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Miguel Barroso, el hombre que susurraba a Pedro Sánchez

El ex secretario de Estado de Comunicación de José Luis Rodríguez Zapatero era actualmente consejero del grupo Prisa

Miguel Barroso, el hombre que susurraba a Pedro Sánchez

Miguel Barroso, en una de las pocas fotografías que hay de él en prensa. | Agencias

Es difícil encontrar fotos de Miguel Barroso, ni en actos públicos, ni en entrevistas ni ruedas de prensa. Algo muy inusual para alguien que participó en el diseño mediático de las campañas de los tres presidentes socialistas: Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez. Una situación que refleja su principal característica y gran arma profesional: tener una marcada influencia en el poder, pero siempre desde las sombras para operar con total discreción, sin presiones y con manos libres.

Barroso ha muerto inesperadamente a los 70 años en plena actividad profesional. En la actualidad era el principal asesor mediático de Pedro Sánchez y su último gran éxito fue coordinar la estrategia para que consiguiera seguir gobernando. Y todo ello controlando con puño de hierro la línea editorial del grupo Prisa desde su puesto de consejero y representando in pectore los intereses de Moncloa en el grupo de Comunicación.

La extensa entrevista que este domingo concede el presidente de Gobierno al diario El País (donde era consejero desde junio de 2021) probablemente estuvo gestionada por el ex secretario de Estado de Comunicación constituyéndose en su mejor obituario. La prueba fehaciente de que su influencia estaba consolidada a los dos lados de la ecuación: en el poder y en los medios. Y siempre desde un discreto segundo plano.

Cuatro y La Sexta

Barroso fue un experto en navegar entre estas dos aguas, ligado al PSOE y a su cúpula, pero nunca desde un cargo orgánico y la mayoría de las veces discutido por el aparato. Hizo sus primeros trabajos como consultor de comunicación en Latinoamérica para Hispasat y luego pasó por FNAC, pero su verdadera carrera comenzó como miembro del equipo del ministro de Educación José María Maravall durante el primer Gobierno de Felipe González.

El periodista rápidamente escaló posiciones y comenzó a ganar notoriedad, lo que le llevó a participar en la campaña de las elecciones generales de 1993, la última que ganó el líder socialista ante José María Aznar. Todos recuerdan el entrenamiento que el periodista hizo del político para el mítico debate televisivo que marcó esa contienda electoral.

Dejaría la vida pública –años que utilizó para reforzar sus relaciones con Globomedia y con José Miguel Contreras– hasta que José Luis Rodríguez Zapatero le llamó para ayudarle a llegar a La Moncloa a comienzos de la década de los 2000. Y consiguió su primer gran triunfo: que el PSOE volviera al Gobierno tras ocho años. Como Secretario de Estado de Comunicación, su principal cometido fue crear un ecosistema mediático de izquierdas que hiciera frente a los medios conservadores que auparon a Aznar y que combatieron a Felipe González desde las trincheras. Y entendió que la única forma de asegurarse fidelidad era poner en marcha cadenas de televisión fuertes.

Asesor de Sánchez

A Barroso se le atribuye la idea de lanzar a concurso licencias de TDT y de poner a competir por los favores del Gobierno al grupo Prisa (a través de Cuatro y más cercanos al felipismo) y a La Sexta, una nueva televisión totalmente identificada con Zapatero en manos de José Miguel Contreras, y con el apoyo empresarial de Jaume Roures. Con dos canales cercanos, el colofón lo puso el fin de la publicidad en RTVE lo que en teoría les daba aire para comenzar a coger músculo financiero.

La jugada no salió bien, ya que la Sexta y Cuatro terminaron enfrentados de manera encarnizada por los derechos del fútbol español en lo que se conoció como la segunda gran guerra del fútbol. Prisa terminó duramente enfrentada a Zapatero, a Roures, a Contreras y también a Barroso. Al asesor del presidente incluso se le llegó a acusar en El País de mantener negocios con La Sexta antes de ser nombrado en sus cargos públicos. Una situación que le obligó a volver a las sombras y entender que la exposición pública jugaba en contra. También entendió que no era una buena idea enfrentarse a Prisa ni a sus resortes mediáticos.

La gran crisis económica de 2008 pilló a Barroso haciendo la transición de su salida de Casa de América, un puesto con el que el PSOE le envió al banquillo de los cargos públicos, para volcarse totalmente en el mundo privado y en concreto en el sector publicitario. Fue consejero delegado de la agencia de publicidad Young & Rubicam en España, director de desarrollo de WPP para Centroamérica y Caribe con base en La Habana y director de WPP Spain hasta que Pedro Sánchez le llamó para incorporarse a su equipo de asesores y «visitadores» habituales de La Moncloa, mediado su segundo año de mandato.

