Juan Claudio de Ramón

Nuestro hombre en Ottawa

Nuestro hombre en Ottawa

El poeta simbolista Mallarmé escribió -o así, al menos, lo cita Pla- que el invierno es lúcido. Un tópico que parecemos contravenir quienes vemos en las vacaciones de Navidad una larga maratón concupiscente, jalonada de comilonas opíparas y compunciones dispépticas, o quienes confunden el recogimiento con un ofuscado aborregamiento. Sirva de recomendación, cuando no de revulsivo y contraveneno, un libro invernal en el sentido mallarmeano: Canadiana (Debate).

Nuestro hombre en Ottawa

Nuestro hombre en Ottawa

El poeta simbolista Mallarmé escribió -o así, al menos, lo cita Pla- que el invierno es lúcido. Un tópico que parecemos contravenir quienes vemos en las vacaciones de Navidad una larga maratón concupiscente, jalonada de comilonas opíparas y compunciones dispépticas, o quienes confunden el recogimiento con un ofuscado aborregamiento. Sirva de recomendación, cuando no de revulsivo y contraveneno, un libro invernal en el sentido mallarmeano: Canadiana (Debate).

Acertar con el diagnóstico

Acertar con el diagnóstico

Continúa deteriorándose la situación en Cataluña, en una farsa sin fondo que ahora fantasea con la sangre en un intento desesperado por que brote la épica. Esa fantasía no es tanto la del crimen como la del martirio, pero esconde un impulso desdichadamente tanático en cualquier caso. Por fortuna, no muchos parecen dispuestos a seguirlo; pero si lo siguieran el resultado tampoco sería la épica, sino una farsa incrementada, más absurda aún, hasta la náusea. La irrisión ya es inaudita, con ese Consell per la República que Puigdemont ha montado en Bélgica, en plan Palmar de Troya del catalanismo, o con el estrafalario Torra en la ‘Generalitat’, un Ubú ‘president’ que ha dejado pequeño a Pujol y a Boadella convertido en el guionista de ‘Bambi’. Los que en su día compramos el mito de Cataluña como avanzadilla europeizante de España seguimos pasmados ante el socavón.

El odio en los tiempos de Instagram

El odio en los tiempos de Instagram

Una feliz sugerencia me hizo leer el verano pasado Augusto y el poder de las imágenes, el tratado de historia del arte del arqueólogo Paul Zanker. Con gran erudición y un tesoro de ilustraciones, Zanker muestra cómo el joven Octavio y sus compinches, Agrippa y Mecenas, acompañaron la revolución política que clausuró la república romana.

Soluciones Quebec

Soluciones Quebec

En algún lugar de la caja torácica, entre la aurícula izquierda y la arteria aorta, llevo en mi corazón el segundo país más grande del mundo: Canadá. En consecuencia, por ahí anda también Quebec, cuyas elecciones he seguido con atención. Como yo, tantos: son conocidas las concomitancias del caso quebequés con el catalán, causa del gran interés que despiertan en nuestro país las cosas de aquella provincia y que atestiguan centenares de artículos y crónicas que cada año la prensa española dedica a hablar de Canadá para hablar de España, de Quebec para hablar de Cataluña. Como cada uno intenta arrimar el ascua a su sardina, la imagen que se da –mi impresión– es a veces engañosa. Siguen unas líneas con mi punto de vista.

Mirlo de juventud

Mirlo de juventud

Las ilusiones perdidas y las que sobreviven al diluvio; el glamour de las buenas causas y las servidumbres del idealismo insincero; la ansiedad que produce tener talento y saber que se tiene, pero dudando de poseerlo en dosis suficiente para llegar a un lugar que no se sabe muy bien cuál es; la angustiosa sensación de pensar que cada trago es un cáliz y toda decisión que se toma un testamento; el arropamiento sedicioso del deseo; el doloroso encuentro con el límite.

Decir nosotros

Decir nosotros

El debate sobre el «lenguaje inclusivo» está dando de qué hablar y eso ya nos dice algo. A todos nos gusta meter baza en las lizas lingüísticas, porque la lengua es bien común y solidario del que nos sentimos corresponsables.

Educar es educarse

Educar es educarse

En algún lugar elogia Javier Marías, con su fino oído para las oscilaciones semánticas, la sabiduría con la que la lengua española permite “pasarse de listo” pero no “pasarse de inteligente”…

Frontera, refugio

Frontera, refugio

Toda nuestra política migratoria se alza sobre una cuestionable discriminación: la que establece que, al llegar a la frontera, merece un trato legal distinto el que huye de la guerra que el que huye de la pobreza. Al primero lo llamaremos refugiado, y le daremos facilidades para quedarse si acredita la falta de libertad en su país. Al segundo lo llamaremos inmigrante irregular, y tan pronto se le identifique, será expulsado.

