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Más de cuatro décadas de oscurantismo religioso en Irán

Un sector de la población teme que el fin del los barbudos líderes religiosos pueda derivar en una dictadura militar donde la represión sea aún peor

Más de cuatro décadas de oscurantismo religioso en Irán

El ayatolá Alí Jamenei. | Zuma Press

El régimen teocrático iraní está dando alguna señal de ceder a la protesta social que estalló en el país a raíz del asesinato en septiembre pasado de una joven kurda por llevar mal colocado el hiyab, el velo islámico. En las últimas fechas, cuando se cumplen 44 años desde el derrocamiento del sha Reza Pahlevi y la llegada al poder de los líderes islámicos dirigidos por el ayatolá Jomeini, su sucesor Alí Jamenei ha decretado una amnistía y ha excarcelado a varios detenidos, entre ellos los cineastas Mohammad Rasoulof y Jafar Panahi. No parece que eso sea suficiente para calmar la ira y el hartazgo de una población, especialmente los jóvenes y en particular las mujeres, cuyo objetivo sería terminar con un régimen de ortodoxia islámica para construir una sociedad más laica y abierta. El problema es cómo y cuándo, pues no hay del todo un consenso en el método. Un sector de la población teme que el fin del los barbudos líderes religiosos pueda derivar en una dictadura militar donde la represión sea aún peor.

La caducidad del líder supremo está próxima. Jamenei se encuentra enfermo de cáncer a sus 83 años. Analistas internacionales creen que el relevo natural sería su hijo Mojtaba, de 53. Sin embargo, eso no solucionaría la grave crisis social que vive el país centroasiático, de 85 millones de habitantes, que atraviesa serias dificultades económicas a raíz de las sanciones internacionales. La situación mundial con la guerra de Ucrania de por medio, en la que Irán está apoyando a Vladimir Putin con la venta de drones, y el nuevo recrudecimiento de la eterna crisis en Oriente Próximo no ayudan. Hace un año y medio Jamenei designó a Ebrahim Raisi como presidente de la República Islámica, un político gris y opuesto al reformismo que propugnaban algunos de los religiosos afines al anterior mandatario, Hasan Rohaní, cuyo principal logro fue el acuerdo nuclear de 2015.

La vuelta de tuerca fue debida a la gran protesta que se extendió en todo el país a finales de 2019 por el encarecimiento en un 200% del precio de los combustibles. La llamada revolución persa se prolongó durante varios meses y finalmente se convirtió en un clamor popular contra el régimen y la falta de libertades. Pero no fue suficiente para la caída del Gobierno como tampoco antes la fraudulenta reelección de Mahmud Ahmadineyad a la jefatura del Estado en 2009, que llevó a la calle a más de dos millones de manifestantes en su contra. El frenazo a la tímida apertura fue consecuencia igualmente de que en 2018 Donald Trump rompió unilateralmente el acuerdo de desnuclearización que Estados Unidos suscribió con Irán, con la supervisión de Rusia, Francia y Alemania durante la Administración de Barack Obama. Desde entonces, las negociaciones para rescatarlo están congeladas. La Organización Internacional de la Energía Atómica ha denunciado a Teherán por violar los principios del pacto al estar produciendo uranio enriquecido en exceso para fines no militares.

Desde el pasado septiembre, según datos de la ONG Iran Human Rights, se estima que medio millar de personas, muchas de ellas jóvenes, han muerto en protestas que se han registrado en Teherán y en otras ciudades, incluida Qom, considerada el santuario del fanatismo religioso. Cerca de 18.000 han sido detenidas, medio millar han sido juzgadas y condenadas por «crímenes de guerra» con sentencias que oscilan entre los dos y diez años, y al menos media decena han sido ajusticiadas en la plaza pública. El régimen busca distender la situación con la promulgación de la amnistía. De hecho, las manifestaciones han remitido pese a que el malestar en la población es profundo. Durante los pasados Mundiales de Fútbol en Qatar, los jugadores de la selección iraní se negaron a cantar el himno nacional, algo inaudito en un país de altos valores patrióticos, y los espectadores iraníes dieron la espalda mientras se escuchaba la música. El Gobierno de Teherán acusa a Estados Unidos de estar detrás de estas revueltas.

Mujeres, Vida, Libertad es la consigna que los jóvenes han proclamado durante las manifestaciones. Chicos y chicas no se identifican con los principios religiosos ultraortodoxos islámicos. Los consideran contrarios a la libertad. Quien haya visitado el país en estos últimos años habrá comprobado la espontaneidad de la juventud deseosa de hablar con el extranjero y preguntarle por las costumbres de su país sin miedo ni recelo. Las chicas incluso muestran en señal de protesta el velo cubriendo sólo parte de la cabeza sin importarles que puedan recibir una multa de la temible Policía de la Moral, un órgano paramilitar bajo el paraguas de los Pasdarán, los Guardianes de la Revolución, el brazo armado del régimen que detenta el verdadero poder político y económico. No tuvo la misma suerte la joven kurda detenida el pasado 16 de septiembre por no llevar el hiyab correctamente. Fue apalizada en comisaría y como resultado de los golpes murió días después, lo cual encendió la chispa de la protesta social.

Resulta risible que en pleno siglo XXI exista una policía moral. Recuerda a la sociedad orwelliana o a esos órganos de vigilancia que se dan en Corea del Norte o Cuba. Este grupo es encargado de vigilar las buenas costumbres y se centra sobre todo en las mujeres, que deben vestir de acuerdo a las normas islámicas y están obligadas a portar el velo cubriéndoles totalmente la cabeza desde los nueve años. En las pasadas semanas circuló en Teherán la noticia de que el Gobierno había decidido suprimir la Policía de la Moral, pero según parece no es del todo exacto. Lo que existe es la voluntad de modernizar la vigilancia con cámaras de seguridad.

Las sanciones políticas y económicas impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea después de la ruptura del pacto de desnuclearización iraní y que se han recrudecido ahora tras las manifestaciones de protesta no están dando todo el resultado que Occidente pretende. El Parlamento Europeo ha propuesto que la UE califique organización terrorista a los temibles Pasdarán.

¿Pueden las iraníes con su protesta derribar un régimen caduco y trasnochado? Está por ver. Irán es un país joven. Más de la mitad de los licenciados universitarios son mujeres, pero sólo el 14% de ellas trabajan, según Iran Human Rights, lo cual significa un desaprovechamiento humillante de sus capacidades. La utopía islamista no funciona. Ha dado muestras evidentes de ir contra el progreso. Si Jomeini resucitara tendría que admitir, aunque fuera a regañadientes, que su revolución ha fracasado porque entre religión y libertad la población se decanta por la última.

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