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El conflicto de ‘las 15’ no fue en vano: somos campeonas del mundo

La estrella que España acaba de coser sobre su escudo esconde meses de negociaciones para alcanzar la gloria

El conflicto de ‘las 15’ no fue en vano: somos campeonas del mundo

Celebración de las jugadoras españolas en la final de la Copa del Mundo. | Izhar KHAN (AFP)

«Si acabamos ganando el Mundial, supongo que podremos decir que ha merecido la pena». Lo decía Mariona Caldentey ante la prensa apenas instantes después de ganarle a Países Bajos el pase a las semifinales de la Copa del Mundo. Mariona, jugadora del FC Barcelona, fue una de las 15 jugadoras que hace menos de un año enviaron un correo a la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) expresando su voluntad de no ser convocadas si no había cambios en el seno de la Selección. Una misiva privada que la propia federación dirigida por Luis Rubiales filtró a los periodistas para desatar la polémica y dominar el relato de la misma. Un relato que se resumía en una idea muy simple: 15 «niñatas caprichosas» querían «cargarse» a su entrenador. Nada más lejos de la realidad.

Hoy, casi un año después de todo aquello, podemos decir que somos campeonas del mundo. España se une a un club muy selecto, el de las selecciones que han ganado tanto el Mundial masculino de fútbol como el femenino. Tan selecto es ese club que solo había un país que lo había logrado antes: Alemania. Este es un día de celebración, qué duda cabe, pero también de análisis. ¿Cómo ha llegado un equipo que ha jugado solo tres mundiales en su historia a la cima del fútbol mundial?

Son muchos los factores que han llevado a estas 23 futbolistas y su cuerpo técnico a la gloria mundialista. Uno de ellos es, precisamente, aquel conflicto que estalló en septiembre de 2022 y del que puntualmente hemos ido informando en THE OBJECTIVE.

Jorge Vilda, el seleccionador de la discordia

La posición inicial que tomó la RFEF cuando las jugadoras se mostraron preocupadas por el rendimiento de la Selección fue la de respaldo absoluto al seleccionador, Jorge Vilda. La de Vilda es una figura controvertida, ya que hay quien defiende que no ha hecho nada relevante en su carrera más allá de su paso por las categorías inferiores del fútbol femenino en la federación. En la federación –dicen las malas lenguas– entró por el «enchufe» de su padre, Ángel Vilda. Él fue uno de los preparadores físicos más reconocidos de los años 80 y 90. Vilda sustituyó a Ignacio Quereda, un entrenador que estuvo tres décadas al frente de la Selección femenina. Eso a pesar de sus pobres resultados deportivos y de, como supimos mucho después, sus malos tratos hacia las futbolistas.

Aunque el perfil de Jorge Vilda no convenza a la mayoría, tenía tras de sí unos cuantos logros al frente de las categorías inferiores. A los mandos de la selección sub-17 logró dos Eurocopas, dos subcampeonatos europeos, un bronce mundial, un bronce europeo y un subcampeonato del mundo. Nadie le negaba esos logros, y comparado con Quereda qué duda cabe de que Vilda supuso todo un salto cualitativo. Pero, claro, partimos de la mediocridad absoluta en la comparativa. Hay que reconocerle, eso sí, su buen hacer en este campeonato, tras un año nada fácil ni para él ni para las futbolistas.

Sin embargo, y a pesar de que la federación y su prensa más afín lo pintaron como el billete de cambio que exigían las «amotinadas», la realidad fue diferente. Lo que realmente pedían estas futbolistas era un esfuerzo por profesionalizar una sección, la femenina, que si se le brindaban los recursos suficientes podía llegar a lo más alto.

Del «no hay nada que mejorar» a los esfuerzos por hacerlo

Además de la defensa a ultranza de su seleccionador, la federación de Luis Rubiales optó de primeras por la negación. Aquí «no hay nada que mejorar», decían. Ese fue el primer muro con el que se chocaron las futbolistas. De ese «no hay nada que mejorar» se pasó a un esfuerzo por cumplir con los requerimientos de las futbolistas, que desde hacía tiempo ya contaban con las herramientas más punteras en sus clubes y que las echaban en falta cuando iban a defender el escudo de España. 

Ese esfuerzo no fue nada fácil, y es que tras el conflicto de ‘las 15’ se sucedieron unos meses intensos de negociación. Meses en los que ambas partes tuvieron que ceder para entenderse. Se terminaron llevando a cabo mejoras que formaban parte del acuerdo al que se llegó internamente. Por el lado de las jugadoras también hubo concesiones. Por ejemplo, la capitanía, que pasó de algunas más veteranas como Irene Paredes, Jenni Hermoso o Alexia Putellas, a otras menos experimentadas pero que no habían desafiado a la federación. Entre esas menos experimentadas estaba Olga Carmona, que en este Mundial se ha reivindicado. Su gol nos dio la Copa del Mundo. Otra contrapartida, claro, fue la no convocatoria de algunas –no todas– de las «amotinadas». Muchos han echado en falta a Patri Guijarro o a Mapi León, pero lo cierto es que al final no han sido necesarias para alcanzar la gloria.

Mejoras a la altura del deporte de élite

Entre las mejoras emprendidas por la federación presidida por Luis Rubiales estuvieron la incorporación de un nutricionista para las jugadoras, o la de un cuarto fisioterapeuta. En la pasada Eurocopa, no tenían nutricionista, y solo contaban con tres ‘fisios’. No parecía el trato adecuado para futbolistas profesionales.

Por otro lado, se firmó un acuerdo para establecer un plan de conciliación familiar, que incluía facilidades de viaje y cercanía para los familiares de las jugadoras, y se creó una sección especial para aquellas que sean madres de hijos menores de dos años. Todo esto ha derivado en un grupo más cohesionado, a pesar de las rencillas que pudiera haber entre unas y otras, una cohesión que fue evidente tras el revés de la goleada de Japón en fase de grupos.

Durante el Mundial, además, se ha podido ver la implicación personal del presidente Rubiales con el equipo, del que ha estado muy cerca durante toda la concentración. Incluso, se cambió de sede en medio de la fase de grupos, ya que la que habían escogido inicialmente no era la adecuada. También se ha atendido a una de las reivindicaciones históricas de estas futbolistas: que se cuidara su recuperación, que la rotación –que en este torneo ha sido notoria, han jugado 22 de las 23 convocadas– fuera eficaz.

Solo había que creer en ellas

Ahora que somos campeonas del mundo, podemos afirmar sin dudar que solo había que creer en estas jugadoras. Tan solo había que apostar por ellas, porque el talento y el arrojo de toda una generación de futbolistas ya estaba ahí.

Las mejoras emprendidas por la federación nos han llevado a la primera final de un Mundial absoluto femenino de nuestra historia, un Mundial en el que desde que se derribó la barrera psicológica de los cuartos de final algunos ya sabíamos que íbamos a ganar. Porque solo había que creer en ellas, y porque hay algo que nada puede derribarnos: la ambición de ser las mejores del mundo.

¿Habríamos llegado donde hemos llegado si hace algo menos de un año las jugadoras no hubieran reclamado mejoras? No podemos saberlo, pero lo más seguro es que no, que no habría sido posible. Ahora sí, ahora podemos decir que todo lo que ha ocurrido en este último año, que todo el sufrimiento de unos y de otras, ha merecido la pena. Somos campeonas del mundo.

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