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La intimidad en el cine de Jane Campion

Los protagonistas de ‘El poder del perro’, ‘Top of the Lake’, ‘El piano’, ‘Holy Smoke’ o ‘Un ángel en mi mesa’ responden a voluntades, sensibilidades e intuiciones poderosas que resultan indomables para ellos mismos

La intimidad en el cine de Jane Campion

Jane Campion recibe el Critic Choice Awards | Mario Anzuoni (Reuters)

La Palma de Oro que Jane Campion (Wellington, Nueva Zelanda, 1954) recibía en 1993 por su largometraje El piano (1993) la convertía en la primera mujer en ganar el máximo galardón en el festival de Cannes, además de situarla en el centro de la discusión académica.

No se trata, sin embargo, de la única Palma de Oro recibida por la cineasta, que ya en 1986 ganaba el mismo reconocimiento, en la categoría de mejor cortometraje, por An Exercise in Discipline: Peel. El tiempo, la crítica, el público y la academia –además de premios Óscar, Globos de Oro, Emmy o BAFTA– han confirmado la relevancia internacional de esta autora, que en 2014 presidía el jurado de Cannes.

Universos complejos y personajes singulares

Cualquier intento de sintetizar la esencia del cine de Jane Campion describiendo sus personajes o la acción de sus relatos resulta reduccionista. La tremenda fuerza poética de la cinematografía de la cineasta neozelandesa contrapone la inmensidad de espacios sublimes como el océano, la selva, acantilados, desiertos o, incluso, la arquitectura romana, a la humanidad de sus personajes.

Los protagonistas de El poder del perro, Top of the Lake, El piano, Holy Smoke o Un ángel en mi mesa, por citar solamente algunas de sus obras, responden a voluntades, sensibilidades e intuiciones poderosas que, en numerosas ocasiones, resultan indomables para ellos mismos. Su aparente fragilidad va ligada a una singularidad radical.

Ada, memorable protagonista de El piano, es caracterizada desde la intensa estética romántica que Campion explora en el filme. Su particular oscurantismo, lo intrincado de la selva, lo poético de la playa o lo abismal de los acantilados describen el carácter enigmático de la protagonista y las relaciones tormentosas que se entretejen entre los personajes, ubicados en las antípodas de la Escocia victoriana.

Fotograma de El piano. Filmaffinity

Jane Campion explora la intimidad de los personajes discretamente. El piano es un ilustrativo ejemplo de cómo la autora traslada el sentir de los personajes al espectador mediante cruces de miradas, silencios cargados de significado, la detención de la cámara en algún objeto particularmente simbólico, la intensidad o la sutileza de la banda sonora y otros recursos genuinos del lenguaje cinematográfico.

Escribir el relato sobre los cuerpos

Uno de los denominadores comunes a casi toda su obra es la puesta al límite de los cuerpos –casi siempre de mujeres–, constreñidos por diversas circunstancias. Este rasgo ha despertado el interés de los estudios de género, sobre todo desde El piano. Los cuerpos de los personajes son puestos a prueba por su propia naturaleza, por dinámicas sociales que los zarandean e incluso por la voluntad de sus propias dueñas. Atraviesan embarazos forzados, tentativas de suicidio, chantajes sexuales, aberraciones clínicas, intentos de aborto, etc.

Fotograma de El piano. Filmaffinity

Podríamos rastrear, a lo largo de toda su obra, las diferentes huellas que todo ello va dejando en algunas de las mujeres que habitan sus relatos, empezando, por ejemplo, por Sweetie (1989). El filme, rareza estrenada en Cannes, explora la inestabilidad mental y los brotes agresivos de su protagonista, que oscilan entre lo reivindicativo, lo irracional y lo funestamente incontrolable. Su segundo largometraje, Un ángel en mi mesa (1990), biopic de la poetisa neozelandesa Janet Frame, desarrolla con una ternura paradójicamente cruda la hostilidad y las múltiples pérdidas que van calando en la joven maestra y escritora. Habiéndole sido diagnosticada esquizofrenia, Frame (Kerry Fox) escapa a una lobotomía por la oportuna publicación de su obra.

Dos cuerpos exhaustos que se han usado y herido el uno al otro cierran Holy Smoke (1999), en la cual la joven Ruth (Kate Winslet), inmersa en las creencias y estilo de vida de una secta hindú, huye de P. J. Walters (Harvey Keitel), supuesto terapeuta norteamericano que debía desconectarla de la secta. Tras desafiarle como paciente, ridiculizarle como hombre y seducirle, ambos terminan su tortuosa historia magullados y sucios, arrastrándose por el desierto australiano, él vestido de mujer y suplicándole que no le deje.

Fotograma de Holy Smoke. Filmaffinity

Jane Campion despliega complejos y contradictorios universos femeninos sin juzgar a las mujeres y hombres que los habitan. Ada, madre soltera ya cuando empieza el relato, no se entrega al marido escogido por su padre y desoye sin alterarse las reglas sociales y la moral victoriana. Además, termina deseando al hombre que previamente la ha chantajeado, desesperado por ganarse su cercanía.

En el thriller En carne viva (2003), Frannie (Meg Ryan) emprende una turbia relación con el detective Malloy (Mark Ruffalo) a sabiendas de que puede ser un asesino. Creyéndole culpable, le encadena a una tubería de su dormitorio mientras huye con el verdadero asesino. Ensangrentada y herida, tras sobrevivir al ataque de este último, regresa penosamente a la habitación en la que Malloy sigue encadenado y se acurruca a su lado justo antes de que la imagen funda a negro.

Cartel promocional de Top of the Lake China Girl. Filmaffinity

En una clara rima con el final de El piano, la serie televisiva Top of the Lake (2013-2017) comienza con una niña que se adentra en el agua helada de un lago, también con ambiguas intenciones suicidas. Embarazada a los doce años, Tui (Jacqueline Joe) desaparece poco más tarde.

China girl, subtítulo que acompaña a la segunda temporada, juega con un doble sentido característico del proceder artístico de Campion. Además de aludir a la geografía asiática, la acepción inglesa de la palabra china es porcelana. En el cartel promocional de la serie, la espalda agrietada de la detective Robin Griffin (Elisabeth Moss) alude a lo quebradizo del cuerpo. No en balde, bajo las epidérmicas superficies –Top– del pueblo ficticio de Laketop y la ciudad de Sidney se halla una putrefacta trama de corrupción y tráfico de menores.

Kodi Smith-McPhee en El poder del perro. IMDB

La última obra de la directora, el introspectivo wéstern El poder del perro, la ha situado de nuevo en el centro de las nominaciones a premios internacionales. En ella, Campion recupera el poder visual del desierto y los personajes desgarrados por contradicciones internas, enfrentados a otros que les sirven de espejo. Inmerso en un entorno hostil que amenaza con engullirle, el joven Peter Gordon (Kodi Smith-McPhee), como tantos otros personajes filmados por la autora, quiebra sus propios límites.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.The Conversation

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