter para que cuatro años después todos los días, absolutamente todos los días, me estén llamando plagiadora. Y para que yo haya perdido muchísimos trabajos por culpa de esa historia. 

Fue famosa la historia de una jefa de redacción que me vetó en su medio aludiendo al tal plagio, cuando luego se descubrió que la razón final era que me había tirado a su novio. (Sí, nunca he negado que fui promiscua mientras pude, y desgraciadamente más de una vez acabé en la cama con personas que no tenían a bien informarme de su situación sentimental).

Poco después, la novia de la cómica escribió al periódico y les dijo que yo había plagiado un artículo. Incluso cuando la autora de la clasificación original a la que se refería el artículo dijo que esa clasificación era de uso público y que no sucedía nada si yo había utilizado la clasificación para ilustrar el tema de la familia Flores, el rumor ya había corrido vía Twitter y no había quien lo parara. 

Me echaron del periódico incluso antes de que existiera una acusación formal por plagio. Nadie me denunció en un juzgado. 

De la misma manera se hizo correr el rumor de que yo era tránsfoba y esto me supuso —como algunos de mis lectores ya saben—varias agresiones en la calle. A nadie se le ocurrió que estaba criticando una ley cuyos resultados ya hemos visto todos. Bastaba con adjudicarme delitos de odio, incluso si no se habían probado nunca, para que fuera legítimo señalarme y atacarme por la calle.

El escrache de toda la vida pero azuzado por vía digital. Yo no tengo coche, vivo en el centro de Madrid, camino por la calle, todo el mundo sabe dónde vivo y soy una presa muy fácil. Era muy fácil seguirme y agredirme.

Curiosamente la gran mayoría de las personas con cuentas que poseen cierta repercusión en Twitter y las que me han llamado tránsfoba, odiadora, ultraderechista, fascista y plagiadora eran personas que han mantenido una estrecha relación laboral con Juntaletras Tercero. 

«Repito, basta con soltar un rumor en Twitter para que adquiera la categoría de verdad»

Sí, ese señor del que me contaban que se tiraba a una ilustradora catalana mientras su mujer embarazada esperaba en casa. No tengo ni idea de si el señor le fue infiel a su mujer embarazada o no. Pero sé que cuando un rumor corre en Twitter es muy fácil que empiece a adquirir la categoría de verdad. Lo sé porque lo he vivido.

Porque, repito, basta con soltar un rumor en Twitter para que adquiera la categoría de verdad. Y eso lo sabe muy bien el tercer Juntaletras. Lo sabe porque de alguna manera, aunque fuera de una manera muy indirecta, colaboró en la difusión de esos rumores que me costaron a mí sustos, trabajos que perdí, y un diagnóstico de trastorno de ansiedad generalizada reactivo.

Por eso cuando Juntaletras Tercero me llamó, no le cogí el teléfono. Porque padezco un trastorno de ansiedad generalizada. Lo que quiere decir que cualquier estímulo asociado a la situación extremadamente ansiógena que viví me dispara reacciones de ansiedad como taquicardias, lágrimas y parestesias (en cristiano: que se me desboca el corazón y me tiemblan las manos).

Cuando hablo de las situaciones extremadamente ansiógenas que viví me refiero a que me agradecieron tres veces en la calle al grito de «terfa» en tres ocasiones diferentes, y que absolutamente todos los días me llaman plagiadora en redes. Todos los días. Todos los días. Todos, desde hace cuatro años. Cuatro años en los que me llaman plagiadora a diario. Cuatro años en los que a nadie se le ha ocurrido algo tan simple como interponer una denuncia penal o una demanda civil para sustentar la afirmación. 

Porque ya sabemos que en España funciona mejor la difamación que algo queda que el recurso a la justicia. Triste es decirlo pero yo a Juntaletras Tercero le tengo miedo. Como le tengo miedo a las personas de su entorno. 

