THE OBJECTIVE
La otra cara del dinero

Ups, resulta que la 'commodity' deportiva tenía sentimiento

Casos como el de Ricky Rubio o Zuhaitz Gurrutxaga ilustran los efectos de la mercantilización millonaria de los deportistas profesionales

Ups, resulta que la ‘commodity’ deportiva tenía sentimiento

El jugador de los Dallas Mavericks Luka Doncic. | Agencias

La semana pasada Luka Doncic anotó 73 puntos en un partido. La cuarta mayor anotación de la historia de la NBA. Una barbaridad. Tampoco lo ha hecho gratis. Cobra 40 millones de dólares al año, solo en salario. Lo redondea con otros 10 en patrocinadores varios

Días antes de la proeza, en Atlanta, la afición rival empezó a llamarle «gordo» a coro. Un tipo fue especialmente pesado. Luka no aguantó más y pidió que lo echaran. El tipo en cuestión tuvo que largarse, supongo que sorprendido: había pagado su entrada. ¿No tenía derecho a insultar a un jugador que cobra una millonada gracias a gente como él, que va a verlo jugar? Para eso le pagan, ¿no?

No. 

Doncic con las equipación de Dallas Mavericks (Europa Press)

Hay un debate abierto sobre los excesos salariales de la NBA. De hecho, Doncic no aparece ni entre los 10 más pagados de la inevitable lista Forbes al respecto. El primero, con 117,6 millones, es Lebron James. Que es Lebron James, de acuerdo. Pero ¿y los 61,2 millones de Klay Thompson o los 55,2 de Jimmy Butler? Por ejemplo. 

Pocos puntos meten. Los 73 de Doncic el otro día debería ser un mínimo para quienes cobran semejantes sueldos. 

Tienen, además, muchas oportunidades para hacerlo. Un equipo de la NBA juega 83 partidos cada temporada regular. Si pasa a playoffs, puede acercarse al centenar. Sale a un partido cada dos días, más o menos. Teniendo en cuenta las distancias en EEUU, la mitad del tiempo la pasan en aviones y habitaciones de hotel. 

Este análisis de Runrepeat describe la evolución del valor medio de las franquicias de la NBA en lo que va de siglo: de los 200 millones de dólares de 2001 a los 2.480 millones de 2022. Y la cosa va a más. Según Forbes, esta temporada, la cifra ascendió a 3.850 millones, un 35% más que el año anterior. 

Tener un equipo de la NBA es bastante rentable.

El negocio ha dejado, eso sí, una colección de juguetes rotos. The Sporter repasa las tristes historias de 13 (no podían haber elegido otro número…) ex jugadores «que son más pobres que tú».

Mucho bala perdida, por supuesto. Pero en España hemos asistido hace poco a un caso diferente. Ricky Rubio, un chico educado y formal, el yerno que todos querríamos, anunciaba que dejaba la NBA

Tiene 33 años, una edad más que apta para seguir jugando (Lebron, el de los 117 millones, tiene 39), y en 2022 había firmado con los Cleveland Cavaliers un contrato por tres temporadas a 16 millones de dólares cada una. Pero ya en verano había renunciado a ir al Mundial con la selección española para cuidar su salud mental.

Ricky Rubio con la equipación del Claveland Cavaliers (Europa Press)

A lo largo de su carrera lo habían traspasado varias veces a diferentes equipos. En la NBA la decisión la toman las franquicias. El jugador se entera después y no tiene nada que decir: hace las maletas y se busca casa. Ricky tuvo que pasar de la gélida Minnessota al surrealismo mormó de Salt Lake City, en Utah; de ahí, al sol abrasador de Phoenix, y de vuelta a Minnesotta… para ser enviado con un lacito a la vecina Cleveland. 

The Athletic resume aquí «Cómo es formar parte de un traspaso de la NBA». La palabra que se usa por allí para los traspasos de jugadores es “trade”, directamente: comercio, venta…  

Al parecer, Ricky se está planteando la posibilidad de volver a jugar. Pero en Europa. Según el Sport, el Barça está muy atento a su futuro. Veremos. 

En cualquier caso, el asunto abre un poco más la rendija al gran debate de fondo. Estrés, dinero, fama, exceso… Por supuesto, hay mucha gente que, además de lidiar con problemas mentales tienen que hacerlo con sueldos miserables. De acuerdo. ¿Supone eso que los que ganan millones se «merecen» esos problemas? Cierto que nadie les obliga. Pero ¿qué dice de nuestra sociedad que se acepte el uso del verbo «trade» para referirse a una persona a cambio de hacerla millonaria?

El antes mencionado tema de Forbes sobre el incremento exponencial del valor medio de las franquicias NBA este año explica que se debe sobre todo a las expectativas de una lluvia aún mayor de dinero gracias a los ingresos por televisión. Si los jugadores ganan tanto porque yo los veo por la tele, ¿no deben exprimirse cada segundo que les dedico y aguantar todos los insultos que se me ocurre espetarles?

En el primer capítulo de la serie de televisión El presidente, la versión ficcionada de Julio Humberto Grondona, antiguo presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, dice que los jugadores son como «un pozo de petróleo al que hay que sacar hasta la última gota».   

El fútbol, nuestro fútbol, también es un gran negocio. Tras la espantada de Benzema, Henderson y otros muchos, The Sporting News se pregunta «¿por qué se están intentando ir de la Liga Árabe los jugadores?». ¿De verdad? 

Sabemos que fueron allí por dinero. Los árabes les hicieron firmar unos contratos fabulosos, pero… con una estructura financiera-fiscal que les obliga a permanecer allí unos cuantos años para no tener que devolver casi todo el dinero. Son ricos, no tontos. 

Los futbolistas también tienen sentimiento. Subcampeón es un libro maravillosamente escrito a cuatro manos por Ander Izagirre y Zuhaitz Gurrutxaga. Cuenta la experiencia en el futbol profesional del segundo. 

Portada del libro ‘Subcampeón’

«Tenía mucho miedo a fallar en el campo. Llegué a odiar el fútbol por todo lo que me hacía sufrir», dice Gurrutxaga. Cuenta el libro que llegó a creer que se había vuelto loco. No se atrevía a contárselo a nadie, y en los terrenos de juego trataba de disimularlo como podía. El mismo día en que se proclamó subcampeón de Liga con la Real Sociedad, su madre se asustó tanto con su comportamiento que buscó una psicóloga al azar y lo llevó a su consulta.

La reseña del libro por la editorial dice que «gracias a su radical y tierno sentido del humor, se reconcilió con el fútbol y consigo mismo».

Si llega a leer la torpe comparación del título de este reportaje, espero que se ría a gusto de la ridiculez. El deportista profesional no es una commodity. Es una persona. 

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