THE OBJECTIVE
Cultura

Manuel Vilas: «El amor se fragua en los besos, en la aceptación de un beso»

La nueva novela del finalista del Premio Planeta desvela las virtudes del amor maduro como salvador en momentos de incertidumbre versus la eclosión del amor romántico.

Manuel Vilas: «El amor se fragua en los besos, en la aceptación de un beso»

Carlos Ruiz | Grupo Editorial Planeta

El año pasado mientras la pandemia[contexto id=»460724″] ocurría, el escritor Manuel Vilas se sentó a escribir sobre el amor como una vía para escapar y vencer eso que nos estaba pasando: el virus, la incertidumbre, la muerte.

Los besos (Planeta, 2021) es la nueva novela del narrador y poeta aragonés que narra la eclosión del amor romántico y erótico desde los soliloquios de un hombre de 58 años, quien se instala en el pueblo de Sotopeña para huir del virus mientras lee El Quijote. Es ahí, rodeado de naturaleza y entre reflexiones políticas sobre lo que está sucediendo con la pandemia, que conoce a Montserrat y comienza a vivir una historia de amor idealizada.

La promoción de este nuevo libro llega luego del boom de su novela autobiográfica Ordesa, y de ser finalista del Premio Planeta con su novela Alegría, que lo ha convertido en un rockstar de las letras españolas llevándolo a presentar Los besos en espacios culturales más grandes más allá de una librería.

Es así como me encuentro con Manuel Vilas en las instalaciones de la nueva Casa Seat de Barcelona donde presentará Los besos junto al también escritor Jorge Carrión. Este espacio de la marca de coches le calza muy bien al autor, ya que en casi todas sus novelas los coches de Seat tienen un lugar importante dentro de su narrativa. Los coches dan un espacio de refugio emocional para los personajes, pero sobre todo, a Vilas le parece que un coche te da la sensación de libertad, de poder de huida, de ir más allá a descubrir. Poseen el don de darnos una sensación vitalista, la misma que expresa en las líneas de esta nueva novela a través de los soliloquios de amor maduro que beben mucho en estructura de Las Olas de Virginia Woolf como bien ha afirmado el autor durante la presentación.

Manuel Vilas: “El amor se fragua en los besos, en la aceptación de un beso” 1
Portada de la nueva novela de Manuel Vilas

¿Qué ha pasado desde Ordesa hasta Los Besos?

Esto ha sido un boom. Bueno ha pasado que uno sigue investigando en la vida y escribiendo lo que va viendo. Si sigues viviendo, sigues alerta con la vida y, como escritor, tienes esa especie de maldición de estar siempre trasladando tu vida o lo que estás viendo a un libro. Eso al final es el sentido de tu vida, está ahí y consiste en escribir libros. Es verdad que escribir un libro es algo maravilloso, pero también tiene un punto de maldición, de estar siempre obligado a escribir, porque si no parece que no estás viviendo. Eso a mí me pasa por lo que veo y a otros colegas de la profesión les pasa también, así que seguimos escribiendo.

Empezaste a escribir esta novela en la pandemia, ¿qué fue primero la pandemia o la historia de amor?

Yo creo que vi primero la pandemia porque me acuerdo estaba muy angustiado, pero ya luego me concentré más en la historia de amor y me pareció más interesante la historia amor y empecé a quitar cosas de la pandemia. Tenía cosas escritas, notas. La verdad es que no sé en qué momento pasó una cosa o la otra. Yo lo que necesito es escribir todos los días. Luego, ya conforme va aumentando lo escrito, voy viendo hacia dónde va.

