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Ciencia

Cómo repoblar la vegetación marina puede salvar nuestros océanos

Hemos explotado los océanos bajo todo tipo de pretexto: no solo alimenticios, sino también estéticos. Esta cultura se ha extendido a lo largo de los siglos y en lugares como la costa del Atlántico Norte se decía que había tantos peces que se podía cruzar el océano sobre sus espaldas. Así, solo en Reino Unido, por ejemplo, se capturaban 1,2 millones de toneladas de pescado en 1913. Necesariamente, este nivel ha tenido que descender. Ahora, en el mismo país, se capturan cerca de 0,4 millones de toneladas anuales.

Cómo repoblar la vegetación marina puede salvar nuestros océanos

En lugares como la costa del Atlántico Norte se decía que había tantos peces que se podía cruzar el océano sobre sus espaldas. Así, solo en Reino Unido, por ejemplo, se capturaban 1,2 millones de toneladas de pescado en 1913. Hemos explotado los océanos por encima de nuestras posibilidades a lo largo de los siglos y, necesariamente, este nivel ha tenido que descender. Ahora, en el propio Reino Unido, se capturan cerca de 0,4 millones de toneladas anuales.

Hace un siglo la biodiversidad era inmensa, había espacios de praderas marinas y bosques de algas mucho más extensos, pero esa realidad se ha difuminado: los hábitats se han destruido y las aguas están muchos más contaminadas. Todo por la pesca furtiva y el desarrollo de las zonas costeras. Al menos así lo ponen de manifiesto, apoyándose en numerosos estudios científicos, Richard KF Unsworth y Ruth Callaway, investigadores de la Universidad de Swansea, en la revista especializada The Conversation. Estos científicos, del mismo modo que hacen un certero diagnóstico, proponen una medida para revertir la situación: reforestar los océanos.

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Una tortuga, en la Gran Barrera de Coral australiana. | Foto: Daniel Muñoz/Reuters

Esta restauración de los océanos a gran escala sería la gran baza para contrarrestar el impacto del hombre. Aunque la propuesta parece una quimera, los precedentes en otros ámbitos son numerosos. Las campañas de repoblación de especies amenazadas, como los castores o los lobos, invitan a pensar que se puede hacer lo propio con especies como las ostras, por ejemplo. También las experiencias de repoblación de bosques y montañas hacen pensar que se puede recuperar la vegetación.

Y, para colmo, existen unos pocos y esperanzadores precedentes que vienen a demostrar que estas prácticas, aplicadas al fondo marino, pueden resultar efectivas en algunos de los lugares más castigados del planeta.

Un ejemplo de éxito sería el caso de Chesapeake Bay, ubicado en la costa de Virgina (Estados Unidos), donde se ha conseguido recuperar parte del entorno marino mediante la dispersión de semillas. El objetivo no ha sido otro que el de crear un pasto marino que configure un hábitat óptimo para la pesca y el desarrollo de vida submarina, y a su vez una vegetación que puede capturar grandes cantidades de dióxido de carbono, uno de los gases causantes del efecto invernadero.

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Montones de plástico acumulados en la costa de Panamá. | Foto: Carlos Jasso/Reuters

Teniendo en cuenta que ya se han dado pasos hacia la pesca sostenible y el cuidado del agua costera, los autores del artículo proponen dar otro más para la repoblación de la fauna marina. Para ello se apoyan –también– en su propia experiencia. Desde 2014 han llevado a cabo ensayos de reforestación subacuática, y ahora han comenzado a aplicarlo en superficies marinas. Además, pretenden implantarlo manteniendo unos estándares de respeto medioambiental muy elevados. Porque la idea, en muchos casos, es desarrollar las plantas vegetales en laboratorios para luego llevarlas hasta las zonas necesitadas.

En Países Bajos, además, están haciendo ensayos con superficies de plástico biodegradable para el mantenimiento de estos pastos, pues uno de los principales retos medioambientales para esta generación y la que están por venir es el uso de plásticos, tan contaminantes. De hecho, en España ya existe un compromiso para 2020 de prohibir la venta de bolsas de plástico. Los científicos quieren asegurarse de que sus experimentos no colaboran directamente con la destrucción de otros ecosistemas.

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