Barroso y El País

Sánchez le pidió en 2021 que se incorporara al Prisa y al diario El País, precisamente los mismos medios que habían forzado su salida del Gobierno 15 años antes. El Gobierno necesitaba un directivo que controlase los intereses del presidente después del asalto que propició junto con Amber Capital a finales de 2020, con el apoyo de Telefónica, y Barroso asumió con gusto su nuevo encargo profesional tras una operación en la que muchos le sitúan como ideólogo. Fue nombrado consejero en representación de la propia Amber Capital, demostrando la cercanía que por esas fechas cultivaba del Ejecutivo y Joseph Oughourlian, presidente en sustitución de Javier Monzón.

Barroso tenía dos tareas fundamentales en Prisa: la primera era garantizar fidelidad ideológica al Gobierno y la segunda era traer la paz accionarial bloqueando todas las arremetidas de rebeldes en contra el nuevo eje liderado por Joseph Oughourlian. El primer objetivo se cumplió con nota y el segundo se quedó inconcluso.

Pero Barroso no solo se limitó a ser el vigilante de Prisa, sino que comenzó a intensificar su labor de asesor mediático del presidente y a ayudarle en todas sus decisiones estratégicas, no sin críticas en el seno del partido. Su gran golpe lo dio en verano de 2021 cuando forzó la salida de Iván Redondo. Como varias fuentes involucradas reconocen, él y Contreras sugirieron a Sánchez que la etapa del director de Gabinete estaba agotada y que debía dar un nuevo impulso a su Gobierno. Hasta la fecha Redondo era quien tenía más influencia sobre Sánchez, pero las tornas cambiaron y Barroso reforzó aún más su influencia sobre el presidente.

Accionistas de Prisa

La última etapa profesional de Barroso no se entiende sin el control editorial que ejerció en el grupo Prisa. Quienes trabajaron en la cúpula de la Ser y El País en estos años coinciden en señalar que la mayoría de las decisiones editoriales de sus medios pasaban por el consejero y que incluso influía directamente en muchos de los editoriales que marcaban el apoyo de la cabecera al presidente de Gobierno. Una guerra que también se extendió a los medios con ataques velados y directos a cabeceras más críticas con el Ejecutivo, siempre utilizando la munición de los diarios del grupo.

Barroso también luchó durante los últimos años por construir en Prisa un núcleo fuerte de accionistas afines al Gobierno, tarea que consiguió solo parcialmente. Logró que Andrés Varela, viejo conocido de Globomedia, comprase el paquete de Telefónica, pero no llegó a materializar el apoyo de nadie más y que la mayoría de la compañía la sigue controlando Oughourlian con casi un 30%. Mención aparte merece precisamente su relación con el presidente de Prisa, con quien cultivó hace tres años una relación de confianza, pero que llevaban meses enfrentados por el futuro de la compañía.

Lo cierto es que Barroso se especializó en despejar el camino para Pedro Sánchez en Prisa, primero apagando todas las voces críticas y prácticamente desactivando el eje de los Polanco, a los empresarios mexicanos (Roberto Alcántara y Carlos Fernández) y al Santander. Pero no logró arrebatar el peso de las decisiones empresariales a Oughourlian, una tarea inconclusa que el Gobierno deberá abordar en las próximas semanas, si quiere seguir teniendo el apoyo de El País.

Campaña del 23-J

El último gran servicio de Barroso a Pedro Sánchez fue la campaña electoral del pasado 23 de julio. Tras el batacazo de las municipales de mayo, el propio periodista le habría sugerido convocar unas elecciones exprés y poner en marcha una exposición mediática máxima en todos los soportes posibles. A partir de ahí, el presidente de Gobierno comenzó a conceder entrevistas hasta en los entornos más hostiles, incluso con Pablo Motos y Ana Rosa Quintana en los prime time de la televisión, de la noche y la mañana.

Barroso puso al servicio de la campaña del PSOE todos los resortes de El País y la Cadena Ser desde los que desplegó agresivas estrategias de derribo contra el Partido Popular y Alberto Nuñez Feijóo. Consiguió además movilizar a todos los medios de izquierda y se aseguró la ayuda de Zapatero -quien como nunca se volcó en la campaña electoral- para darle la vuelta a unas encuestas que siempre fueron desfavorables hasta el mismo día de los comicios.

Finalmente, la remontada fue lo suficientemente importante para darle a Sánchez la posibilidad de negociar su investidura y sacarla adelante, algo que reforzó aún más la influencia de Barroso en Moncloa. Es así como con su inesperada muerte quedan muchos cabos sueltos para el presidente de Gobierno. El primero, su estrategia de comunicación, clave en tiempos en los que la mayoría parlamentaria es cada vez más difícil y cuando ya muchos ven la pronta convocatoria de elecciones. Y el segundo, y no menos importante, situar a alguien de confianza en El País ya que será vital mover ficha cuanto antes ante el riesgo de desbandada interna en Prisa. Se anticipan tiempos duros para los intereses de Moncloa y ya sin Barroso.

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