El personaje de Salvador, el narrador de Los besos, es muy crítico con la situación y las acciones políticas tomadas durante la pandemia en España…

A ver. Políticamente yo vi muchas cosas muy desagradables que todavía están allí, pero yo no quería que eso se llevase la novela. Precisamente la novela lo que hace es dibujar la idea de que la salida a una catástrofe es el amor. Es como en Casablanca, cuando Humphrey Bogart le dice a Lauren Bacall: «El mundo se está derrumbando y nosotros nos enamoramos». A mí esa idea me gustaba, era como una especie de superación de la pandemia. Sin embargo, también había un hartazgo de medios de comunicación en donde no se decía absolutamente nada, ¿no? Eso era horrible. Ver la televisión y todo el rato era una repetición de cosas que no tenían ningún contenido. Esto era el final de la civilización. Entonces la manera de recuperar la vida era con una historia de amor. Así fue como se da el amor también con su punto de melancolía, porque en realidad el narrador está obsesionado es con el erotismo y con que no termine ese erotismo.

Pero más allá del erotismo, el personaje de Salvador termina siendo una especie de Don Quijote del siglo XXI. ¿Por qué este homenaje a Cervantes que, a su vez, sirve para entender el amor romántico o su decadencia?

Salvador lee la novela de Cervantes como una novela de amor, lo cual es un poco distorsionado con respecto a las lecturas clásicas de la novela de Don Quijote, donde se ha visto la historia de amor como algo ridículo o como algo anecdótico. En cambio, Salvador lo lee como algo importante y algo nuclear. Lee El Quijote de una manera distinta, en realidad, lo que le importa es que dentro de esa novela hay una historia de amor, donde se construye un ideal inalcanzable que es esa mujer, Dulcinea, y le parece que esa forma de estar en el mundo es la que él quiere, la que a él le puede salvar, como salvó a Don Quijote. Don Quijote es la construcción de un ideal que coincide con el amor romántico. Salvador ve que en realidad en el Quijote lo más importante es la historia de amor y piensa que eso es lo único que cabe, que eso es lo más importante; que la historia de un ser humano es un enamoramiento porque no encuentra otra cosa, pero en realidad, es un buscador como yo. Creo que todo ser humano es un buscador, busca cosas que le den plenitud, que le ilusionan, que le ayudan a vivir, que le den sentido a su vida. La gente se pasa la vida buscando cosas: buscan el trabajo, el dinero, el amor.

A pesar de que él está buscando amor, es un hombre de mediana edad que se avergüenza de pedir amor. ¿Por qué la vergüenza?

No, es que yo creo que Salvador no sabe amar. Yo creo que él tiene un problema. Probablemente, Don Quijote de la Mancha tampoco sabe amar. Ellos se inventan un ideal porque no saben amar. Don Quijote no supo amar a Aldonza Lorenzo, que es la persona real detrás de la cual está Dulcinea y Salvador no sabe amar a Montserrat así que la tenía que convertir en otra cosa. Entonces ese es un problema patológico de personalidades que idealizan y, al idealizar, se alejan del amor y entran en un delirio. El problema es el delirio. Salvador delira o Don Quijote delira porque no quieren amar la realidad y entonces idealizan al ser amado. Pero por otro lado, el enamorado que idealiza acabará decepcionado. Aunque en la vida, si no idealizas, si no hay una utopía en tu vida, sea de la naturaleza que sea, la vida también te va a resultar decepcionante. Es una paradoja, entonces es una búsqueda, es la búsqueda de un subidón que tiene que ver con el enamoramiento. La bioquímica del enamoramiento contiene ese subidón de resplandor, de felicidad, de plenitud, de ilusión y el personaje de Salvador se ha hecho adicto a eso.

Siendo un idealista del amor ¿cómo el personaje maneja estas fluctuaciones de efervescencia y caída?

En la novela él está todo el rato obsesionado con que haya plenitud. Hay un momento en la novela en que parece que pierde el interés sexual por ella y ese momento le parece catastrófico, pero luego reaparece otro subidón erótico. Salvador está pendiente de que en cualquier momento el erotismo y la atracción sexual van a perderse y eso le produce mucha angustia. Eso siempre sucede en las relaciones amorosas, me da igual que sean heterosexuales o homosexuales, es lo mismo. De repente aparece el cansancio erótico. Toda pareja entra en el cansancio erótico, y bueno, el personaje de Salvador teme entrar ahí. Tiene pánico a entrar allí porque le parece que ese cansancio es una humillación a la vida.

