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Qué nos jugamos los españoles en la crisis de Ucrania

Rusia percibe a España como uno de los eslabones débiles de la OTAN y está dispuesto a explotar esa vulnerabilidad

Qué nos jugamos los españoles en la crisis de Ucrania

Valentyn Ogirenko | Reuters

La mayoría de los españoles han recibido un curso intensivo sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania en las pasadas semanas gracias al bombardeo de los medios de comunicación sobre una crisis. Este nuevo episodio de agresividad rusa debería sonar familiar para una opinión pública que cuenta con crecientes evidencias de que el Kremlin y sus aliados azuzaron al independentismo catalán y podrían haber estado detrás del asalto informático contra el Servicio Público de Empleo (SEPE) de marzo de 2021 que paralizó el organismo y retrasó el pago de la prestación de desempleo a miles de parados.

Pese a estos precedentes, la mayoría del país mira las maneras mafiosas de la política exterior de Moscú como una amenaza casi irrelevante. De acuerdo a una encuesta realizada por la Fundación Alternativas y el Ministerio de Defensa el pasado enero, solamente el 5,8% de los ciudadanos ven el poder de Rusia como una amenaza importante para España. Sin embargo, hay razones para pensar que los españoles no podrán escapar a los efectos de la embestida de Vladimir Putin contra el orden internacional. Primero, el Kremlin está determinado a responder con dureza al castigo impuesto por la OTAN por su agresión a Ucrania. Segundo, las consecuencias de la quiebra de la seguridad europea se dejarán sentir en escenarios críticos para la seguridad española como las relaciones con Marruecos.

Las opciones del Kremlin

Rusia percibe a España como uno de los eslabones débiles de la OTAN y está dispuesto a explotar esa vulnerabilidad. Razones no le faltan al Kremlin para pensar así. España es el segundo país de la OTAN que menos gasta en defensa como porcentaje del PIB (1,02% en 2021), solamente por encima de Luxemburgo (0,57%). Tampoco ayuda el comportamiento del Gobierno de Madrid. Basta recordar el surrealista acuerdo alcanzado en 2018 por el entonces ministro de asuntos exteriores, Josep Borrell, con su homólogo ruso, Sergei Lavrvov, para crear un grupo binacional para combatir la desinformación enfrentada por España, algo así como trabajar con el zorro para proteger el gallinero.

Así las cosas, la agresión rusa en Ucrania puede traer aparejado un incremento de las presiones sobre España como parte de la estrategia de Moscú para romper la cohesión de la OTAN golpeando a sus miembros más débiles.  En este sentido, es probable que Moscú intensifique lo que se suele conocer como «guerra política», el conjunto de medidas abiertas y encubiertas por debajo de un enfrentamiento militar convencional dirigidas a condicionar el comportamiento un gobierno rival. Este esfuerzo involucraría una campaña masiva de desinformación en respaldo de posiciones favorables al Kremlin. De igual forma, financiamiento y respaldo político serían canalizado a partidos y organizaciones sociales afines a los intereses rusos.

Además, es probable que se produzcan nuevos episodios de cibersabotajes contra infraestructuras claves con el objetivo de dañar la frágil recuperación económica y sembrar el caos. Tampoco se puede descartar la ejecución de acciones directas tales como la voladura del arsenal de Vrbetice (República Checa) ejecutada por operadores del Directorio Principal de Inteligencia del Estado Mayor General ruso (GRU) en 2014. Los combates en Ucrania pueden sonar lejos, pero el Kremlin parece determinado a que sus efectos se hagan sentir en la seguridad y estabilidad de España.

Más allá de las consecuencias directas de la guerra en Ucrania, la determinación de Vladimir Putin de dinamitar las reglas de juego de la seguridad europea promete cambiar el entorno estratégico español. El líder del Kremlin ha quebrado los pilares del orden europeo tanto en lo que tiene que ver con fines como con medios. Por un lado, Moscú ha declarado que está decidido a modificar fronteras internacionales y someter a su voluntad a estados vecinos.  Por otra parte, ha apostado por imponer estos cambios por medios ilegales, incluida la guerra de agresión.  Este fue le caso con la invasión de Georgia en 2008 y la anexión de Crimea en 2014.

Esta hoja de ruta – modificación de fronteras y ruptura de la legalidad internacional – promete tener imitadores entre todos los descontentos con el presente statu quo estratégico. Si este es el caso de Marruecos, una posibilidad verosímil a juzgar por su reciente comportamiento, España tendrá que hacer frente a un incremento de la conflictividad en sus límites meridionales al tiempo que colabora con sus socios de la OTAN para contener a Rusia.