La parte más fuerte

La parte más fuerte

Aitor Esteban, portavoz parlamentario de los nacionalistas vascos en el Congreso, encendió su mechero y paseó con delectación la llama por la herida: «Pues vaya con la gran nación española: no es capaz de buscar acuerdos para no quedar en manos del PNV». Tenía razón el nacionalista.

Tres jueces

Tres jueces

Una de las preguntas que más me ha rondado la cabeza en la última semana, desde que se conoció la sentencia de la Audiencia Provincial de Navarra en el caso de La Manada, es esta: ¿qué interés –qué incentivos, como se dice ahora– tenían estos tres magistrados en dictar una sentencia que –no podían ignorarlo– iba a redropelo de lo que la opinión pública anhelaba y pedía? Esto es: condenar por un delito más grave en el caso del fallo mayoritario; condenar al menos, en el caso del voto particular.

Allez els ciutadans!

Allez els ciutadans!

Ni puedo ni me apetece disimular mis simpatías por Manuel Valls. El ex primer ministro francés figura entre el nutrido –pero no enorme– grupo de personas que han batallado por los valores de la ciudadanía democrática en Cataluña. Es decir, las personas que, pudiendo haberse puesto de perfil y dedicado a sus asuntos, han tomado la palabra para defender los derechos políticos de todos los españoles en esa comunidad. Personas, en fin, que han consagrado una parte sustancial de su tiempo, energía y prestigio, al ideal de una solidaridad ciudadana capaz de trascender lazos etnolingüísticos para formar una comunidad basada en los valores republicanos de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Karl Marx me cae mal

Karl Marx me cae mal

El número de este mes de Letras Libres, la excelente revista cultural que en España dirige Daniel Gascón, viene dedicado a la vida y el legado de Karl Marx, de quien se celebra el segundo centenario de su nacimiento. He comprado la revista, pero he puesto cuidado en no leerla, sobre todo porque no quiero que la lectura de especialistas que saben más que yo me chafen –al menos por ahora– la opinión que hace tiempo me hice del personaje: Karl Marx me cae mal.

Y líbranos de Twitter

Y líbranos de Twitter

El cobre conduce la electricidad y Twitter la mentira. Lo hace a velocidad lumínica, incontrolable, epidémica. Teníamos motivos para suponerlo. Lo corrobora un estudio en la revista Science, que pone la lupa en 126.000 historias compartidas por tres millones de usuarios a lo largo de una década.

Aurea mediocritas

Aurea mediocritas

Una vida sin examen no merece la pena ser vivida, pensaba Sócrates. Pero una vida en la que un inspector de la Guía Michelín puede, en cualquier momento, irrumpir en tu cocina como una divinidad hambrienta para exigir ser complacido so pena de perder estima, rango y honor, es bastante insoportable y tampoco sale a cuenta.

Ciudadanos, ¿a las armas?

Ciudadanos, ¿a las armas?

Hay algo interesantemente ambiguo en la voluntad del presidente Macron de restablecer
alguna forma de servicio militar obligatorio en Francia. La medida es al mismo tiempo
progresista y reaccionaria. Es progresista el principio de que la defensa nacional sea
obligación y tarea de todos sus ciudadanos adultos, sin discriminación por clase. Y no
cabe dudar del linaje republicano de la propuesta: fueron los revolucionarios franceses
los que en 1798 implantaron por vez primera la conscripción universal en la Europa
contemporánea: «Todo francés es soldado y se debe a la defensa de la Patria».

Hokusai

Hokusai

Entré en la exposición movido únicamente por la sonoridad del reclamo: Hokusai, tres sílabas que prometían llevarme lejos de la engorrosa actualidad española.

Los pequeños amores y el “procés”

Los pequeños amores y el “procés”

El periodista barcelonés Pablo Mediavilla Costa publicó el otro día en twitter, a cuenta del proceso independentista catalán, algo que me pareció triste y emotivo: «Afortunados los que no habéis tenido que presenciar la caída en este delirio de una persona querida (y perdida)». Todas las palabras son las precisas: caída, delirio, querida, perdida.

Algo viejo y algo nuevo en el independentismo catalán

Algo viejo y algo nuevo en el independentismo catalán

Si fuera yo un periodista, ayer habría esperado hasta la noche para escribir esta nota. Lo habría hecho entonces sabiendo en qué ha quedado la cita de Puigdemont con su destino y cuál ha sido la respuesta del Estado democrático. Pero no soy un periodista y por la noche no sé escribir. De modo que comparto una última reflexión antes del anochecer, que como todo anochecer, tengo la certeza, será preludio de alba.

Mortal y Umbral

Mortal y Umbral

Umbral murió hace diez años y a fe que le sigo echando de menos. Fue el primer escritor al que imité, algo por cierto no muy difícil, porque los genios son fácilmente parodiables (lo que es imposible de plagiar es la mediocridad). Luego esa voz me cansó, y hasta preferí registros opuestos, pero Umbral nunca dejó de ser uno de mis héroes. Yo era de esos que hubieran comprado el periódico sólo para leer su columna, que despachó a diario durante décadas, como quien da alpiste a pájaros adictos que saben que si faltan a su cita pueden perderse un artículo hecho en alejandrinos.