¿Qué diferencia esa humillación entre Salvador y Montserrat?

Él quiere estar continuamente erotizado y ella no. Ella tiene una visión más natural. Se ha encontrado a ese hombre que le parece interesante y divertido. Ella tiene arraigo en la vida, porque tiene un hijo, tiene también sus preocupaciones, tiene una relación con la maternidad, con su propia familia y tiene un matrimonio que no se lo creía ni su propia madre. Ella tiene puntos luminosos, no idealiza y, al final, creo que ella tiene un sentido de la vida probablemente mejor que la de él. Yo creo que él es un hombre frustrado, aunque al final de la novela parece que no, no lo sé. Ahí lo dejo para no contar la novela. Es que, claro, ahí están las interpretaciones que tú hagas sobre la novela. Yo creo que él no es feliz.

Se nota un hombre con mucha rabia internalizada.

Tiene rabia, está encabronado con la política y con el mundo. Se ha encabronado mucho por eso hace cosas: roba en las tiendas, por ejemplo. No soporta a los políticos que hablan.

Manuel Vilas: “El amor se fragua en los besos, en la aceptación de un beso” 2
Manuel Vilas fotografiado por Carlos Ruíz | Imagen vía Grupo Editorial Planeta

A pesar de su rabia, el personaje parece no reflejar ninguna postura política, no sabes si es de izquierda, de derechas o de centro. ¿Hay un hartazgo político?

Yo sí que trabajé, literal, eso que tú acabas de decir. Yo eso sí que lo hice de laboratorio. Me preocupé de que sus puntos de vista sobre la política no fuesen creíbles a la izquierda, la derecha o al centro, que fuese un desclasado, que no hubiera un pensamiento político, que fuese absolutamente difícil de ubicar en alguna opción política al uso. Entonces, hay veces, que puede parecer de derechas y hay veces que puede parecer de izquierdas o de lo que sea. No se sabe muy bien qué ideología tiene. Lo que sí se sabe es que tiene una visión muy disolvente de lo que pasa.

A mí me recuerda este personaje al de El luminoso regalo pero casi a los 60 años.

Pudiera ser. Esa era una novela muy descarnada, era muy pornográfica y esta es una novela romántica. Ha habido un paso bastante importante de lo pornográfico a lo romántico.

Deseamos besar aunque no podemos ver los besos que damos y nos dan, ¿besar es un acto de fe?

Yo estaba concentrado en analizar literariamente los besos, lo que significaban y sobre todo qué significaban para ellos. El beso es un momento en que tú llamas a la puerta de alguien y ha habido un contexto donde se fabrica una intimidad y, en esa llamada, está la posibilidad de que se rechace el beso. Cualquier relación amorosa comienza con un beso, entonces pensé que eso era el origen del amor. El amor se fragua en los besos, en la aceptación de un beso. El beso me parece muy enigmático porque es el momento en que una persona deja de ser una sola persona y entra en otra. La fusión entre dos está en el beso. Entonces todas las preguntas empiezan desde ahí. ¿Cuánto debe durar un beso? ¿Quién decide cuándo termina el beso? Todas las respuestas a esas preguntas están ahí en la novela.

La autoconciencia de la madurez hace llegar al enamoramiento con más miedos y con más cautelas…

Claro ellos dos son enamorados maduros. Si van al amor es con cautelas, con precauciones, en el sentido de que ponen la intimidad en manos del otro y temen ser dañados. La gente con veintipocos años, cuando se enamora, van al amor sin ningún tipo de prevención. Sin embargo, la novela muestra el derecho al deseo que tiene un hombre maduro y cómo su cautela también cambia su masculinidad. Salvador es muy crítico con su masculinidad. Él decide que sea ella quien le dé el beso, porque quiere ceder el poder y es consciente del deterioro de esa masculinidad.