Mirando al sur

Pese a la insistencia de parte del establecimiento de política exterior español de que nada sustancial ha cambiado en las relaciones con el vecino del sur, lo cierto es que el balance estratégico entre Madrid y Rabat está girando en favor de este último. Desde una perspectiva militar, Marruecos ha emprendido un ambicioso programa de fortalecimiento de sus fuerzas armadas que ha incluido la reinstauración del servicio militar obligatorio y una masiva compra de equipo bélico. La lista de proveedores y sistemas de armas incluye 222 carros de combate M1A1, 25 cazabombarderos F-16C/D, 36 helicópteros de ataque AH-64 Apache y 4 aviones no tripulados MQ-9B SeaGuardian de EE.UU.; 30 sistemas de artillería CEASAR y un paquete de misiles antiaéreos VL-MICA de Francia; 19 aviones no tripulados de combate Bayraktar TB2 y sistemas de guerra electrónica móviles KORAL de Turquía; y misiles de defensa antiaérea Barak MX y municiones estacionarias (comúnmente llamadas «drones kamikazes») Harop de Israel. Todo ello está regado por un presupuesto de defensa que alcanzó el 5,3% del PIB en 2021, cinco veces el nivel de España.

El crecimiento militar marroquí ha venido acompañado de un fortalecimiento de su posición internacional. Rabat se ha convertido en un aliado predilecto de Washington que ha asumido sus tesis sobre el conflicto del Sahara Occidental. Además, la monarquía alauita ha restablecido relaciones con Israel que le ha premiado con una expansión de su cooperación militar y económica. De este modo, Marruecos ha ganado posiciones con dos países claves dentro de la arquitectura de seguridad del Mediterráneo.

Ciertamente, el ascenso estratégico de Marruecos enfrenta serias restricciones. España todavía conserva una sustancial ventaja en términos aeronavales.  Además, Madrid está plenamente integrada en la Alianza Atlántica y la Unión Europea. Por otra parte, gran parte de las energías marroquíes están absorbidas por su rivalidad con Argelia y el conflicto del Sahara Occidental.

Sin embargo, el cambio en el equilibrio de fuerzas entre ambos lados del estrecho ha abierto nuevas opciones para Marruecos en sus contenciosos con España sobre el conflicto del Sahara Occidental y la soberanía de Ceuta y Melilla. Como señala el informe «Las pretensiones de Marruecos sobre Ceuta y Melilla desde la perspectiva de la ‘Zona Gris’» publicado por el Observatorio de Ceuta y Melilla del Instituto de Seguridad y Cultura, el rearme de Rabat no garantiza su supremacía, pero le proporciona capacidad para disuadir a Madrid de optar por la vía militar para responder a tácticas de la llamada «zona gris», medidas de presión ilegales por debajo del uso de la fuerza. Vale la pena recordar que España escogió la alternativa militar para recuperar el islote de Perejil ocupado ilegalmente por Marruecos en 2004 porque gozaba de una clara superioridad militar y un fuerte respaldo de EE.UU. Bajo las presentes circunstancias, una respuesta de este tipo enfrentaría riesgos mucho más elevados que podrían desalentar al gobierno español.

El margen de maniobra estratégico ganado por Marruecos explica su actual agresividad. Ahí está, por ejemplo, la forma en que Rabat alentó y organizó una oleada de inmigrantes ilegales contra Ceuta el pasado mes de mayo como forma de poner presión sobre Madrid. Episodios como este son el resultado de la percepción marroquí de que disfruta de una posición de ventaja en un contexto internacional permisivo con quienes cuestionan el statu quo por medios ilegales. Así las cosas, es casi seguro que incidentes similares se repetirán en el futuro.

El desprecio por la legalidad y el recurso a la guerra de agresión utilizados por Rusia en su prolongado asedio contra Ucrania han cambiado las reglas de juego de la seguridad en Europa y más allá.  Lo que hasta recientemente resultaba impensable – el uso de la fuerza para alterar fronteras o crear estados vasallos – se ha convertido en una posibilidad cierta. No hay forma de que España escape de esta realidad estratégica. La única opción es aceptar el fin de los buenos tiempos y prepararse para un periodo en que la inestabilidad y la violencia llamarán a la puerta.

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