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'Talk to Me': dame un fantasma para colocarme

La película de terror del momento tiene un gran final, pensado en muchas secuelas

‘Talk to Me’: dame un fantasma para colocarme

Momento de la película.

En Talk to Me todo está fríamente calculado. La película fluye con una obvia intención: los hermanos Philippou quieren sorprender con su final. Está claro que han pensado en esa escena desde un principio y consiguen su objetivo. A cambio, se sacrifica la verosimilitud del relato. Es cierto, estamos hablando de terror y este género permite las mayores licencias.  De hecho, en un año no muy bueno para el género, esta película levanta el promedio.

Danny y Michael ruedan al ritmo de redes sociales. Todo sucede tan rápido que no hay tiempo para reflexionar sobre lo que estás viendo. En la trama, un muchacho casi se desprende el rostro pegando su cabeza contra una mesa y no hay investigación policial, ni siquiera un llamado de atención de servicios sociales para que se investigue si hay maltrato familiar. Esto, además, en un contexto en el que cada escena se graba y se sube a las apps.

El punto es muy claro: para disfrutar de Talk to Me hay que abandonar la lógica y entregarse a lo que el guion ofrece. A cambio vas a recibir una adrenalítica descarga de imágenes muy bien logradas, ingeniosas algunas, que sopesan las absurdas decisiones de sus protagonistas. La primera referencia que viene a la mente, tras los primeros compases, es It Follows, aquella película de 2014 que planteaba el sexo como una condena y a la vez salvación de algo que te persigue.

El subtexto moral de la película de David Robert Mitchell tiene paralelismo en la obra de los youtubers Philippou. Aquí hay una obvia alusión a las consecuencias de las drogas, a esos shots que te ponen a mil y que generan una gran dependencia psicológica y emocional. En Talk to Me, la conexión con los fallecidos es otra manera de subsistir en un mundo en el que los retos en TikTok expiran en segundos.

Si hay algo en lo que Talk to Me brilla es en el auténtico uso de la palabra. Los diálogos son creíbles y la actitud de una generación saturada de pantallas, también. Los jóvenes están sumidos en una búsqueda de excitación perenne. Está prohibido el aburrimiento. Cuando consiguen algo que les saca de su letargo, de inmediato lo suben a las redes sociales. Al mismo tiempo, los adultos creen que parloteando sobre drogas y sexo van a conseguir que sus muchachos no corran riesgos. Craso error. Transitar hacia la adultez es poner en peligro la vida de la manera más estúpida posible. Y aquí se ratifica.

Sin embargo, la cinta va más allá de la inmadurez. Los hermanos Philippou toman los tropos del género para coquetear con un drama como Línea Mortal. En la película de 1990 (obviemos el terrible remake), cinco estudiantes de medicina deciden experimentar lo que se esconde más allá de la muerte usando sus propios cuerpos. Algo muy parecido sucede en esta película que analizamos. Y, se sabe, cuando transitas este tipos de fronteras, es muy probable que de vuelta a la vida arrastres algo que lamentarás.

Una película de situaciones

Talk to Me no es una película de grandes actuaciones, como Nop por ejemplo. La apuesta se centra en situaciones, algunas realmente brillantes, como estas almas en pena que aparecen y desaparecen a cuenta gotas. La sensación de que algo generará un daño irreparable le sienta muy bien al desarrollo de la historia. Esto no quiere decir que los actores no cumplan con sus roles.

Mia (Sophie Wilde) sobresale, pues lleva en su espalda todo el arco argumental. Es ella, en su descenso a los infiernos, lo que nos mantiene pegados a la pantalla. Su recorrido es parecido al de Chris Washington (Daniel Kaluuya) en Get Out. Sin embargo, a diferencia de la obra de Jordan Peele, los hermanos Danny y Michael no consiguen que sintamos pena o dolor por su suerte. Es más, descansamos cuando toma una decisión que beneficia a otro personaje importante.

Y esa esa la mayor pega que tiene esta película. Casi todos los involucrados son detestables. Tal vez porque precisamente están transitando hacia la adultez y, se sabe, somos un cúmulo de nervios en ese momento, lo que nos lleva a irracionales decisiones. En todo caso, la salida y entrada de algunos actores nos da igual.

Cuando no consigues identificarte con un personaje, ni siquiera con esa mamá que no para con su discurso moralino sobre las fiestas y las drogas, algo falla en el guion. Por otra parte, esta especie de falta de empatía con cada carácter impide que nos preocupemos por saber quién se va a salvar en esta selva de adictos a las redes sociales.

De tal manera que lo mejor de Talk to Me pasa cada vez que los muertos hacen presencia, mientras que lo peor recae en ciertas decisiones individuales. En un mundo en el que todo es público, estos muchachos se esmeran por divertirse sin importar las consecuencias y sin que nadie, fuera de su círculo, repare en lo que hacen. Para la película, todo funciona con lógica; fuera de ella, es normal levantar la ceja de la duda. 

¿Vale todo por ese gran final? A lo mejor. Sobre todo si pensamos que queda la puerta abierta para que esta cinta, emparentada con el relato de W. Jacobs, Pata de mono, tenga una segunda parte. Todos queremos saber de dónde viene esa mano. Nos interesan esas inscripciones que recuerdan a Posesión infernal. Ese es el verdadero tino de los hermanos Philippou, el haber allanado el camino para una rentable saga. 

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