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Sabiduría y cinismo: el latigazo verbal de Francis Bacon

Galaxia Gutenberg publica los ‘Ensayos’ del político y pensador británico, editados y traducidos por Gonzalo Torné

Sabiduría y cinismo: el latigazo verbal de Francis Bacon

Francis Bacon. | Wikipedia

Intrigó, conspiró y urdió para sí una ascendente carrera política que lo llevó hasta el cargo de Lord Chancelor (canciller), pero jugó con fuego y se quemó. Su vida pública se torció en su momento de mayor gloria cuando fue acusado de aceptar sobornos. No está claro si de verdad los aceptó o todo fue fruto de un complot orquestado por sus enemigos, pero lo cierto es que llegó a pasar unos días preso en la Torre de Londres y sus últimos años vivió como un paria. Hablamos de Francis Bacon (1561-1626), político y pensador del que Galaxia Gutenberg acaba de publicar los Ensayos, editados y traducidos por Gonzalo Torné.

Portada de ‘Ensayos’

Su peripecia en los pasillos del poder, que se desarrolló en tiempos muy turbulentos, puede parecerse bastante a la de un buen número de políticos actuales del sector liante. Hay sin embargo notorias diferencias en el plano intelectual: él sí escribía los libros que firmaba y él sí tenía detrás una sólida formación -iniciada en Cambridge-, algo que en muchos de nuestros representantes públicos actuales brilla por su ausencia. 

La carrera de Francis Bacon empezó en tiempos de Isabel I, bajo la protección del conde de Essex, favorito de la reina. En estos primeros años ya mostró tener nociones muy bien asimiladas de maquiavelismo. Cuando su protector cayó en desgracia, no dudó en sumarse a los dedos acusadores que le acabaron costando la pena de muerte. Curtido ya en la versión más gore de la política, la época gloriosa de Bacon llegó con Jacobo I, un rey amante de la erudición, con el que fue ascendiendo hasta ser nombrado Lord Chancelor a los 57 años. Además, fue premiado con dos títulos nobiliarios: barón de Verulamium y vizconde de Saint Albans. Sin embargo, el experimentado intrigante cayó en una trampa de sus enemigos y fue destituido de su cargo bajo acusaciones de corrupción. El rey le concedió un indulto que le evitó pasar una larga temporada en prisión, pero su trayectoria pública había llegado a su fin. Lo que no abandonó hasta el final de sus días fue la escritura. 

Legado intelectual

Si hoy recordamos a Francis Bacon no es por sus vaivenes en la política británica a caballo entre los siglos XVI y XVII, sino precisamente por su legado intelectual. Contribuyó de forma notoria al avance del pensamiento científico con su obra Novum organum; escribió una utopía, La Nueva Atlántida, y diversos textos filosóficos que lo convierten en una figura relevante del empirismo. Dentro de su producción literaria, ocupan un lugar destacado sus Ensayos.

Están escritos bajo el influjo de Montaigne, que había publicados los suyos pocos años antes, dando el pistoletazo de salida al género y sentando sus bases. El ensayo es una forma breve, de carácter especulativo, elucubrativo, que incluso puede tener un toque lúdico. Los temas que aborda son de lo más variopinto y no tiene la pretensión de ser sistemático ni categórico, lo cual lo aleja de la filosofía metódica para convertirlo en un espacio de pensamiento libre de ataduras. 

Los Ensayos de Bacon tienen una personalidad propia, que los diferencia de los de Montaigne. Este tuvo también una carrera política -llegó a ser alcalde de Burdeos-, pero la llevó a cabo a regañadientes, esperando el momento de poder retirarse a su chateau para escribir.  El británico, en cambio, vivió el ejercicio del poder con verdadera pasión y en sus textos aborda de forma preferente temas vinculados con este asunto, aunque también explora las pasiones, los anhelos, las virtudes y los defectos de los seres humanos.

El estilo de Bacon tiende a lo aforístico, al latigazo verbal y la frase lapidaria, más que al minucioso despliegue argumentativo. Sus Ensayos son una jugosa combinación de sabiduría y cinismo. A continuación, destaco unas cuantas perlas espigadas del libro. Como se podrá comprobar, sus reflexiones no han perdido actualidad y son aplicables a nuestro tiempo y a nuestros políticos. 

Sobre los políticos egocéntricos

Una hormiga puede ser muy virtuosa y sabia para ser una hormiga, pero puede resultar dañina para una huerta o en un jardín, de la misma manera que los hombres que se estiman demasiado a sí mismos pueden terminar arruinando los asuntos públicos.

Sobre la astucia

Muchos consideran la astucia como una habilidad siniestra y maligna. Y es cierto que se aprecian muchas diferencias entre los hombres astutos y los hombres sabios, tanto en lo que se refiere a la honradez como a su sabiduría. Uno puede saber barajar muy bien las cartas y no saber jugar con las cartas en la mano. Algunos hombres pueden ser buenos en las maniobras políticas y de partido y, sin embargo, ser demasiado débiles para gobernar. 

Sobre la negociación y la manipulación

Si quieres influir en el espíritu de alguien, lo primero es conocer bien su naturaleza para manejarlo, lo segundo es descubrir cuáles son sus intenciones para persuadirlo, lo tercero, cuáles son sus debilidades y fortalezas para atemorizarlo, lo cuarto, por quien siente afecto para gobernarlo. Si se trata de personas muy astutas, conviene antes que nada descubrir cuáles son sus propósitos, para así poder interpretar sus palabras; y con estos lo mejor es hablar poco delante de ellos, y sobre todo no decir aquello que más temen oír. 

Sobre la sabiduría

La sabiduría tiene un momento infantil, cuando arranca, que es casi pueril, después alcanza un estado juvenil, donde parece lujuriosa, solo la fuerza de los años la vuelve sólida y se concentra, y con la vejez se vuelve enjuta y se agota. 

Sobre el ejercicio del poder

Los príncipes actúan como los cuerpos celestes sobre la fortuna humana, propician con su acción que la época sea tranquila o inquieta. 

Sobre la vacuidad

Las personas vacuas recurren a toda clase de trampas para mantener el crédito de su sabiduría. 

Sobre la riqueza

No hagáis demasiado caso a quienes menosprecian las riquezas, lo hacen en apariencia, en el fondo de sus almas desesperan por adquirirlas, y las celebrarán, como si fueran otro hombre, si un día les llegan. 

Sobre la educación

Las virtudes humanas y las buenas inclinaciones naturales solo se multiplican en las sociedades que están bien ordenadas y sometidas a la disciplina. 

Sobre la vanagloria

Las personas dadas a la vanagloria reciben el menosprecio de los prudentes, la admiración de los tontos, son ídolos para los espíritus parasitarios y esclavos de su propia gloria. 

Sobre la adversidad y la virtud

Así como en la prosperidad aflora el vicio, donde antes se descubre la virtud es en la adversidad. 

Sobre los altos cargos políticos

Son hombres que no disponen libremente de su persona, ni de sus actos, ni de sus días. Es extraño desear un poder que te lleva a perder la libertad, ostentar un poder sobre los demás y perderlo sobre uno mismo. 

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