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La otra cara del dinero

¿Debería la RFEF dejar que el sector privado venda la Copa del Rey?

Los movimientos de la Premier League pueden servirle al fútbol español estancado por estructuras arcaicas

¿Debería la RFEF dejar que el sector privado venda la Copa del Rey?

Rubiales y el presidente de la Federación de Fútbol de Arabia Saudí, Yasser Al-Misehal, posan con el trofeo de la Supercopa de España. | RFEF

Un domingo cualquiera, Lewandowski o Bellingham o Griezmann juegan un partido de fútbol. Sus patadas al balón despiertan la voracidad consumista de millones de personas, con el consiguiente rendimiento económico. Como es lógico, gestiona el tinglado una empresa privada que agrupa los intereses por todos los clubes profesionales españoles. LaLiga se llama, aunque su verdadero nombre (menos marketiniano) es Liga Nacional de Fútbol Profesional. Quedémonos con la última palabra. Profesional.

El miércoles siguiente, Lewandowski o Bellingham o Griezmann juegan un partido de fútbol. Sus patadas al balón despiertan la voracidad consumista de millones de personas, con el consiguiente rendimiento económico. Como no es demasiado lógico, gestiona el tinglado una federación deportiva que agrupa los intereses de varias federaciones regionales que a su vez se supone que agrupa los intereses de los españoles aficionados al fútbol, así, en general, muy en general. Real Federación Española de Fútbol (RFEF) se llama. Sus estatutos la definen como una asociación privada de utilidad pública. Quedemos con la última palabra. Pública.

El truco es muy sencillo. A lo primero se le llama partido de liga. A lo segundo, partido de copa. 

La coletilla utilitarista del estatus jurídico de la RRFEF viene a significar que, aunque pueden hacer más o menos lo que les dé la gana como organización independiente, reciben un generoso riego de subvenciones procedentes de nuestros impuestos. Ya explicamos por aquí las cuentas de la RFEF. Aquello que decíamos de que, en última instancia, sus «accionistas» son algo tan general como «el mundo del fútbol» permite una gestión caciquil y opaca capaz de sostener hasta el esperpento a un líder de la calaña de Luis Rubiales.

Se podría objetar que la Copa del Rey la juegan también los equipos modestos, incluso no profesionales. Eso es verdad a medias. Para empezar, aficionados realmente sólo lo son los jugadores de dos de las categorías implicadas: Segunda Federación y Tercera División. Pero, sobre todo, a partir de ciertas rondas, en las que ya entran en juego los equipos profesionales, incluso los partidos de estos aficionados dan rendimientos profesionales.

Más desconcertante aún es el asunto de la Supercopa, que en su momento enfrentaba a los campeones de Liga y Copa pero ha ido evolucionando (¿degenerando?) hacia un formato que exhibe a los cuatro mejores equipos del fútbol profesional. Por supuesto, lo gestiona la RFEF. Su líder carismático Luis Rubiales dio el pelotazo llevándose el invento a Arabia Saudí, con el avispado (y remunerado) asesoramiento de Gerard Piqué, a la sazón futbolista de uno de los equipos en juego. La cosa anda en los tribunales.

Dicho lo cual, ¿no sería más lógico que el fútbol profesional gestionara la Copa del Rey, al menos a partir de determinada ronda, y la Supercopa? Como en el chiste de los vascos: ¿a qué vamos, a setas o a Rolex? 

«España no es el único país en el que la transición del fútbol desde unos orígenes amateur al tremendo negocio que es ahora produce distorsiones»

Ojo, España no es el único país en el que la transición del fútbol desde unos orígenes amateur al tremendo negocio que es ahora produce distorsiones. Los ingleses, inventores del fenómeno, también andan en ello. Pero parece que intentan resolverlo. Y eso que ellos tienen que lidiar con la sacrosanta tradición nacional. La FA, equivalente a nuestra RFEF, se fundó en 1863…  

En 2016 se produjo algo parecido a una revolución, pero no precisamente hacia una gestión más razonable que dejara la parte profesional del fútbol a los profesionales, sino hacia un reforzamiento antimercantilista desde un ángulo ideológico progresista. A finales de ese año, cinco ex ejecutivos de la FA pidieron al Comité de Cultura, Medios y Deporte del Parlamento una legislación para reformar la asociación porque estaba obsoleta y frenada por «hombres blancos de edad avanzada», e incapaces de contrarrestar el poder de la Premier League. 

Llegaron las reformas y, por lo menos, consiguieron reducir el tamaño de la junta directiva. Recordemos que, en la RFEF, los cuatro principales directivos cobran siete millones al año. También se aumentó el número de mujeres. Mejor no recordemos la gestión de este asunto por el líder Rubiales. La facción progre quedó, sin embargo, insatisfecha. Pedían cambios más radicales, sobre todo en la representación de las minorías.

Pero la verdadera guerra está empezando ahora. En julio, The Times desveló que la Premier League quiere hacerse con los derechos de retransmisión internacional de los partidos de la Copa que organiza la FA, el equivalente a nuestra Copa del Rey. Actualmente los tiene la agencia de medios IMG gracias un suculento contrato hasta 2025 por unos 100 millones de libras esterlinas (unos 117 millones de euros). Y eso que no incluyen Europa occidental, Oriente Medio y Norte de África. Eso va aparte. Del Reino Unido se ocupan la BBC y la ITV.

Según The Times, la Premier League quiere hacer aún más atractivo el paquete que vende a sus socios comerciales en todo el mundo. Como explica Paul Macdonald en FootballTransfers, los derechos televisivos son el «arma letal» que ha propiciado la absoluta supremacía actual de la Premier en el mundo del fútbol. Y no se duermen en los laureles: quieren más. Desde la FA hay resistencias, pero solo se manifiestan desde el anonimato. La declaración oficial del portavoz refleja el momento de tensión: «La licitación por los derechos de transmisión internacional de la Copa FA está en vivo, por lo que no haremos más comentarios durante este proceso».

Veremos. 

La Premier League basó su actual poderío en golpear primero. El fútbol inglés tuvo que reaccionar acuciado por la terrible crisis de los hooligans de los años 80, que llegó incluso a la expulsión de sus clubes en las competiciones europeas. Hubo una remodelación completa. En España, el modelo de la LaLiga sigue (más o menos, con nuestras idiosincrasias a cuestas) la misma pauta, pero va por detrás. 

Siguiendo la analogía de la Premier, si lo que hace falta para espabilar es una crisis, parece que tenemos una bastante gorda encima… 

Las cifras, por supuesto, son diferentes. Jabier Izquierdo asegura en 2playbook que nuestra Copa del Rey está creciendo fuera de España a marchas forzadas. De momento la RFEF se ha garantizado sólo un mínimo de 20 millones de euros anuales por los derechos internacionales entre 2022 y 2027, pero la clave es el incremento del 30% respecto al ciclo anterior. Parece llegado el momento de dejárselo a los profesionales.

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