También está el personaje del amigo de Salvador, Rafael, ese que se avergüenza de decir que fue abandonado y se inventa, o idealiza, otras historias para limpiar su historial amoroso. ¿Por qué se sigue teniendo vergüenza al abandono si los otros, los que nos miran, no son los abandonados?

Es una idea del orgullo. De que te dejen o no te dejen, ¿no? La idea del despecho, de haber sido abandonado. En el amor romántico eso ha sido siempre el horror, que te abandonen por otro o por otra. Eso es lo más insoportable. O sea, que te dejen, vale, pero que te dejen por otro no. Eso resulta insoportable. Sigue siendo un código que no se ha roto aunque hay muchas novedades. Sí es verdad que ahora hemos avanzado y hay parejas de todas clases. Existe el poliamor, existen muchísimas cosas, pero ese horror a que te dejen por otro, por otra, está, sigue ahí. La novela sí que explora un poco esas zonas, por ejemplo, el conflicto entre sexo y amor que también sigue estando hoy como lo estaba hace 2500 años. El conflicto entre sexo y amor es una cosa que no ha sido solucionada. La gente empieza con una relación erótica muy poderosa y esa desaparece y se transforma en una relación de carácter amoroso general. Se construye una familia, una pareja y desaparece la pasión. ¿Y por qué no puede volver a la pasión? La gente se divorcia o sigue, depende, hace sus cuentas. A Salvador esas soluciones no le sirven porque es un idealista, por eso está solo.

¿Cómo crees que se puede rescatar el erotismo post pandemia?

Yo creo que la pandemia tocó la confianza en la vida y eso es horrible. Todo ser humano nace con confianza en la vida y confianza en el tocar, en el oler, el mirar, en el respirar. Eso es confianza. Entonces, al haber sido humillada esa confianza, había que salvar la vida. Pero salvando la vida, humillamos la vida, esa paradoja está allí. Ahora ya estamos en otro momento. Yo lo único que quise hacer en la novela era recordar que no se puede humillar el erotismo, porque si te cargas eso, te cargas la vida. Entonces salvas un cuerpo, salvas un cuerpo para darle de comer y que duerma, pero no salvas algo que es lo fundamental del ser humano, que es la ilusión de vivir, la ilusión, la felicidad, la alegría, el sentido dinámico de la vida, el sentido de explotar, de iluminarte, de ilusionarse, de tener un sueño que cumplir. Salir al mundo a tocarlo todo. El erotismo es inherente a la vida, también las cosas cotidianas son erotismo, lo que te vincula con otra cosa. Tocar otra cosa, así sea un árbol como lo hace Salvador en la novela, eso es erotismo. Si tú te cargas eso, pues te cargas la vida y esa era la idea. Hay melancolía en la novela y cabreo. El narrador está cabreado porque el mundo que tiene delante no le gusta, le parece feo.

¿No hay una estética hacia la vida?

No la ha habido, no ha habido una crítica estética ante la pandemia. La pandemia ha sido, a parte de angustiosa y dolorosa para muchos, ha sido profundamente fea. La fealdad ha introducido una categoría estética que es la fealdad profunda. Con la pandemia todo era feo, fea la televisión, feos los programas sobre la pandemia, feas las observaciones que se hacían, fea la gente con la mascarilla, feos todos. La pandemia era una categoría de la fealdad y, para un escritor que está todo el día pensando como yo en la belleza, de repente era el triunfo de la fealdad en el mundo. Todo era profundamente feo. Ya no entro en si era políticamente acertada o no. Era feo. La vida era fea. Entonces no me apetecía. No apetece vivir una vida fea. Eso también es un concepto que está rondando por la novela.

***

Al final de la presentación en Casa Seat, a Manuel Vilas le invitan a ver un coche, el último que ha lanzado la marca. Él, emocionado pero profundamente observador de los detalles de ese artefacto moderno que nos transporta, revisa las ruedas, esas que te llevan por la vida cuando deseas seguir adelante.

 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D