Así es la dieta Ornish, perfecta para perder peso y proteger el corazón

Hacer dieta de forma segura es fundamental para perder peso. Razón por la que siempre conviene que toda dieta la inicie un especialista médico y un nutricionista. Además, adelgazar, más allá del simple proceso de plantar cara a la báscula, debe ir acompañado de ciertos parámetros saludables.

El fin, aunque parezca que se encaminan a la simple pérdida de peso, debe ir enfocado a una mejora de los hábitos de vida. Por este motivo, no solo se debe comer menos, sino que se debe comer mejor. Y, por supuesto, complementarlo con una vida más activa y menos sedentaria.

Por este motivo, hace más de tres décadas se popularizó la dieta Ornish, que ha ido defendiendo desde entonces ciertas ventajas para nuestro organismo. Al contrario que pasa con ciertos regímenes, como pasa con la dieta CICO, la dieta Ornish también apunta a un bienestar integral.

Entre sus motivaciones también está el hecho de reducir la aparición de enfermedades coronarias o la diabetes tipo 2. Entre los méritos también está el hecho de disminuir la hipercolesterolemia o bajar la tensión arterial, pero veamos cómo se llega a todo esto y qué ventajas tiene, tal y como explicó el Journal of the American Association.

Cuál es el secreto de la dieta Ornish

La dieta Ornish debe su nombre al médico Dean Ornish, que oficiaba en California en los años 70, y que apunta a varios beneficios potenciales. Entre los elementos que más se citan está el hecho de ser una dieta con una adherencia alta, pues no es especialmente sacrificada —aunque veremos qué consumos penaliza— y, si se hace bien, realmente hay una pérdida de peso.

Evidentemente, tiene ciertas contraprestaciones y renuncias. La esencia está en ser baja en grasas y cuya ingesta de proteínas se centra en las procedentes de verduras y hortalizas. Si nos has leído en otras ocasiones en THE OBJECTIVE, sabrás que hay distintos tipos de proteínas, en función de su valor biológico.

De manera muy resumida estamos hablando de una dieta ovolacto vegetariana, es decir, muy abundante en frutas y verduras y con la aportación de las proteínas animales de manera testimonial por los huevos y la leche. De hecho, se suele apunta que la dieta Ornish no está enfocada para la pérdida de peso, sino para buscar una vida más saludable.

Más allá del déficit calórico

Esto es relevante porque veréis que a menudo no hacen hincapié en el déficit calórico, sino en la ingesta de alimentos sanos. Por este motivo, un consumo que penaliza enormemente esta tendencia es la de los hidratos de carbono ‘malos’, entendidos como las harinas refinadas o los azúcares añadidos. En el caso de las proteínas, ahondamos, apuntan al consumo de lácteos bajos en grasa o de clara de huevo, quitando de la ecuación las carnes, el pollo o el pescado.

Por eso, la dieta Ornish es bastante estricta en según qué ingredientes pero, insistimos, no siempre se vincula a la pérdida de peso. Esto puede resultar paradigmático porque, aunque no apuntan a un límite de calorías, sí apuntan a eliminar ciertos grupos de alimentos. Por poner un ejemplo, invitan a reducir al máximo el consumo de grasas (incluso las ‘buenas’ como la del aceite de oliva) y a que su ingesta venga de manera puntual a través de semillas o frutos secos.

Sin embargo, lo que se consigue además con este régimen es que las proteínas sean muy abundantes, pero procedan de vegetales como de las legumbres, los cereales integrales o la soja. Por este motivo, por ejemplo, se quita a la yema de huevo de la ecuación porque añade muchas calorías.

Los beneficios de la dieta Ornish

La dieta Ornish tiene más que agradecer a lo vegetariano que a su propia concepción, es decir, tiene mucho de dieta mediterránea —salvo por la exclusión del aceite—. Sin ir más lejos, es una forma de alimentarse similar a la que tenían nuestros abuelos a costa de poca proteína animal y muchas verduras. Todo esto se obtiene por consumir alimentos nutricionalmente densos, es decir, que tienen muchos nutrientes en las calorías que contienen.

Algo que es habitual en los cereales integrales, en las verduras o en las legumbres, base de esta teoría. Aún así, debemos tener claro que no va a hacer milagros. Eliminar los ácidos insaturados de la dieta supone eliminar agentes cardioprotectores. Además, minimizar la ingesta de ciertos grupos de alimentos como el pescado o la carne implica reducir las proteínas, el calcio o el zinc.