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Prevenir es curar: los expertos piden educar en paralelo a restringir el consumo de alcohol

El primer contacto con esta droga en España se da, de media, a los 14 años, una cifra que no ha dejado de caer

Prevenir es curar: los expertos piden educar en paralelo a restringir el consumo de alcohol

El consumo de alcohol en exceso es una de las prácticas más normalizadas y nocivas. | Alejandra Svriz

El alcohol es una droga aunque la hayamos normalizado hasta pensar que es una sustancia más. Su consumo, cuando es excesivo y también cuando es moderado, resta a la salud y no tiene efectos beneficiosos para el ser humano, siendo el causante de más de 200 enfermedades y trastornos que requieren de tratamiento médico, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Tal es el daño que causa que su incidencia en la mortalidad global no es menor: tres millones de personas pierden la vida de forma prematura y evitable por su consumo, un 5,3% de las defunciones totales alrededor del globo (aunque si hablamos de la franja que va de entre los 20 a los 39 años, la cifra asciende a más del 13%).

El pasado 15 de noviembre España celebró el Día Sin Alcohol, una fecha que espera ayudar a concienciar sobre el problema que supone esta droga y los peligros que entraña para la salud de los ciudadanos que se exponen a ella. La Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y otras Toxicomanías (Socidrogalcohol) ha sido una de las más importantes en la lucha contra las sustancias adictivas y nocivas para la salud. En una conversación con su presidente, Francisco Pascual, THE OBJECTIVE ahonda en las medidas que la ciencia y años de investigaciones han demostrado como más efectivas, entre las que se destaca una correcta prevención como plan de mayor efectividad y la necesidad de alcanzar consensos entre los gobiernos y los lobbies promotores del consumo de alcohol para poner veda a un problema generalizado.

Educar antes que vetar

Pascual recomienda cambiar el sentido de las lecciones sobre el consumo de alcohol y pide orientarlo a lo nocivo de ciertas cantidades ante la imposibilidad de restringirlo por completo. Así, recuerda que, por ejemplo, «tomar dos copas todos los días te puede provocar enfermedades, tomarte cinco los fines de semana puede causarte trastornos en el comportamiento. Si ya sabemos que la gente va a beber igual, al menos debemos intentar informarles; porque no es solo el número de copas: son los gramos de alcohol que ingieres».

El consumo de esta sustancia supone un riesgo para todos, aunque en especial para las mujeres embarazadas, que pueden sufrir desde un aborto espontáneo o un parto prematuro hasta provocar malformaciones y enfermedades para el feto. Pascual insiste en la importancia de la educación en todos los casos, incluso por delante de la restricción. Recuerda que algunos estados europeos han decidido plantar batalla al alcohol a través de subidas de impuestos que tratan de desincentivar su consumo habitual y complicar su acceso y recomienda su aplicación en España. Esta medida permitiría destinar los ingresos extraordinarios a cubrir por completo en tratamientos para los pacientes, lo que repercutiría de forma directa en un descenso de las muertes y una mejor atención de los casos.

Personas brindan con bebidas alcohólicas. Foto: Pixabay.
Personas brindan con bebidas alcohólicas. | Foto: Pixabay.

A pesar del trabajo desplegado por el Ministerio de Sanidad y las asociaciones que luchan contra las adicciones son muchos los ciudadanos que fallecen por un consumo excesivo. Un estudio de la Revista Adicciones estima que entre 2010 y 2017, 14.927 ciudadanos murieron a causa de enfermedades derivadas del alcohol, de las que un 58,6% fueron prematuras -es decir, antes de los 75 años-. En el total de defunciones representa casi un 4% del total de los muertos, mayoritariamente por cáncer y enfermedades digestivas. En los últimos años ha descendido el total de muertes por consumo de alcohol. El estudio de Adicciones revela que puede deberse a la mejora en los tratamientos y a cambios en las condiciones económicas y sociales concretas, lo que ha derivado en terapias de mayor calado y mejor efectividad.

Una droga ‘sexy’, habitual y normalizada

La normalización de la sustancia no solo provoca que sea habitual su consumo, sino que sea complicado tratar de extirpar conductas malsanas de las actitudes de ocio de cada individuo. Existen personas que renuncian a beber al salir de fiesta y que en diferentes reportajes y mensajes en las redes sociales denuncian el «estigma» que les supone esa noche y la insistencia de todos sus amigos para que cejen en su empeño -aunque sea bueno para la salud- y se sumen a ellos aunque sea con una copa. Todos hemos sido la persona que ha querido no beber -y puede que haya cedido- y la que ha insistido en que otro deje de hacerlo.

