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Alcohol y deporte: una pareja llena de desavenencias por estas razones

De problemas con el sueño a mala recuperación, no hay ninguna razón por la que fomentar esta relación

Alcohol y deporte: una pareja llena de desavenencias por estas razones

Un hombre pensativo sujeta una botella de cerveza | ©Freepik.

Tenemos claro que aquel ‘si bebes, no conduzcas’ era fundamental. También podíamos tener claro que, como es lógico, el alcohol nunca se va a llevar bien con nuestro organismo. Sin embargo, no es menos cierto que hay una cierta socialización que implica alcohol en mayor o menor medida. Una relación que suele atribular a aquellas personas activas que, además, no saben cómo integrar en la ecuación al alcohol y el deporte.

Hay una regla que es más sencilla y que sería que lo conveniente es un consumo cero de alcohol. Independientemente del tipo, pues no hay consumo de alcohol recomendado por cualquier tipo de motivo. Sin embargo, no es menos lógico que haciendo muy puntuales excepciones se puede entender una cantidad mínima de alcohol vinculada al deporte.

No obstante, no es menos cierto que el alcohol es —y siempre será— un mal compañero de viaje. Las enfermedades a él asociadas son muchas y no todas obedecen a un consumo excesivo. Por este motivo, pensar que ‘solo una copita’ no va a hacernos daño es un error, pues todo cuenta. Evidentemente, no vamos a negar que, a más consumo, más riesgo, pero existen determinadas fórmulas que permitirían compaginar alcohol y deporte.

Del mismo modo, conviene saber que, aunque se trate de una cantidad pequeña, influye en nuestro rendimiento deportivo o en nuestra recuperación. Solo que somos seres sociales y raro es el ejemplo de los atletas de élite que no consumen nada de alcohol. Razón por la que siempre entendiendo que el alcohol es un tóxico, podemos hacer ciertas excepciones.

Los riesgos de mezclar alcohol y deporte

Dos hombres beben alcohol después de hacer deporte
Son varias las interacciones que el alcohol puede provocar en el deportista. ©Freepik.

El alcohol, entendido dentro de su vínculo con el deporte, generalmente está siempre descartado. No obstante, insistimos en que de manera puntual puede ser sobrellevable. No obstante, siempre se debe comprender que hay una relación a largo plazo que hace desaconsejable el consumo de alcohol.

Entre algunos de los grandes hándicaps se deben citar varias realidades. Una de ellas, evidente si se mezcla alcohol y deporte, es que el alcohol tiene un potente efecto diurético. Por este motivo contribuye a la deshidratación, un fenómeno que de por sí ya sucede con el intercambio de líquidos que produce el ejercicio físico. Por este motivo, por habitual que parezca, no conviene recurrir a la cerveza ni otras bebidas alcohólicas tras hacer deporte.

Además, como es evidente, si estamos intentando perder peso, el alcohol y el deporte no van a ir de la mano. El alcohol es un nido de calorías vacías, de las que ya te hablamos en THE OBJECTIVE, que aumentan progresivamente a medida que más alcohol tenga la bebida en cuestión.

Da igual del producto que hablemos, pero sí hay que tener claro que las bebidas con más graduación van a tener más calorías. Una realidad que conviene saber, no sólo por el hecho de la pérdida de peso, sino de la salud en general.

En un sentido parecido, conviene explicar que el alcohol está también vinculado a una peor recuperación del esfuerzo físico. Calambres y una peor regeneración muscular serían situaciones frecuentes que se derivan de ese consumo de alcohol emparejado al deporte. Motivo extra por el que desterrar a cualquier tipo de alcohol de la dieta.

También con la cama topamos. Sabemos que un buen descanso es fundamental para el buen desempeño físico. Por esta realidad, ser conscientes de que el alcohol empeora la calidad del sueño también sería relevante para despedirse de beber.

¿Hay alternativas?

Un grupo de hombres beben cerveza
No hay consumo de alcohol inocuo, independientemente del momento o tipo de alcohol. ©Freepik

Una situación que desvela este estudio y que además empeora cuando añadimos otros parámetros como el estrés o una mala calidad de la alimentación. Sea como fuere, esta pareja es del todo indeseada y, sobre todo, aunque se consuma de manera esporádica, se debe tener claro que nunca va a hacernos bien. Razón por la que conviene prestar atención a alternativas como las cervezas sin alcohol o la cada vez más incipiente moda de vinos y destilados sin alcohol, aunque igualmente implican calorías, pero menos que sus versiones alcohólicas.

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