THE OBJECTIVE
El archivo del buitre

Ana Rosa, ¿de 'la progre' de las mañanas a 'la facha oficial' de la televisión?

No hay nada más subjetivo e interesado que una catalogación

Mientras los buitres iban buscando momentos destacados de cada una de las temporadas de Ana Rosa Quintana en las mañanas de Telecinco era difícil no echar la mirada atrás y ver como ha evolucionado la catalogación de la popular presentadora. 

No hay nada más subjetivo e interesado que una catalogación. La principal competidora de Quintana, Susanna Griso, lo sabe bien, que ha tenido que soportar la paradoja de ver, de manera simultánea, como los federiquistas la etiquetaban como esbirra del independentismo catalán y digitales de esa cuerda, mientras en TV3, Toni Soler la presentaba como propagandista de Ciudadanos y la muy feminista Pilar Rahola la descalificaba diciendo que ‘estaba enamorada de Albert Rivera’.

Ana Rosa Quintana aterrizó en Telecinco en enero de 2005 y, una de las primeras cosas que hizo fue mantener un mano a mano con el tomatero Jorge Javier Vázquez, ante el cuál bramó bien alto lo ‘muy progre que era’. «¡Yo soy progre y tú lo sabes!».

No era ninguna ironía. El estreno de El Programa de Ana Rosa fue decidido alegato en favor de la eutanasia con Ramona Maneiro, la mujer que ayudó a suicidarse Ramón Sampedro como principal apoyo, para que «todos» la loaran y la elogiaran por realizar un alegato en favor de lo que, desde el punto de vista progresista era una hazaña en defensa del «derecho a una muerte digna».

El apoyo al matrimonio homosexual fue otro de los puntos del programa. Cuando el Tribunal Constitucional desestimó el recurso del Partido Popular de Rajoy de 2005 (para alegría del Partido Popular de Rajoy de 2012), el periódico La Gaceta que dirigía Esparza tituló aquello de «será constitucional, pero no es matrimonio», a lo que Ana Rosa Quintana respondió con un «será un titular, pero no es periodismo»

Era una Ana Rosa Quintana que respaldó las primeras huelgas feministas, que declaró la guerra al intento de impedir el aborto de niños con malformación de Gallardón, junto al resto de medios progresistas, o que dio máxima cancha al 15-M. «¡Si yo tuviera 20 años, estaría en la plaza con ellos!», decía entonces la presentadora.

Incluso cuando fichó como tertuliano al detestado Eduardo Inda allá por la temporada 2012-2013, no era entonces el látigo anti-izquierdista en el que se convertiría después, sino el látigo contra el Gobierno Rajoy, que usó el programa como altavoz para difundir todos los escándalos del caso Bárcenas, la caja B del PP, los sobresueldos o Ignacio González, que por aquella época publicaba El Mundo pedrojotiano. Era la época en la El Programa de Ana Rosa llegó a crear una sección fija del ‘desahuciado del día’ para arrojarlo contra el gabinete rajoyesco. A nadie le extrañaría que su coadjutor, Màxim Huerta, encontrara asiento en el primer consejo de ministros del PSOE. 

Y cuando nació Podemos, hay estuvieron Atresmedia y Mediaset para darle el máximo apoyo, y El Programa de Ana Rosa no fue una excepción. Inolvidable aquel especial de 24 horas de Ana Rosa Quintana conviviendo con Pablo Iglesias, donde fueron a hacer footing juntos por Vallecas o a subirse en su moto para que la llevar a La Tuerka. Iglesias buscaba mostrar un perfil humano y entendió que aquello podía ser una buena plataforma. Concedió otras entrevistas, pero como regalo a la que tenía más audiencia en su franja le entregó a Ana Rosa su primer posado sin la coleta, con el pelo suelto y saliendo de la ducha. Lo que daba más cringe no era la secuencia sino ver a toda la corte de loadores en los medios de aquella época aplaudiendo cada gesto de esa catadura con un «muy bien, esto es la nueva política».

Los tiempos cambiaron y el que en 2014-2015 era el niño mimado de los medios, ahora brama contra ellos para intentar dar bola al suyo propio. 

Y Ana Rosa, tras la vuelta de su baja y el cambio de productora, dedicaba un editorial político al inicio de su programa para rajar, no pocas veces, contra el Gobierno de coalición en general y contra Podemos en particular en estas últimas dos temporadas. Una de las veces, para, mirando a cámara, bramarle a su antiguo compañero de footing, lo muy fascista que le parecía. Fue el día de cruzar el Rubicón.

«Usted y yo estamos en las antípodas ideológicas», le decía Pedro Sánchez, «¡No, no!», se apresuraba a responder una Ana Rosa a la que se le veía con ganas de volver a repetir aquello de «¡yo soy muy progre!». Pero ahora sonaba más bien a aquella entrevista en Negro Sobre Blanco que Dragó le dijo a Jaime Campmany «¿Tú nunca fuiste progre alguna vez?» y el murciano contestó: «No es que lo fuera, es que lo sigo siendo».

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