España no es una excepción. Prácticamente todos los ciudadanos consumen o han consumido alcohol de forma frecuente a lo largo de su vida, iniciándose en esta actividad -de media- a los 16 años de edad, aunque los datos señalan que en muchas ocasiones la primera copa se adelanta hasta los 14. Millones de personas se confiesan adictas a esta sustancia. Algunas lo hacen en silencio, sin revelarle a nadie el conflicto que viven; otros reúnen las fuerzas necesarias para acudir a cualquiera de los centros de salud o asociaciones sin ánimo de lucro que trabajan para mejorar la vida de los ciudadanos que padecen algún tipo de adicción.

Hay otro rival para los no bebedores: los lobbies de las alcoholeras. No existen gráficas concretas sobre el monto total del PIB que proviene de la venta y del consumo de estas sustancias, aunque algunas estimaciones sostienen que se acerca a casi el 1%. A ello hay que añadir el peso que tiene en las cuentas finales de los bares y restaurantes de todo el mundo, en los que no hay terraza sin su ‘cervecilla’ ni su ‘copita’ de vino de media tarde. El alcohol nos gusta y lo disfrutamos en nuestro tiempo libre, y los vendedores lo saben e insisten en la inversión publicitaria a pesar de las restricciones gubernamentales. Pruebe a hacer el experimento. En su próxima lectura de un periódico calcule cuánto tarda en ver un anuncio que oferte, por ejemplo, vino. Verá botellas elegantes, bebidas para animar la noche, modelos y actores promocionando su consumo, a veces el de sus derivadas 0’0. El alcohol se muestra como algo ‘sexy’ cuando es una sustancia nociva.

Pascual pide no demonizar el consumo, pero recuerda que en la cuestión de las restricciones se entra en una dicotomía: salud o economía (similar a la vivida durante la pandemia en España, cuando tocó pensar si pesaba más prevenir los contagios con restricciones al ocio o preservar la Economía a pesar de la subida en la incidencia acumulada). El profesional de Socidrogalcohol señala que hay países en los que se promueve un ocio saludable en el que además existen medidas para evitar que los clientes bebidos puedan provocar un accidente. «¿Por qué en otros países no se sirven bebidas alcohólicas a partir de cierta hora? ¿Por qué en otros países el barman tiene la autorización para quitarte las llaves del coche si ve que vas bebido? Eso se podría hacer y favorecería un ocio sano», destaca.

La primera bebida con alcohol, a los 14 años

No es solo la publicidad, sino también frenar una concepción de la diversión. Para ello, Socidrogalcohol sostiene la importancia de alcanzar consensos entre las instituciones y las empresas distribuidoras o los locales de ocio. Este tipo de conversaciones serían de vital importancia y evitarían, entre otras situaciones, que la edad de la primera consumición de alcohol siguiera descendiendo año a año, situándose en la actualidad en los 14 años cuando hace menos de una década se daba a los 16. Pascual admite su preocupación con este dato, porque al ser una estadística implica que para que se dé ese número alguien tiene que decir que su primer contacto se ha producido a los 12 o incluso antes. Asume que gran parte de esta situación se debe a la normalización del consumo en todos los aspectos festivos de nuestra vida como los cumpleaños y las celebraciones, en las que no falta la ocasión para que el menor ‘moje los labios en champagne‘ o en situaciones como Navidad en la que muchos familiares «le dan al menor para que brinde«.

Esto no implica que los padres deban dejar de beber delante de sus hijos, sino que sean conscientes de su relación con la bebida. «Para mi no debería normalizarse, por ejemplo, que en cada comida, incluso entre semana, haya una botella de vino sobre la mesa. Creo que debemos saber convivir con el alcohol y tomar un vaso de vino con una comida un determinado día no pasa nada, pero si esto lo hacemos como algo cotidiano los hijos acaban imitando el mismo patrón que ven en casa», señala. Y de casa al parque, a estar en la puerta de la tienda del barrio con tu grupo de amigos esperando la oportunidad para entrar y comprar un pack de cervezas o una botella de alcohol ‘duro’ hay un trecho muy fino, una línea que todo el mundo ha visto cruzar alguna vez -aunque normalmente suele ser uno mismo el que lo hace-.

Las leyes son restrictivas en cuanto a la edad, pero no siempre se respetan y son una puerta por la que se cuelan primeros bebedores ávidos de disfrutar la noche como creen que solo puede hacerse: con una botella de alcohol barato comprado a medias entre todo el grupo de la que darán cuenta en un parque o en casa de uno de ellos. Las sanciones por estas actitudes vienen recogidas en las leyes autonómicas, reguladas por las respectivas consejerías de Salud al ser una competencia transferida. Tras un repaso de ellas, uno observa que las multas van desde los 60 euros en los casos más leves hasta los 600.000 si observamos las sanciones más graves. Si los locales reciben algunas sanciones intermedias y siguen resultando beneficiosas prácticas como la venta de alcohol a menores, no cesarán de hacerlo, ahondando en la herida que deja de por vida.

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