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Sánchez toca a degüello contra Feijóo

Viene siendo habitual en este Gobierno lanzar siempre, y da lo mismo el asunto, unas salvas de distracción que hagan mucho ruido y levanten mucho polvo

Sánchez toca a degüello contra Feijóo

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, interviene en una sesión plenaria en el Senado. | Ricardo Rubio (EP)

Cómo ya nos temíamos la semana pasada en esta misma columna, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez no ha dado al final, ni al principio, la más mínima concesión para negociar con las comunidades autónomas sobre el decreto de ahorro energético, que finalmente entró en vigor este miércoles sin que se hubiera modificado una sola coma.

Viene siendo habitual en este Gobierno lanzar siempre, y da lo mismo el asunto, unas salvas de distracción que hagan mucho ruido y levanten mucho polvo. Y luego a rectificar e intentar recolocar todo antes de que se aclaren las cosas. Así se ha hecho de nuevo con el decreto energético. Recordemos que fue tanto el clamor que finalmente concedió una reunión. Pero también en eso va a tirones. Que si primero era una reunión técnica con el ministerio para la Transformación Ecológica de Teresa Ribera. Que si luego se adelantaba urgentemente para convertirla en una reunión política con los responsables de las comunidades autónomas, pero que no era para negociar (al final no fue casi ni para hablar). La vicepresidenta tercera Ribera, la que siempre asegura que todo es definitivo, por el momento, afirmaba que el encuentro era para explicar el decreto. Solo para explicar. 

Hay que reconocer que falta hacía, porque la cantidad de improvisaciones, rectificaciones y marchas atrás que se habían producido tanto en las declaraciones como en los primeros borradores de este decreto supera todo lo que habíamos visto hasta ahora. Al final, malestar general entre los consejeros autonómicos que no habían podido ni cambiar una coma, aunque todos aseguraron que pese a no gustarles lo acatarían. 

No es lo mismo acatar que aceptar. Y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que ya fue la primera en oponerse al decreto con ese sonoro grito bélico, un poco a destiempo, de «Madrid no se apaga» ha sido ahora también la única que ha anunciado recurso al Tribunal Constitucional por la posible ilegalidad de la medida y la invasión de competencias autonómicas. 

Algo que parece que ha sido recibido con entusiasmo futbolero en las filas socialistas que consideran que ese nuevo protagonismo de Ayuso frente a Sánchez es una oportunidad de oro para hacer pupa a Feijóo. Su reacción ha sido la repetición machacona de «Feijóo no sabe poner orden en su partido». No parece que haya hecho mucha mella en el gallego este mensaje sincronizado en todas las declaraciones de los responsables socialistas. Tan poca que alguno quiso ir un paso más y aunque parezca surrealista, decidió elogiar al anterior presidente del PP, Pablo Casado, por tener la valentía, decía, de enfrentarse en su momento a Ayuso. Sí, el mismo Casado al que Sánchez despreció, humilló e ignoró en tantas ocasiones de crisis como fueron las medidas tomadas por la covid.

Los socialistas añoran a Casado. Y es lógico. El tono comedido, tranquilo pero firme de Feijóo no gusta en la Moncloa. Las encuestas demuestran que desde que asumió las riendas de los populares la tendencia es de subida constante del PP. Y mientras el PSOE y lo que sea que vaya a ser a su izquierda, Unidas Podemos, Izquierda Unida o Sumar, bajan. Sánchez, además, quiere ese espacio y así lo reflejan sus últimas medidas tras el desastre electoral socialista en Andalucía. Todo ello deja un espacio libre en la lucha por el centro. Con Ciudadanos a un paso de la UCI, parece lógico que Feijóo recoja muchos de esos millones de votos. Ya pasó en las andaluzas donde Moreno se hizo con toda la cosecha de Cs e incluso recibió a mucho votante socialista desilusionado, decepcionado o enfadado. Se ha instalado en el centro y mantiene el cerco a Vox para recoger todo el voto extremo de descontento con Sánchez.

Pronto estaremos ya en otra eterna precampaña de las autonómicas y municipales. Los cargos socialistas saben que cada vez que Sánchez o Patxi López elogien el espíritu democrático de Bildu o regalen concesiones a ERC la sangría de votos para el PSOE en el resto de España será mayor. Y la corrupción no es un tema ya que puedan usar como martillo pilón tras las condenas de socialistas en el caso de los ERE, el mayor caso de corrupción en España. 

Y todo esto en medio de un maremoto económico que ya empezamos a sufrir, pero del que todavía no sabemos su altura y fuerza final. Tenemos una de las mayores inflaciones de Europa, por encima de los diez puntos, que ya ha mermado de forma sensible la capacidad de compra de la gran mayoría de los ciudadanos. La crisis energética no ha hecho más que empezar. El miedo se nota en la caída del consumo y los problemas en la caída del ahorro. Se ahorra desde hace meses energía porque no se puede pagar. Y eso implica menos actividad económica y más paro. 

En una inundación lo primero que se necesita para la población afectada es agua, agua potable. En esta inundación política y económica que tenemos, lo que hace falta son pactos de estado que den estabilidad al país y reactiven el bolsillo de los ciudadanos. En Alemania han decidido bajar impuestos y devolver lo que la inflación los ha encarecido. En España hemos decidido apagar escaparates.

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