Miedo a la amiga y colaboradora que han exigido que «yo no volviera a trabajar en ningún medio» porque «yo estoy llena de maldad y odio». Miedo a la otra amiga y colaboradora que me ha acusado en más de una ocasión de delito de odio. Miedo a la novia de la cómica que se ganó dos mil euros (más de lo que yo gano en la mayoría de los meses); en un crowfunding, con la excusa que iba a usar el dinero para ponerme una denuncia que nunca puso. Sí, era la novia de esa cómica que tan mimada ha sido en el diario que todos asociamos a Juntaletras Tercero.

Por esa razón yo le tengo mucho miedo a Juntaletras Tercero y por esa razón no he cogido el teléfono cuando me ha llamado. 

También me daba mucho miedo que Juntaletras Tercero tuviera mi número personal, qué quieren que les diga. Porque en la denuncia que yo presenté al juzgado en su día, y que está admitida, yo explicaba que me llegaban mensajes constantemente a mi número personal por parte de anónimos (mensajes insultantes en su mayoría, y en muchas ocasiones amenazantes) y que no entendía cómo había corrido mi número.

La moraleja de esta historia

Estoy segura de que Luis Rubiales no es trigo limpio. Al fin y al cabo no deja de ser un señor que viene arrastrando controversias desde hace mucho tiempo. Controversias que se refieren a la forma en que gestionaba la RFEF. Tiene pinta de ser un auténtico gañán y un impresentable. Por no hablar que lo de agarrarse los huevos en público teniendo al lado a una menor de edad es algo francamente criticable. Si la menor de edad encima es la hija de la Reina la cosa sube de nivel. Aunque lo mismo hubiera dado que la menor de edad fuera la hija de la limpiadora del estadio.

Sé que desde el 2015 se le venía acusando de comportamientos impropios con las jugadoras, pero que en aquel momento nadie de entre la horda que hoy exige su cabeza le prestó la menor atención a la carta escrita por 15 jugadoras.

Sin embargo, no sé si Luis Rubiales ha protagonizado una agresión sexual. ¿Un acoso sexual? Puede ser. Es bastante posible de hecho. 

Pero si ahora la ley dice que para verificar si ha existido una agresión sexual dependemos del consentimiento de la presunta agredida, y parece ser que existe una duda razonable de que la agredida sí dio su consentimiento, porque yo he visto un vídeo en el que, parece ser, que él le pregunta si le puede dar un beso y ella, parece ser, le dice que sí…

«Ustedes saben de sobra que el 90% de la masa en España no es tan cuidadosa como yo y que se apuntan rápidamente a una campaña de cancelación»

Pues yo, personalmente y de momento no me atrevo a llamar a Luis Rubiales agresor sexual. Porque yo ni soy lectora de labios ni tampoco soy jueza. Aunque le pueda llamar gañán, impresentable, indecoroso, presunto acosador sexual y presunto corrupto, y algún epíteto más que se me podría venir a la cabeza. 

Mucho menos me atrevo a llamar a Jenni mentirosa. Repito que hay cuestiones que debería solucionar un juez. Pero ustedes saben de sobra que el 90% de la masa en España no es tan cuidadosa como yo y que se apuntan rápidamente a una campaña de cancelación. Pero la cultura de la cancelación se ha utilizado como censura totalitaria y como acoso, por no hablar de como ajuste de cuentas. Y Luis Rubiales es un ejemplo entre tantos.

Es curioso que en mi caso la cancelación se inició, creo yo, precisamente a partir de una acoso sexual. En el momento en que le dije a alguien que me había seguido hasta el cuarto de baño que abriera la puerta y me dejara salir. Qué casualidad que poco después esa famosa acusación de plagio surgiera precisamente desde el entorno cercano de la persona que quería besarme en aquel cuarto de baño. Es decir, que desde un entorno presuntamente feminista se legitima y normaliza lo más anti feminista del mundo: el acoso a las mujeres.