Las leyes de la ciudad

Las leyes de la ciudad

No recuerdo si Sófocles registraba la estación del año en que se desarrollaba la acción de Antígona. Se me antoja pensar que era verano, porque en verano las plazas parecen más duras y las leyes más duras y el mundo un lugar menos propicio al acuerdo y no en balde decimos que es el sol quien hace justicia. Empecé la semana conmovido por el caso de Charlie Gard, que ya no está. Tenía once meses, era ciego, era sordo, y vivía entubado porque sus células se negaban a crecer y no quise seguir leyendo porque se me rompía el corazón. Hace unos días sus padres dieron por perdida la batalla legal emprendida contra el hospital pediátrico de Londres que les denegaba el permiso para trasladar a Estados Unidos a su hijo, donde quizá –sólo quizá- un tratamiento experimental podía hacer que Charlie salvara la vida, tuviera una. Una campaña en redes, merecedora de la atención de Donald Trump y el papa Francisco, había recaudado más de un millón de libras para pagar viaje y tratamiento. Pero los médicos estaban convencidos de que prolongar la vida del hijo era prolongar su sufrimiento. El juez dio la razón al hospital y autorizó que Charlie regresara al lugar del que tal vez nunca había salido del todo.

Escorpiones en una botella

Quienes nos oponemos a la consideración de España como un ente plurinacional hemos de admitir que nuestra postura contiene un ángulo ciego o, al menos, un zona de inconsistencia que ha de aclararse. Al fin y al cabo, nuestra actual Constitución sí habla, de manera enfática y en lugar prominente, de una nación, que es la española. ¿Por qué, a fin de cuentas, esta sí y las otras no? Algunos de nuestros conciudadanos –sospecho que no tantos, pero eso importa menos– están convencidos de la existencia sentimental y material de otras naciones, sean la vasca o la gallega o la catalana. ¿Por qué preterirlas a favor de la española?

La casa de oro

La casa de oro

Cuando finalmente una conspiración acertó con el precio del pretoriano, el recuerdo de Nerón era tan odioso que, según la tradición, se decretó la damnatio memoriae: la cancelación de su memoria en discursos y monumentos. Un fenómeno que parece congénito al ejercicio desvergonzado del poder: el de la caída en desgracia. Como si todo aquel que pretenda disponer para sí de la casa de oro haya de recorrer, antes o después, el camino que lleva del pedestal al cadalso.

El viejo topo se hace europeísta

El viejo topo se hace europeísta

Se critica el decorado: algunos lo quieren minimalista; otros, suntuoso. Casi todos coinciden en que falla la iluminación, pero cada uno pondría el foco en un lugar distinto. El encargado de la tramoya, que se ha ido compliSe critica el decorado: algunos lo quieren minimalista; otros, suntuoso. Casi todos coinciden en que falla la iluminación, pero cada uno pondría el foco en un lugar distinto. cando a lo largo de los años, está bajo constante escrutinio.

Por qué implicarse

Todo hombre es culpable del bien que no hizo, sentenció Voltaire. Penalmente resulta dificultoso e incluso imprudente en algunos casos atribuir delitos a testigos no involucrados en la escena del crimen, y sin embargo, cualquiera que se someta a un honesto examen de conciencia puede reprobarse el silencio ante la violencia, el odio y la humillación a las víctimas.

Contra la crueldad

La campaña publicitaria que advertía, con grandes letras en un vistoso autobús, de que los niños tienen pene y las niñas vulva, y de que ambos datos son realidades sin vuelta de hoja –tertium non datur–, ha suscitado dos debates distintos y dejado en la penumbra acaso lo más importante.

Un misterio

Un misterio

La de padre o madre es una condición misteriosa. Un misterio de difícil solución, si como única pista tuviéramos el testimonio de nuestros amigos con hijos, que andan todo el día quejándose: de no dormir, de no tener tiempo de leer, de escribir, de ir al cine o quedar con amigos, de viajar, de ir a museos o exposiciones, de nada, en realidad; de haber perjudicado su carrera profesional o echado a perder oportunidades laborales; de padecer estrecheces económicas, sobrevenidas o añadidas a las que ya se tenían. Sobre todo, de estar cansados. Muy cansados. Exhaustos.

El agarradero de la veintena

El agarradero de la veintena

Hace dos semanas, cuando comenzaba unas vacaciones de ensueño que acaban con las presentes horas, aplaudía un artículo en estas páginas del ensayista Juan Claudio de Ramón, del que destacaba la atinada certeza de quien atesora y no acumula en vano los años perecederos: “parece como si el verano fuera algo que acontece siempre en el pasado”. Al poco, el autor replicaba a mi comentario: “¡En tu caso no, Andrea! ¡Tú, tan joven que eres, todavía los vives en tiempo presente!”.

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