Cría cuervos y te sacarán los ojos

El caso es que Juntaletras Tercero no solo ha permitido, sino que también ha alentado a que desde tu entorno se inicien campañas de cancelación. Campañas de ésas que elevan los rumores a la categoría de verdad. Juntaletras Tercero es amigo íntimo, o al menos colaborador extremadamente cercano, de las personas que iniciaron la campaña de cancelación contra mí. 

Y como Juntaletras Tercero sabe muy bien, demasiado bien, los daños que puede acarrear una campaña de cancelación, se aterró cuando vio que se gestaba una campaña de cancelación contra él. Por eso me llamó y por eso busco mi número.

¡Qué divertido es asistir desde la grada a la lapidación de otras personas! Pero deja de ser divertido cuando sospechas que mañana puede ser tú el lapidado en la arena. Y como Juntaletras Tercero ha promovido y alentado este tipo de actuaciones, de repente estas actuaciones se han vuelto contra él. A alguien se le ha ocurrido que le podían hacer beber su propia medicina.

Porque gente como él ha enseñado a otra gente que basta con hacer correr rumores sobre una persona para joderles la vida. Y, ¿sabes lo que sucede, querido Juntaletras? Que cuando alcanzas algún tipo de poder o de visibilidad despiertas muchas envidias. Y cuando le has enseñado a la gente lo facilísimo que es tirar por tierra a alguien, tirar por tierra su carrera profesional, su seguridad personal y su vida entera en suma; cuando les has enseñado los trucos y los mecanismos para hacerlo… ¿quién puede garantizar de que el día de mañana no lo usarán contra ti? 

Es como el capo de la mafia que enseña a sus secuaces a deshacerse de los incómodos cadáveres tirándolos en el río Hudson con un peso atado a los pies. ¿Quién le dice que el día de mañana no sea su cuerpo el que acabe en el río cuando uno de los secuaces sea el que quiere dirigir el cotarro? 

«Nadie ha podido probar que yo mintiera. Nadie ha podido llevarme a tribunales y ni siquiera han conseguido que les acepten una demanda»

Y a alguien se le ha ocurrido que si el rumor de que Juntaletras Tercero ha traicionado a los sacrosanta causa feminista se hace tan grande como para adquirir categoría de verdad, se podrá iniciar una campaña. Que ya decía Ramón de Campoamor aquello de «en tanto yo lo crea, qué importa que lo cierto no lo sea».

Y resultará que Juntaletras Tercero habrá aprendido lo duro y lo difícil y lo horrible que es vivir la situación de que creen un rumor contra ti y lo empiecen a mover por Twitter. Y espero que los que hayan leído esta historia reflexionen sobre qué sociedad estamos creando. En la que basta con inventar algo sobre una persona y moverlo desde cuentas más o menos conocidas, para hacerle la vida imposible a esa persona.

Yo he perdido trabajos, me han agredido en la calle, vivo con miedo, estoy medicada. Todo por haberme atrevido a decir que la ley del sólo sí es sí es un despropósito y que la ley trans es otro despropósito. Nadie ha podido probar que yo mintiera. Nunca. Nadie ha podido llevarme a tribunales y ni siquiera han conseguido que les acepten una demanda o una denuncia. Pero me han jodido la vida igual.

Sé que el breve tiempo que ha durado este rumor de que Juntaletras Tercero le fue infiel a su mujer embarazada, lo ha pasado francamente mal. Y aun así, ni siquiera habrá sufrido una milésima de lo que sufrí yo. Y quizá esto le lleve a reflexionar al Juntaletras y a todos ustedes, queridos lectores, sobre si es lícito que el periodismo moderno se base en rumores y en campañas de cancelación. Si es lícito que anteponga el relato a los datos. 

Si es lícito arrojar a cualquiera que te moleste o te incomode a los leones del foso. Y azufre contra ti a los tartufos posmodernos, a los blanqueadores de sepulcros, a los guardianes de la moral progresista y del fuego sagrado de la virtud posmoderna. 

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